Los parientes complacientes son un problema.
Tened cuidado de no entregar el gobierno de vuestros hijos a otros. Nadie puede adecuadamente tomar vuestro lugar en esa responsabilidad dada por Dios. Muchos hijos han sido completamente arruinados debido a la interferencia de parientes o amigos en el gobierno de su hogar. Las madres nunca debieran permitir que sus hermanas o madres interfieran en el debido manejo de sus hijos. Aunque la madre haya recibido la mejor educación posible de su madre, sin embargo, en nueve casos de diez, como abuela echará a perder a los hijos de su hija al complacerlos y alabarlos con poco juicio. Se pueden desbaratar todos los esfuerzos de la madre mediante esa conducta. Como regla, es proverbial que los abuelos no estén capacitados para educar a sus nietos. Los hombres y mujeres debieran tributar todo el debido respeto a sus padres; pero en lo que atañe a la educación de sus propios hijos, no debieran permitir ninguna interferencia sino mantener en sus manos las riendas del gobierno (Pacific Health Journal, enero de 1890).
Cuando se ríen por la falta de respeto y por la ira.
Doquiera voy, me siento apenada por el descuido de la debida disciplina del hogar y de las restricciones. Se permite que los niñitos contesten, que manifiesten falta de respeto e impertinencia, que usen un lenguaje que nunca debiera permitirse que un niño empleara para contestar a sus superiores. Los padres que permiten el empleo de un lenguaje impropio son más dignos de reproche que sus hijos. Ni una sola vez debiera tolerarse la impertinencia en un niño. Sin embargo, padres y madres, tíos y tías y abuelos se ríen cuando un niñito de un año manifiesta su ira. Su expresión imperfecta de falta de respeto, su terquedad pueril, son tomadas como algo divertido. Así se confirman los hábitos erróneos y el niño crece para convertirse en un objeto de disgusto para todos los que lo rodean (Sings of the Times, 9-2-1882).
Cuando se descuida la debida corrección.
Tiemblo especialmente por las madres cuando las veo tan ciegas y que sienten tan livianamente la responsabilidad que descansa sobre una madre. Ven a Satanás que está trabajando en el niño caprichoso aun cuando tenga pocos meses de edad. Lleno de ira rencorosa, Satanás parece poseerlos completamente. Sin embargo, quizá haya en el hogar una abuela, una tía o algún otro pariente o amigo que procure hacer que crea el padre que sería una crueldad corregir a ese niño; cuando precisamente lo opuesto es verdadero; y la mayor de las crueldades es permitir que Satanás se posesione de ese tierno e indefenso niño. Satanás debe ser reprochado. Debe quebrantarse su dominio sobre el niño. Si se necesita la corrección, sed fieles y leales. El amor de Dios, la verdadera compasión por el niño, inducirán al fiel cumplimiento del deber (Review and Herald, 14-4-1885).
Las perplejidades del trato familiar.
No es lo mejor que los miembros de una, dos o tres familias que están unidas por vínculos matrimoniales, se establezcan cerca unas de otras. La influencia no resulta tan buena. Las ocupaciones de una son las ocupaciones de todas. Las perplejidades y dificultades que de una forma u otra afectan a toda familia, y que, hasta donde sea posible, debieran quedar dentro de los límites del círculo familiar, se extienden a las otras familias y tienen su influencia sobre las reuniones religiosas. Hay asuntos que no debieran ser conocidos por una tercera persona, no importa cuán amigable sea o cuán íntimamente esté relacionada. Los individuos y las familias debieran mantener esos asuntos para ellos mismos. Pero la íntima relación de varias familias, que están en constante comunicación, tiene la tendencia de quebrantar la dignidad que debiera mantenerse en cada familia. Al realizar el delicado deber de reprochar y amonestar, habrá el peligro de herir sentimientos, a menos que se lleve a cabo con la mayor ternura y cuidado. Aun las mejores personas están expuestas a cometer errores y faltas y debiera tenerse mucho cuidado en no exagerar las cosas pequeñas.
Es muy agradable para los sentimientos naturales tal relación familiar y de iglesia; pero no es lo mejor cuando se toman en cuenta todos los factores del desarrollo de caracteres simétricos y cristianos. . . .
Todas las familias serían mucho más felices si estuvieran separadas y se visitaran ocasionalmente, y su influencia mutua sería diez veces mayor.
Unidas como están esas familias por vínculos matrimoniales y compartiendo como comparten mutuamente de su compañía, cada una sabe las faltas y errores de las otras, y siente que es su deber corregirlos; y debido a que esos parientes se tienen verdadero afecto, se ofenden por cosas pequeñas que no advertirían en aquellos que no están tan íntimamente relacionados. Se experimentan profundos sufrimientos, debido a que se despiertan sentimientos en algunos de que no han sido tratados imparcialmente y con toda la consideración que merecen. A veces se levantan pequeños celos y se convierten en montañas pequeñas colinas. Esas pequeñas incomprensiones y minúsculas discordias causan más dolorosos sufrimientos que las pruebas que provienen de otras fuentes (Testimonies, tomo 3, págs. 55, 56).
La Conducción del Niño de E.G. de White
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