*POR QUÉ DESIGNÓ DIOS
TRABAJO PARA ADÁN Y EVA.
El Señor creó a Adán
y a Eva y los colocó en el jardín del Edén para cultivarlo y guardarlo para el
Señor. Se les dio esa ocupación para su
felicidad, o de lo contrario el Señor no les hubiera asignado su trabajo
(Manuscrito 240 b, 1894).
En consejo con el
Padre, antes de que el mundo fuera, se determinó que Jehová Dios plantara un
huerto para Adán y Eva en el Edén y les diera la tarea de cuidar los árboles
frutales y cultivar y velar por la vegetación.
El trabajo útil había de ser su salvaguardia y había de perpetuarse a
través de todas las generaciones hasta la terminación de la historia de la
tierra (Sings of the Times, 13-8-1896).
EL EJEMPLO DE JESÚS
COMO EL PERFECTO OBRERO.
Durante su vida
terrenal Cristo fue . . . obediente y útil en el hogar. Aprendió el oficio de carpintero y trabajó
con sus propias manos en el tallercito de Nazaret. . . . La Biblia dice de
Jesús: "Y el niño crecía, y fortalecíase, y se henchía de sabiduría; y la
gracia de Dios era sobre él".
Mientras trabajaba en su niñez y juventud, se desarrollaban su mente y
su cuerpo. No empleaba sus facultades
físicas descuidadamente, sino que las ejercitaba de modo que se mantuvieran en
salud, a fin de que pudiera efectuar lo mejor en todo sentido. No estaba dispuesto a ser defectuoso aun en
el manejo de las herramientas. Era
perfecto como obrero así como era perfecto en carácter (Fundamentals of
Christian Education, págs. 417, 418).
Cada artículo que
hacía estaba bien hecho, las diferentes partes encajaban exactamente, el
conjunto 324 podía soportar cualquier prueba (Evangelism, pág. 378).
TRABAJABA ARDUAMENTE
CADA DÍA CON MANOS PACIENTES.
Mediante su ejemplo,
Jesús convirtió en sagradas las más humildes vocaciones de la vida humana. . .
. Su vida fue de diligente laboriosidad.
El, la Majestad del cielo, caminó por las calles revestido con el
sencillo atavío del obrero común.
Transitó subiendo y bajando por las laderas de la montaña, a la ida y al
regreso de su humilde trabajo. Los
ángeles no fueron enviados para ayudarle a subir por el cansador camino
empinado o para prestarle su fortaleza para realizar su humilde tarea. Sin embargo, cuando salía para contribuir al
sostén de la familia mediante su trabajo diario, poseía el mismo poder que
cuando efectuó el milagro de alimentar a cinco mil personas hambrientas a la
orilla del mar de Galilea.
Pero no usó su poder
divino para disminuir sus cargas o aliviar su trabajo. Había tomado sobre sí la forma de la
humanidad con todas sus enfermedades inherentes y no se desprendió de sus
severas pruebas. Vivió en el hogar de un
aldeano, vestido con ropas burdas, se entremezcló con los humildes, trabajaba
cada día con manos pacientes. Su ejemplo
nos muestra que el deber del hombre es ser industrioso, que el trabajo es
honorable (Health Reformer, octubre de 1876).
Durante largo tiempo,
Jesús moró en Nazaret sin ser honrado ni conocido, a fin de que pudiera enseñar
a los hombres a vivir cerca de Dios mientras desempeñan los humildes deberes de
la vida. Era un misterio para los
ángeles que Cristo, la Majestad del cielo, condescendiera no sólo en revestirse
con la humanidad, sino en llevar sus cargas más pesadas y sus oficios más
humillantes. Hizo esto a fin de
convertirse en uno como nosotros, para que pudiera 325 familiarizarse con las
faenas, los dolores y las fatigas de los hijos de los hombres (Ibid.).
DESPIÉRTESE LA
AMBICIÓN DE CUMPLIR TAREAS ÚTILES.
En los niños y los
jóvenes debe despertarse la ambición de obtener su ejercicio haciendo algo que
los beneficie a sí mismos y a los demás.
El ejercicio que desarrolla la mente y el carácter, que enseña a las
manos a ser útiles, que educa a los jóvenes para que lleven su parte de las
cargas de la vida, es lo que da fuerza física y vivifica toda facultad. Y hay una recompensa en la laboriosidad
virtuosa, en el cultivo del hábito de vivir haciendo bien (Consejos para los
Maestros, págs. 113, 114).
Es necesario enseñar
a los jóvenes que la vida significa trabajo serio, responsabilidad,
preocupación. Necesitan una preparación
que los haga prácticos, que haga de ellos hombres y mujeres que puedan hacer
frente a las emergencias. Debería
enseñárselas que la disciplina del trabajo sistemático y bien regulado es
esencial no sólo como salvaguardia contra las vicisitudes de la vida, sino como
ayuda para un desarrollo completo (La Educación, pág. 211).
EL TRABAJO FÍSICO NO
ES DEGRADANTE.
Es un error popular
entre una clase muy numerosa el considerar el trabajo como degradante; por eso
los jóvenes anhelan educarse para ser maestros, dependientes, comerciantes,
abogados y ocupar casi cualquier puesto que no requiera trabajo físico. Las jóvenes consideran el trabajo doméstico
como humillante. Y aunque el ejercicio
físico requerido para las labores domésticas, si no es demasiado severo, es
apropiado para fomentar la salud, procuran para educarse aquello que las hará
idóneas para llegar a ser maestras o dependientes, o aprender algún oficio que
las encerrará entre cuatro paredes, o algún empleo sedentario (Consejos para
los Maestros, págs. 222, 223). 326
El mundo está lleno
de jóvenes de ambos sexos que se jactan de ignorar todo trabajo útil; y son
casi invariablemente frívolos, vanos, amantes de la ostentación, desdichados,
insatisfechos y, con demasiada frecuencia, disipados y carentes de
principios. Tales caracteres son un
borrón en la sociedad y una desgracia para sus padres (The Health Reformer,
diciembre de 1877).
Nadie debiera
avergonzarse del trabajo, aunque parezca pequeño y servil. El trabajo es ennoblecedor. Todos los que trabajan asiduamente con la
mente o las manos son obreros u obreras.
Y todos están cumpliendo con su deber y honrando a su religión, tanto
mientras lavan la ropa o los platos como cuando van a una reunión. Mientras las manos se ocupan en las labores
más comunes, la mente debe ser elevada y ennoblecida por pensamientos puros y
santos (Testimonies, tomo 4, pág. 590).
LOS JÓVENES DEBEN SER
AMOS Y NO ESCLAVOS DEL TRABAJO.
Los jóvenes debieran
ser inducidos a ver la verdadera dignidad del trabajo (La Educación, pág. 210).
Un poderoso motivo
por el cual se menosprecia el trabajo físico es la forma descuidada e
irreflexivo en que tan a menudo se realiza.
Es hecho por necesidad y no por gusto.
El obrero no le dedica su corazón ni tampoco conserva el respeto propio
ni conquista el de otros. La educación
manual debería corregir este error.
Debería desarrollar hábitos de exactitud y prolijidad. Los alumnos deberían aprender a tener tacto y
sistema; deberían aprender a economizar el tiempo y a hacer valer cada
movimiento. No sólo se les debiera
enseñar los mejores métodos, sino que se les debería inspirar la ambición de
mejorar constantemente. Debería ser su
blanco hacer su trabajo tan perfecto como puedan lograrlo las manos y el cerebro
humanos. 327
Semejante educación
hará a los jóvenes amos y no esclavos del trabajo. Alegrará la suerte del labrador rudo y
ennoblecerá hasta la más humilde ocupación.
El que considera el trabajo meramente como una cosa penosa, y lo lleva a
cabo con complacida ignorancia, sin esforzarse por mejorar, hallará que es
ciertamente una carga. Pero los que
reconozcan que hay ciencia en el trabajo más humilde, verán en él nobleza y
belleza y se deleitarán en hacerlo con fidelidad y eficiencia (Id., pág. 218).
LA RIQUEZA NO ES UNA
EXCUSA PURA QUE NO HAYA UNA PREPARACIÓN PRÁCTICA.
En muchos casos, los
padres que son ricos no sienten la importancia de dar a sus hijos una educación
en los deberes prácticos de la vida tanto como en las ciencias. No ven la necesidad de darles un
entendimiento cabal del trabajo útil para bien de la mente y la moral de sus
hijos y para su futura utilidad. Esto
deben a sus hijos para que, si llegara la desgracia, ellos puedan mantenerse en
noble independencia, sabiendo cómo usar las manos. Si tienen un capital de vigor, no pueden ser
pobres aun cuando no tengan un dólar.
Muchos que en su
juventud estuvieron en la prosperidad pueden ser despojados de todas sus
riquezas y dejados con padres y hermanos y hermanas que dependan de ellos para
su sostén. Por lo tanto, ¡cuán importante
es que cada joven sea educado para trabajar, a fin de que esté preparado para
cualquier emergencia! Ciertamente, las
riquezas son una maldición cuando sus poseedores permiten que se interpongan en
el camino de sus hijos e hijas y les impidan obtener un conocimiento del
trabajo útil a fin de que se preparen para la vida práctica (Testimonies. tomo
3, pág. 150).
LOS NIÑOS DEBEN
COMPARTIR LOS DEBERES DOMÉSTICOS.
La madre fiel no
será, ni puede serlo, una adicta a la moda, ni será una esclava doméstica que
soporte 328 los caprichos de sus hijos y los excuse del trabajo. Les enseñará a compartir con ella los
trabajos domésticos a fin de que tengan un conocimiento de la vida
práctica. Si los niños comparten el
trabajo con su madre, aprenderán a considerar las ocupaciones útiles como
esenciales para la felicidad, como ennoblecedoras más bien que
degradantes. Pero si la madre enseña a
sus hijas a ser indolentes, al paso que ella lleva las pesadas cargas de la
vida doméstica, les está enseñando a menospreciarla como a su sirvienta, que
les presta sus servicios y hace las cosas que ellas debieran hacer. La madre
siempre debiera retener su dignidad (Pacific Health Journal, junio de 1890).
Algunas madres
cometen el error de desligar a sus hijas de las faenas y los cuidados. Al hacer esto, las animan en la
indolencia. La excusa que a veces
presentan estas madres es: "Mis hijas no son fuertes". Pero ellas tienen la culpa de que sean
débiles e ineficientes. El trabajo bien
orientado es precisamente lo que necesitan para ser fuertes, vigorosas,
alegres, felices y valientes para afrontar las diversas pruebas que nos acosan
en esta vida (Signs of the Times. 19-8-1875).
ASÍGNESE TAREAS
ÚTILES A LOS HIJOS.
La negligencia de los
padres al descuidar el dar empleo a sus hijos ha resultado en males indecibles,
ha puesto en peligro las vidas de muchos jóvenes y ha dañado tristemente su
utilidad. Dios desea que tanto los
padres como los maestros preparen a los hijos en los deberes prácticos de la
vida de cada día. Animadlos para que
sean laboriosos. Las niñas, y aun los
muchachos que no tienen trabajo al aire libre, debieran aprender a ayudar a la
madre. Desde la niñez, debiera enseñarse
a los muchachos y las niñas a llevar cargas cada vez más pesadas, con las que
ayuden inteligentemente en el trabajo de la empresa familiar. 329 Madres,
pacientemente mostrad a vuestros hijos cómo usar sus manos. Entiendan ellos que sus manos han de ser
usadas tan hábilmente como las vuestras en el trabajo doméstico (Review and
Herald, 8-9-1904).
Cada hijo debiera
llevar una parte de la carga hogareña y debiera enseñársele a realizar su tarea
fiel y alegremente. Si el trabajo se
distribuye en esta forma y los niños crecen acostumbrándose a llevar
responsabilidades adecuadas, ningún miembro de la familia estará sobrecargado y
todo se desarrollará agradable y suavemente en el hogar. Se mantendrá una economía adecuada, pues cada
uno estará interiorizado de los detalles del hogar y se interesará en ellos (Signs of the Times,
23-8-1877).
COCINAR Y COSER SON
LECCIONES BÁSICAS
Las madres debieran
llevar a sus hijas a la cocina con ellas para darles una educación adecuada en
ese sector de la casa. También debieran
instruirlas en el arte de coser bien.
Debieran enseñarles a cortar prendas económicamente y luego a coserlas
con prolijidad. Algunas madres prefieren
hacer esto ellas mismas antes que molestarse en enseñar pacientemente a sus
hijas, faltas de experiencia. Pero al
hacer esto, descuidan los aspectos esenciales de la educación y cometen un gran
error contra sus hijas, pues con el correr de la vida se sienten molestas
debido a su falta de conocimiento en estas cosas (Appeal to Mothers, pág. 15).
DAD PREPARACIÓN TANTO
A LOS MUCHACHOS COMO A LAS NIÑAS.
Puesto que tanto los
hombres como las mujeres tienen una parte en la constitución del hogar, tanto
los niños como las niñas deberían obtener un conocimiento de los deberes
domésticos. El tender la cama, ordenar
una pieza, lavar la loza, preparar una comida, lavar y remendar su ropa,
constituyen una educación que no tiene por qué hacer menos varonil a ningún
muchacho; lo hará más feliz y más útil. 330 O si las niñas, a su vez pudiesen
aprender a enjaezar y guiar un caballo * manejar el serrucho y el martillo, lo
mismo que el rastrillo y la azada, estarían mejor preparadas para hacer frente
a las emergencias de la vida (La Educación, págs. 212, 213).
Es tan esencial para
nuestras hijas aprender el debido uso del tiempo como lo es para nuestros
hijos, y son igualmente responsables ante Dios por la manera en que lo
ocupan. La vida nos es dada para el
sabio perfeccionamiento de los talentos que poseemos (The Health Reformer,
diciembre de 1877).
CONSIDÉRESE UN
PRIVILEGIO EL CONSERVAR LA ENERGÍA DE LA MADRE.
Cada día hay trabajos
domésticos que hacer: cocinar, lavar los platos, barrer y limpiar el
polvo. Madres, ¿habéis enseñado a
vuestras hijas a hacer estos deberes diarios? . . . Sus músculos necesitan
ejercicio. En lugar de ejercitarse
saltando y jugando a la pelota o al croquet, hagan su ejercicio con algún
propósito (Manuscrito 129, 1898).
Enséñese a los niños
a compartir las cargas del hogar.
Manténgaselos ocupados en algún empleo útil. Muéstreseles cómo hacer su trabajo fácil y
eficientemente. Ayúdeseles a comprender
que al aliviar las cargas de su madre, le están preservando la energía y
prolongando la vida. Más de una madre
fatigada ha descendido a una tumba prematura sólo porque no se les enseñó a sus
hijos que compartieran sus cargas.
Fomentando un espíritu de servicio abnegado en el hogar, los padres
atraen a sus hijos más cerca de Cristo, que es la personificación del altruismo
(Manuscrito 70, 1903).
UN EXPERIMENTO EN LA
FELICIDAD.
Hijos, sentad a
vuestra madre en un cómodo sillón y pedidle que os indique lo que ella haría
primero. ¡Qué sorpresa 331 sería ésta para más de una madre cansada y abrumada!
Los niños y jóvenes nunca sentirán la paz de la felicidad hasta que por el fiel
cumplimiento de los deberes del hogar alivien las manos cansadas y el corazón y
cerebro fatigados de la madre. Estos son
peldaños en la escalera del progreso que los harán avanzar para recibir la
educación más elevada.
El fiel cumplimiento
de los deberes diarios es lo que trae la satisfacción y la paz propias del
verdadero obrero del hogar. Los que
descuidan compartir las responsabilidades del hogar son los que están
perturbados con la soledad y el descontento; pues no han aprendido la verdad de
que los que están contentos, lo están porque comparten la rutina diaria del
trabajo que recae sobre la madre u otros miembros de la familia. Muchos están dejando sin aprender las
lecciones más útiles que es esencial que entiendan para su bien futuro
(Manuscrito 129, 1898).
LA RECOMPENSA DE LA
FIDELIDAD EN LOS DEBERES DEL HOGAR.
Es verdaderamente
elevador el fiel cumplimiento de los deberes del hogar y el llenar el puesto
que podéis ocupar de la mejor manera posible, aunque sea de lo más sencillo y
humilde. Se necesita esta influencia
divina. En esto hay paz y sagrado
gozo. Posee poder curador. Secreta e insensiblemente mitigará las
heridas del alma y aun los sufrimientos del cuerpo. La paz mental, que proviene de acciones y
motivos puros y santos, dará libertad y empuje vigoroso a todos los órganos del
cuerpo. La paz interior y una conciencia
libre de culpa delante de Dios reavivarán y vigorizarán el intelecto, como el
rocío que destila sobre las tiernas plantas.
La voluntad entonces es correctamente dirigida y regida y es más
decidida y, sin embargo, está libre de terquedad. Las meditaciones son agradables porque están
santificadas. La serenidad mental que
podéis poseer bendecirá a todos con quienes os asociéis. 332
En su debida
oportunidad, esta paz y calma se volverán naturales y reflejarán sus preciosos
rayos en todo vuestro derredor, para reflejarse nuevamente sobre vosotros. Mientras más probéis de esta paz celestial y
tranquilidad mental, más aumentará. Es
un placer animado y viviente que no provoca la paralización de las energías
morales, sino que las despierta a una actividad multiplicada. La paz perfecta es un atributo del Cielo que
poseen los ángeles (Testimonies, tomo 2, págs. 326, 327).
HABRÁ ACTIVIDAD EN EL
CIELO.
Los ángeles son
obreros; son ministros de Dios para los hijos de los hombres. Los siervos negligentes que esperan un cielo
de inacción tienen ideas falsas de lo que constituye el cielo. El Creador no ha preparado un lugar para la
satisfacción de la indolencia pecaminosa.
El cielo es un lugar de actividad provechosa. Sin embargo, para el cansado y sobrecargado,
para los que han peleado la buena batalla de la fe, será un descanso glorioso,
pues será suyo el vigor juvenil de la inmortalidad, y no tendrán que luchar más
contra el pecado y Satanás. Para los
obreros enérgicos sería tedioso un estado de eterna indolencia. No sería cielo para ellos. La senda del trabajo arduo, asignada a los
cristianos en la tierra, puede ser dura y cansadora, pero ha sido honrada por
las pisadas del Redentor y está seguro el que sigue ese camino sagrado
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 99). 333