El primer libro de texto del niño.
La Biblia debería ser el primer libro de texto del niño. De este Libro, los padres han de dar sabias instrucciones. La Palabra de Dios ha de constituir la regla de la vida. De ella los niños han de aprender que Dios es su Padre; y de las hermosas lecciones de su Palabra han de adquirir un conocimiento de su carácter. Por la inculcación de sus principios, deben aprender a hacer justicia y juicio (Consejos para los Maestros, pág. 84).
Un libro de promesas, bendiciones y reproches.
La madre debe mantener la mente fresca y llena con las promesas y las bendiciones de la Palabra de Dios y también [debe tener en cuenta] las cosas prohibidas, para que cuando sus hijos obren mal, pueda presentarles un reproche por medio de la Palabra de Dios, y mostrarles cómo están afligiendo al Espíritu de Dios. Enseñadles que la aprobación y la sonrisa de Jesús tienen más valor que la alabanza o los halagos o la aprobación de los más ricos y los más exaltados, los más instruidos de la tierra. Conducidlos diariamente a Cristo, con amor, ternura, y fervor. No debéis permitir que ninguna cosa se interponga entre vosotros y esta gran obra (Review and Herald, 14-4-1885).
Su estudio edifica el carácter.
Las lecciones de la Biblia tienen influencia moral y religiosa en el carácter, cuando se las pone por obra en la vida práctica. Timoteo aprendió estas lecciones prácticas. El gran apóstol a menudo lo condujo a lugares apartados y le formuló preguntas acerca de la historia bíblica. Le mostró la necesidad de desterrar toda conducta equivocada y le dijo que la bendición alcanzaría con seguridad a todos los que fueran fieles 40 y veraces, y les concedería una adultez noble y recta. Una madurez noble y bien encuadrada no viene por casualidad. Es el resultado del proceso modelador de la edificación del carácter en los primeros años de la juventud, y de la práctica de la ley de Dios en el hogar. Dios bendecirá los esfuerzos fieles de todos los que enseñen a sus hijos de acuerdo con sus instrucciones (Carta 33, 1897).
Presenta el amor de Dios como un tema admirable.
Los niños de cada familia han de ser criados con la educación y la amonestación del Señor. Deben controlarse las propensiones al mal, deben subyugarse los temperamentos violentos; y los niños deben aprender que son propiedad del Señor, comprados con su propia sangre preciosa, y que no pueden vivir una vida de placer y vanidad, a fin de realizar su propia voluntad y llevar a cabo sus propias ideas, y a pesar de eso seguir perteneciendo al grupo de los hijos de Dios. Hay que instruir a los niños con bondad y paciencia. . . . Que los padres les enseñen el amor de Dios de modo que les resulte un tema agradable dentro del círculo familiar, y que la iglesia asuma la responsabilidad de alimentar a los corderitos tanto como a las ovejas del rebaño.
La Biblia debería ser el primer libro de texto del niño. De este Libro, los padres han de dar sabias instrucciones. La Palabra de Dios ha de constituir la regla de la vida. De ella los niños han de aprender que Dios es su Padre; y de las hermosas lecciones de su Palabra han de adquirir un conocimiento de su carácter. Por la inculcación de sus principios, deben aprender a hacer justicia y juicio (Consejos para los Maestros, pág. 84).
Un libro de promesas, bendiciones y reproches.
La madre debe mantener la mente fresca y llena con las promesas y las bendiciones de la Palabra de Dios y también [debe tener en cuenta] las cosas prohibidas, para que cuando sus hijos obren mal, pueda presentarles un reproche por medio de la Palabra de Dios, y mostrarles cómo están afligiendo al Espíritu de Dios. Enseñadles que la aprobación y la sonrisa de Jesús tienen más valor que la alabanza o los halagos o la aprobación de los más ricos y los más exaltados, los más instruidos de la tierra. Conducidlos diariamente a Cristo, con amor, ternura, y fervor. No debéis permitir que ninguna cosa se interponga entre vosotros y esta gran obra (Review and Herald, 14-4-1885).
Su estudio edifica el carácter.
Las lecciones de la Biblia tienen influencia moral y religiosa en el carácter, cuando se las pone por obra en la vida práctica. Timoteo aprendió estas lecciones prácticas. El gran apóstol a menudo lo condujo a lugares apartados y le formuló preguntas acerca de la historia bíblica. Le mostró la necesidad de desterrar toda conducta equivocada y le dijo que la bendición alcanzaría con seguridad a todos los que fueran fieles 40 y veraces, y les concedería una adultez noble y recta. Una madurez noble y bien encuadrada no viene por casualidad. Es el resultado del proceso modelador de la edificación del carácter en los primeros años de la juventud, y de la práctica de la ley de Dios en el hogar. Dios bendecirá los esfuerzos fieles de todos los que enseñen a sus hijos de acuerdo con sus instrucciones (Carta 33, 1897).
Presenta el amor de Dios como un tema admirable.
Los niños de cada familia han de ser criados con la educación y la amonestación del Señor. Deben controlarse las propensiones al mal, deben subyugarse los temperamentos violentos; y los niños deben aprender que son propiedad del Señor, comprados con su propia sangre preciosa, y que no pueden vivir una vida de placer y vanidad, a fin de realizar su propia voluntad y llevar a cabo sus propias ideas, y a pesar de eso seguir perteneciendo al grupo de los hijos de Dios. Hay que instruir a los niños con bondad y paciencia. . . . Que los padres les enseñen el amor de Dios de modo que les resulte un tema agradable dentro del círculo familiar, y que la iglesia asuma la responsabilidad de alimentar a los corderitos tanto como a las ovejas del rebaño.
(Review and Herald, 25-10-1892).
Sus relatos proporcionan seguridad al niño tímido.
Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la promesa: "Asienta campamento el ángel de Jehová en derredor de los que le temen, y los defiende" (Sal. 34: 7). Lea la maravillosa historia de Eliseo cuando estaba en la ciudad de la montaña y había entre él y el ejército de enemigos armados un círculo poderoso de ángeles celestiales. Lea cómo apareció el ángel de Dios a Pedro cuando estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo sacó 41 en salvo, pasando por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro con sus cerrojos y barrotes. Lea la escena desarrollada en el mar, cuando Pablo el prisionero, en viaje al lugar donde iba a ser juzgado y ejecutado, dirigió a los soldados y marineros náufragos, abatidos por el trabajo, la vigilancia y el ayuno, grandes palabras de valor y esperanza: "Os exhorto a que tengáis buen ánimo; porque no habrá pérdida de vida alguna de entre vosotros. . . . Porque estuvo junto a mí esta noche un ángel de Dios, de quien soy y a quien sirvo, el cual decía: No temas, Pablo; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí que Dios te ha dado a todos los que navegan contigo". Con fe en esta promesa, Pablo aseguró a sus compañeros: "No se perderá un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros". Así ocurrió. Por el hecho de estar en ese buque un hombre por medio del cual Dios podía obrar, toda la carga de soldados y marineros paganos se salvó. "Todos escaparon salvos a tierra" (Hech. 27: 22-24, 34, 44).
No fueron escritas estas cosas únicamente para que las leamos y nos asombremos, sino para que la misma fe que obró en los siervos de Dios de antaño, obre en nosotros. Dondequiera que haya corazones llenos de fe que sirvan de conducto a su poder, no será menos notable su modo de obrar ahora que entonces (La Educación, págs. 249, 250). Tened una fe firme, y enseñad a vuestros hijos que todos dependemos de Dios. Leedles la historia de los cuatro jóvenes hebreos, e impresionad su mente con la comprensión de la influencia para el bien que fue ejercida en el tiempo de Daniel gracias a una estricta observancia de los principios (Manuscrito 33, 1909).
Simplificad las lecciones de la Biblia.
Los padres deben enseñar a sus hijos lecciones de la Biblia, 42 haciéndolas tan simples de modo que puedan comprenderlas rápidamente (Carta 189, 1903). Enseñad a vuestros hijos que los mandamientos de Dios deben constituir la regla de su vida. Puede ser que las circunstancias los alejen de sus padres y sus hogares, pero las lecciones de instrucción dadas en la niñez y la juventud les serán una bendición durante toda su vida (Manuscrito 57, 1897).
Sus relatos proporcionan seguridad al niño tímido.
Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la promesa: "Asienta campamento el ángel de Jehová en derredor de los que le temen, y los defiende" (Sal. 34: 7). Lea la maravillosa historia de Eliseo cuando estaba en la ciudad de la montaña y había entre él y el ejército de enemigos armados un círculo poderoso de ángeles celestiales. Lea cómo apareció el ángel de Dios a Pedro cuando estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo sacó 41 en salvo, pasando por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro con sus cerrojos y barrotes. Lea la escena desarrollada en el mar, cuando Pablo el prisionero, en viaje al lugar donde iba a ser juzgado y ejecutado, dirigió a los soldados y marineros náufragos, abatidos por el trabajo, la vigilancia y el ayuno, grandes palabras de valor y esperanza: "Os exhorto a que tengáis buen ánimo; porque no habrá pérdida de vida alguna de entre vosotros. . . . Porque estuvo junto a mí esta noche un ángel de Dios, de quien soy y a quien sirvo, el cual decía: No temas, Pablo; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí que Dios te ha dado a todos los que navegan contigo". Con fe en esta promesa, Pablo aseguró a sus compañeros: "No se perderá un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros". Así ocurrió. Por el hecho de estar en ese buque un hombre por medio del cual Dios podía obrar, toda la carga de soldados y marineros paganos se salvó. "Todos escaparon salvos a tierra" (Hech. 27: 22-24, 34, 44).
No fueron escritas estas cosas únicamente para que las leamos y nos asombremos, sino para que la misma fe que obró en los siervos de Dios de antaño, obre en nosotros. Dondequiera que haya corazones llenos de fe que sirvan de conducto a su poder, no será menos notable su modo de obrar ahora que entonces (La Educación, págs. 249, 250). Tened una fe firme, y enseñad a vuestros hijos que todos dependemos de Dios. Leedles la historia de los cuatro jóvenes hebreos, e impresionad su mente con la comprensión de la influencia para el bien que fue ejercida en el tiempo de Daniel gracias a una estricta observancia de los principios (Manuscrito 33, 1909).
Simplificad las lecciones de la Biblia.
Los padres deben enseñar a sus hijos lecciones de la Biblia, 42 haciéndolas tan simples de modo que puedan comprenderlas rápidamente (Carta 189, 1903). Enseñad a vuestros hijos que los mandamientos de Dios deben constituir la regla de su vida. Puede ser que las circunstancias los alejen de sus padres y sus hogares, pero las lecciones de instrucción dadas en la niñez y la juventud les serán una bendición durante toda su vida (Manuscrito 57, 1897).
(La Conducción del Niño de E.G.de White)
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