jueves, 20 de diciembre de 2012

(IX) ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA EDIFICACIÓN DEL CARÁCTER: 36. “Ventajas de los Primeros Años”


La tierna niñez es el período más importante. No se puede exagerar la importancia de la educación precoz de los niños. Las lecciones que aprende el niño en los primeros siete años de vida tienen más que ver con la formación de su carácter que todo lo que aprende en los años futuros (Manuscrito 2, 1903).

Desde la niñez, ha de moderarse y formarse el carácter del niño de acuerdo con el plan divino. Han de instilarse las virtudes en su mente abierta (Signs of the Times, 25-9-1901). La obra de los padres debe comenzar cuando su hijo está en la infancia, para que pueda recibir las correctas impresiones en su carácter antes de que el mundo coloque su sello sobre la mente y el corazón (Review and Herald, 30-8-1881).

La edad más impresionable. Durante los primeros años de la vida de un niño, su mente es más susceptible a las impresiones buenas o malas. Durante esos años hace progreso decidido en la buena dirección o en la mala. Por un lado, se puede obtener mucha información sin valor; por otro lado, mucho conocimiento sólido y valioso. La fuerza del intelecto, el conocimiento sólido, son posesiones que no puede comprar el oro de Ophir. Su precio supera al  del oro o de la plata (Consejos para los Maestros, pág. 102).

Rara vez se olvidan las primeras impresiones. Las criaturas, niños y jóvenes no debieran oír una palabra impaciente del padre, la madre o cualquier miembro de la familia; porque reciben impresiones muy precoces en la vida y lo que los padres los hacen hoy, ellos serán mañana, y al día siguiente y al siguiente. Rara vez se olvidan las lecciones impresas en la mente del niño. . . . Las impresiones dejadas precozmente en el corazón se ven en los años siguientes. Quizá queden sepultadas, pero rara vez son raídas (Manuscrito 57, 1897).

El fundamento se coloca en los primeros tres años. Madres, estad seguras de que disciplináis debidamente a vuestros hijos durante los primeros tres años de su vida. No les permitáis que formen sus deseos y apetencias. La madre debe ser la mente para su hijo. Los primeros tres años son el tiempo cuando se dobla la diminuta rama. Las madres debieran entender la importancia que existe en ese período. Entonces es cuando se establece el fundamento. Si esas primeras lecciones han sido defectuosas, como sucede a menudo, por amor a Cristo, por amor al bien futuro y eterno de vuestros hijos, procurad reparar el daño que habéis hecho. Si habéis esperado hasta que vuestros hijos tuvieron tres años para comenzar a enseñarles dominio propio y obediencia, procurad hacerlo ahora, aunque será mucho más duro (Manuscrito 64, 1899).

No es tan difícil como se supone generalmente. Mucho de la ansiedad y dolores de los padres podría haberse ahorrado, si se hubiera enseñado a los niños desde su cuna que su voluntad no podía constituirse en ley y se podían complacer continuamente sus caprichos. No es tan difícil, como se supone generalmente,  enseñar a los niñitos que sofoquen sus estallidos de mal genio y sometan sus accesos de pasión (Pacific Health Journal, abril de 1890).

No pospongáis esta obra. Muchos descuidan su deber durante los primeros años de la vida de éstos [de sus hijos], pensando que cuando lleguen a ser mayores tendrán entonces mucho cuidado para reprimir lo malo y educarlos en lo bueno. Pero la época en que deben llevar a cabo esta obra es cuando los niños son tiernos lactantes en sus brazos. No es correcto que, los padres mimen y echen a perder a sus hijos; ni tampoco es correcto que los maltraten. Una conducta firme, decidida y recta producirá los mejores resultados (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 513).
Cuando he llamado la atención a los padres por los hábitos erróneos que han fomentado en sus tiernos hijos, algunos padres han manifestado completa indiferencia; otros me han dicho con una sonrisa: "¡Mis queridos hijitos! No puedo soportar la idea de hacerles reproches en ninguna forma. Ya se mejorarán con la edad. Entonces se avergonzarán de sus estallidos de mal genio. No es lo mejor ser demasiado exigente y estricto con los pequeños. Ellos superarán los hábitos de mentir, engañar y ser insolentes y egoístas". Por cierto, ésta es una forma de encarar el asunto muy fácil para las madres, pero no corresponde con la voluntad de Dios (Manuscrito 43, 1900).

Desbaratad los esfuerzos de Satanás para apoderarse de los pequeños. Padres, por regla general, fracasáis en comenzar precozmente vuestra obra. Permitís que Satanás ocupe de antemano el terreno del corazón sembrando las primeras semillas (Review and Herald, 14-4-1885). Tenéis una obra que hacer para que Satanás no se posesione de vuestros hijos y os los arrebate antes  de que hayan salido de vuestros brazos. Madres, debéis ocuparos de que los poderes de las tinieblas no gobiernen a vuestros pequeños. Debéis determinaros para que el enemigo no levante su estandarte de tinieblas en vuestro hogar (Signs of the Times, 22-7-1889).

Preparación también para la vida práctica. No hay sino unos pocos que emplean tiempo para considerar cuidadosamente que cierto conocimiento, tanto de las cosas temporales como eternas, puede ser obtenido por sus hijos durante sus primeros doce o quince años. En los primeros años de la vida, los hijos no sólo debieran obtener conocimiento de los libros, sino que debieran aprender las artes esenciales de la vida práctica; esto último no debiera impedir lo primero (Manuscrito 43, 1900).

La Herencia de Napoleón. El carácter de Napoleón Bonaparte recibió una gran influencia por su educación infantil. Algunos instructores desacertados inspiraron en él el amor a la conquista formando ejércitos simulados de los cuáles él era el comandante. Así se estableció el fundamento de su carrera de lucha y efusión de sangre. Si el mismo cuidado y esfuerzo se hubieran empleado para hacer de él un buen hombre, infundiendo en su joven corazón el espíritu del Evangelio, cuán ampliamente diferente habría sido su historia (Signs of the Times, 11-10-1910).

Hume y Voltaire. * Se dice que el escéptico Hume fue un concienzudo creyente de la Palabra de Dios en sus primeros años. Pertenecía a una  sociedad de debates, y allí se lo nombró para que presentara argumentos a favor de la incredulidad. Estudió con fervor y perseverancia, y su aguda y activa mente quedó impregnada con la sofistería del escepticismo. Antes de mucho, llegó al punto de creer sus enseñanzas engañosas, y toda su vida posterior llevó el oscuro sello de la incredulidad.

Cuando Voltaire tenía cinco años de edad, aprendió de memoria un poema de incredulidad, y su perniciosa influencia nunca se disipó de su mente.

 Llegó a ser uno de los más efectivos agentes de Satanás para apartar a los hombres de Dios. Millares se levantarán en el juicio y culparán al incrédulo Voltaire por la ruina de su alma. Cada joven determina la historia de su vida por los pensamientos y sentimientos acariciados en sus primeros años. Los hábitos correctos, virtuosos y viriles, formados en la juventud, se convertirán en parte del carácter y, por regla general, señalarán el curso del individuo por toda la vida.

Los jóvenes pueden convertirse en depravados o virtuosos a elección propia. Tanto pueden llegar a distinguirse por hechos dignos y nobles como por grandes crímenes y maldad (Ibid.).

La recompensa de Ana. A cada madre se confían oportunidades de valor inestimable e intereses infinitamente preciosos. Durante los tres primeros años de la vida del profeta Samuel, su madre lo enseñó cuidadosamente a distinguir entre el bien y el mal. Usando cada objeto familiar que lo rodeaba, procuró dirigir sus pensamientos hacia el Creador. En cumplimiento de su voto de entregar su hijo al Señor, con gran abnegación lo colocó bajo el cuidado de Elí, el sumo sacerdote, para ser preparado para el servicio en la casa de Dios. . . . Su primera educación lo indujo a mantener su integridad cristiana. ¡Qué recompensa recibió Ana! ¡Y qué estímulo a la  fidelidad es su ejemplo! (Review and Herald, 8-9-1904).

Cómo fue protegida la mente de José. Las lecciones que dio Jacob a José, en su juventud, al expresar su firme confianza en Dios y relatarle vez tras vez las preciosas evidencias de la amante bondad de Dios e incesante cuidado, fueron precisamente las lecciones que necesitó en su destierro entre un pueblo idólatra. Usó prácticamente esas lecciones en tiempo de prueba. Estando en la más difícil prueba, acudió a su Padre celestial en quien había aprendido a confiar. Si los preceptos y ejemplo del padre de José hubieran sido de un carácter opuesto, la pluma de la inspiración nunca hubiera trazado en las páginas de la historia sagrada el relato de integridad y virtud que reluce en el carácter de José. Las primeras impresiones efectuadas en su mente protegieron su corazón en la hora de la tremenda tentación y lo indujeron a exclamar: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" (Good Health, enero de 1880).

El fruto de una educación sabia. Es un hecho triste que cualquier debilidad e indecisión de parte de la madre son prestamente advertidas por los hijos, y el tentador entonces trabaja en sus mentes induciéndolos a persistir en sus inclinaciones. Si los padres cultivaran las cualidades que es necesario que empleen en la debida preparación de sus hijos, si colocaran claramente delante de ellos las reglas que deben seguir, y no permitieran que se quebrantaran esas reglas, el Señor cooperaría con ellos y bendeciría tanto a padres como a hijos (Manuscrito 133, 1898).

Desde una edad muy tierna, los niños están al alcance de influencias desmoralizadoras, pero los padres que profesan ser cristianos no parecen discernir el mal de su propio proceder. ¡Ojalá comprendieran  que la influencia que se ejerce sobre un niño en sus más tiernos años imprime una tendencia a su carácter y modela su destino para la vida eterna o la muerte eterna! Los niños reciben las impresiones morales y espirituales, y los que son sabiamente educados en la niñez quizá yerren a veces, pero no irán lejos en su descarrío
(Signs of the Times, 16-4-1896).

(La Conducción del Niño de E.G. de White)

(VIII) LA TAREA SUPREMA: EL DESARROLLO DEL CARÁCTER 35. "Cómo Pueden los Padres Edificar Caracteres Firmes"


Conságresele el mejor tiempo y pensamiento.
Los padres reciben al hijo como a un ser desvalido; no sabe nada y ha de enseñársele que ame a Dios, ha de ser criado en la instrucción y admonición del Señor. Ha de ser conformado de acuerdo con el modelo divino. Cuando los padres vean la importancia de la obra de educar a sus hijos, cuando vean que implica intereses eternos, sentirán que deben dedicar su mejor tiempo y pensamiento a esta obra (Signs of the Times, 16-3-1891).

Entiéndanse los principios implicados. Las lecciones aprendidas, los hábitos adquiridos durante los años de la infancia y de la niñez, influyen en la formación del carácter y la dirección de la vida mucho más que todas las instrucciones y que toda la educación de los años subsiguientes. Los padres deben considerar esto. Deben comprender los principios que constituyen la base del cuidado y de la educación de los hijos. Deben ser capaces de criarlos con buena salud física, mental y moral (El Ministerio de Curación, pág. 294).

Rehuid la superficialidad. Vivimos en un siglo cuando casi todo es superficial. No hay sino poca estabilidad y firmeza de carácter debido a que la instrucción y educación de los niños es superficial desde la cuna. Su carácter se construye sobre arena escurridiza. La abnegación y el dominio propio no han modelado sus caracteres. Han sido engreídos y complacidos hasta que se los echó a perder para la vida práctica. El amor del placer rige su mente y los hijos son lisonjeados y se los complace para su ruina (Health Reformer, diciembre de 1872).

Fortalézcanse a los hijos por medio de la oración y la fe. Habéis traído hijos al mundo sin que ellos tuvieran participación en el hecho de existir. Os habéis hecho responsables en gran medida de su felicidad futura, su bienestar eterno. La responsabilidad descansa sobre vosotros, ya sea que lo comprendáis o no, de preparar a esos hijos para Dios: de velar con celoso cuidado la primera aproximación del astuto enemigo y estar preparados para levantar una norma contra él. Edificad una fortaleza de oración y fe en torno de vuestros hijos y ejerced en ella diligente vigilancia. No estáis seguros un momento contra los ataques de Satanás. No tenéis tiempo para descansar de la labor vigilante y ferviente. No debéis dormir un momento en vuestro puesto. Esta es una contienda importantísima. Están implicadas consecuencias eternas. Se trata de vida o muerte para vosotros y vuestra familia (Testimonies, tomo 2, págs. 397, 398).

Tomad una actitud firme y decidida. Los padres confían generalmente demasiado en sus hijos; y sucede con frecuencia que, cuando los padres confían en ellos, estos hijos están sumidos en iniquidad oculta. Padres, velad sobre vuestros hijos con cuidado celoso. Exhortadlos, reprendedlos, aconsejadlos cuando os levantáis y cuando os sentáis; cuando salís y cuando entráis; "mandamiento tras mandamiento, . . . línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá" (Isa. 28: 10). Subyugad a vuestros hijos cuando son jóvenes. Muchos padres descuidan esto lamentablemente. No asumen una actitud tan firme y decidida como debieran asumirla con respecto a sus hijos (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 49).

Sembrad pacientemente la preciosa semilla. "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Padres, vuestra obra es ganar la confianza de vuestros  hijos y sembrar con amor la preciosa semilla. Haced vuestra obra con contentamiento, sin quejaros nunca de las penalidades, del cuidado y del esfuerzo. Si mediante esfuerzos pacientes, bondadosos y semejantes a los de Cristo podéis presentar un alma perfecta en Cristo Jesús, vuestra vida no habrá sido en vano. Mantened vuestra propia alma llena de esperanza y paciencia. No se vea el desánimo en vuestros rasgos o actitud. Tenéis en vuestras manos la formación de un ser que, mediante la ayuda de Dios, podrá trabajar en la viña del Maestro y ganará muchas almas para Jesús. Animad siempre a vuestros hijos a que alcancen una elevada norma en todos sus hábitos y tendencias. Sed pacientes con sus imperfecciones, así como Dios es paciente con vosotros en vuestras imperfecciones, soportándoos, velando sobre vosotros, para que podáis dar fruto para su gloria. Animad a vuestros hijos a fin de que se esfuercen en añadir a sus logros las virtudes que les faltan (Manuscrito 136, 1898).

Enseñad sumisión a la ley. Padres y madres, sed razonables. Enseñad a vuestros hijos que deben estar subordinados a la ley (Manuscrito 49, 1901).
No significa misericordia ni bondad el permitir que un niño haga lo que quiera, el someterse a su capricho y descuidar la corrección argumentando que lo amáis demasiado para castigarlo. ¿Qué clase de amor es el que permite que vuestro hijo desarrolle rasgos de carácter que lo harán sufrir a él y a otros? ¡Perezca tal amor! El verdadero amor velará por el bien presente y eterno del alma (Review and Herald, 16-7-1895).

¿Qué derecho tienen los padres de traer hijos al mundo para descuidarlos y dejar que crezcan sin cultura y preparación cristiana?
  Los padres debieran ser responsables. Enseñadles dominio propio; enseñadles  que han de ser dirigidos y no están para dirigir (Manuscrito 9, 1893).

Coordinad lo físico, mental y espiritual. Las facultades físicas, mentales y espirituales debieran desarrollarse de modo que formen un carácter debidamente equilibrado. Los hijos debieran ser vigilados, custodiados y disciplinados a fin de lograr esto con todo éxito (Testimonies, tomo 4, págs. 197, 198).
La constitución física de Jesús, tanto como su desarrollo espiritual se presentan delante de nosotros con estas palabras "El niño crecía" y "crecía . . . en estatura". Durante la niñez y la juventud debiera prestarse atención al desarrollo físico. Los padres debieran educar a sus hijos de tal forma en buenos hábitos de comida y bebida, de vestido y ejercicio, que pueda establecerse un sólido fundamento para la buena salud en los años venideros. El organismo debiera cuidarse de un modo especial a fin de que no se empequeñezcan las facultades físicas, sino que se desarrollen plenamente. Esto coloca a los niños y jóvenes en una posición favorable, de modo que, a semejanza de Cristo y con la debida educación religiosa, puedan crecer fuertes en espíritu (Youth's Instructor, 27-7-1893).

La salud se relaciona con el intelecto y la moral. A fin de despertar la sensibilidad moral de vuestros hijos a las demandas que Dios les hace, debéis imprimir en su mente y corazón la forma de obedecer las leyes de Dios en la estructura física de ellos; pues la salud tiene mucho que ver con su intelecto y su moral. Si gozan de salud y pureza de corazón, están mejor preparados para vivir y ser una bendición para el mundo. Equilibrar su mente en la dirección adecuada y en el momento adecuado es una obra importantísima, pues muchísimo depende de una decisión hecha en el momento crítico. Cuán importante es pues que la mente de los Padres esté libre en todo lo posible de la perplejidad y el cuidado anheloso de cosas innecesarias, para que puedan pensar y actuar con consideración tranquila, sabiduría y amor, haciendo de la salud física y moral de sus hijos el primero y más elevado objetivo (Health Reformer, diciembre de 1872).
Los padres se preguntan por qué sus hijos son mucho más difíciles de encauzar de lo que ellos fueron, cuando en la mayoría de los casos su propia dirección criminal los ha hecho así. La clase de alimento que ponen sobre la mesa y que instan a sus hijos a que coman, continuamente está excitando sus pasiones animales y debilitando las facultades morales e intelectuales (Pacific Health Journal, octubre de 1897).

El alimento puro es esencial para la mente. Educad las facultades y gustos de vuestros seres amados; procurad que su mente esté ocupada de antemano de modo que no haya lugar para pensamientos o complacencias de carácter bajo y degradante. La gracia de Cristo es el único antídoto o preventivo del mal. Si lo queréis, podéis elegir que la mente de vuestros hijos esté ocupada con pensamientos puros y límpidos o con los males que existen por doquiera: orgullo y olvido de su Redentor. La mente, a semejanza del cuerpo, necesita de alimento puro a fin de disfrutar de salud y fortaleza. Dad a vuestros hijos algo para pensar que esté fuera de ellos y por encima de ellos. La mente que vive en una atmósfera pura y santa no llegará a ser trivial, frívola, vana y egoísta (Carta 27, 1890).

Vivimos en un tiempo cuando todo lo que es falso y superficial se exalta por encima de lo real, lo natural y lo duradero. La mente debe estar exenta de todo lo que la lleve en una dirección equivocada. No debiera ser sobrecargada con relatos baladíes  que no añaden fortaleza a las facultades mentales. Los pensamientos serán del mismo carácter del alimento que se proporciona a la mente (Testimonies, tomo 5, pág. 544).

No es suficiente un intelecto brillante. Quizá os complazca el intelecto brillante de vuestro hijo, pero a menos que esté dominado por un corazón santificado, obrará en dirección opuesta a Dios. Solamente la comprensión cabal de las demandas de Dios sobre nosotros nos puede dar la debida estabilidad de carácter, agudeza mental y profundidad de entendimiento esenciales para el éxito, tanto en este mundo como en el venidero (Review and Herald, 23-4-1889).

Tened propósitos elevados en el desarrollo del carácter. Si enseñamos a nuestros hijos que sean laboriosos, se habrá vencido la mitad del peligro, pues la ociosidad acarrea toda suerte de tentaciones al pecado. Eduquemos a nuestros hijos para que sean sencillos en sus maneras sin ser osados, que sean benévolos y abnegados sin ser derrochadores, que sean económicos sin convertirse en avaros. Y por encima de todo, enseñémosles las demandas que Dios tiene sobre ellos, que es su deber practicar la religión en todo aspecto de la vida, que debieran amar a Dios por sobre todas las cosas, y amar a sus prójimos sin descuidar las pequeñas cortesías de la vida que son esenciales para la felicidad (Pacific Health Journal, mayo de 1890).

Orad en procura de sabiduría celestial. Los padres debieran reflexionar y orar fervientemente a Dios en procura de sabiduría y ayuda divinas para educar debidamente a sus hijos a fin de que desarrollen caracteres que aprobará Dios. No debieran preocuparse por la forma de educar a sus hijos para que sean alabados y honrados por el mundo, sino por la forma en que puedan educarlos para formar caracteres bellos que Dios pueda aprobar. Se necesitan mucha oración y mucho estudio en procura de sabiduría celestial para conocer cómo tratar con las mentes juveniles, pues muchísimo depende de la dirección que los padres den a la mente y a la voluntad de sus hijos (Health Reformer, diciembre de 1872).

Debe impartirse dirección moral y espiritual. Los padres deben ser impresionados con su obligación de dar al mundo hijos que tengan caracteres bien desarrollados; hijos que tengan poder moral para resistir a la tentación y cuya vida sea un honor para Dios y una bendición para sus prójimos. Los que entren en la vida activa con principios firmes, estarán preparados para mantenerse límpidos en medio de la corrupción moral de este siglo corrupto (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 75).

Enseñad a los niños que elijan por sí mismos. Enséñese a los jóvenes y niños a escoger para sí la vestidura real tejida en el telar del cielo, el "lino fino blanco. . . . y puro" (Apoc. 19: 8) que usarán todos los santos de la tierra. Se ofrece gratuitamente a todo ser humano esta vestidura, el carácter inmaculado de Cristo. Pero todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí. Enséñese a los niños que, al abrir su mente a los pensamientos de pureza y amor, y ejecutar acciones útiles y amables, se visten con la hermosa vestidura del carácter de Cristo. Este traje los hará hermosos y amados aquí, y más adelante será su título de admisión al palacio del Rey (La Educación, pág. 243).

(La Conducción del Niño de E.G. de White)