Conságresele el mejor tiempo y pensamiento.
Los padres reciben al hijo como a un ser desvalido; no sabe nada y ha de enseñársele que ame a Dios, ha de ser criado en la instrucción y admonición del Señor. Ha de ser conformado de acuerdo con el modelo divino. Cuando los padres vean la importancia de la obra de educar a sus hijos, cuando vean que implica intereses eternos, sentirán que deben dedicar su mejor tiempo y pensamiento a esta obra (Signs of the Times, 16-3-1891).
Entiéndanse los principios implicados. Las lecciones aprendidas, los hábitos adquiridos durante los años de la infancia y de la niñez, influyen en la formación del carácter y la dirección de la vida mucho más que todas las instrucciones y que toda la educación de los años subsiguientes. Los padres deben considerar esto. Deben comprender los principios que constituyen la base del cuidado y de la educación de los hijos. Deben ser capaces de criarlos con buena salud física, mental y moral (El Ministerio de Curación, pág. 294).
Rehuid la superficialidad. Vivimos en un siglo cuando casi todo es superficial. No hay sino poca estabilidad y firmeza de carácter debido a que la instrucción y educación de los niños es superficial desde la cuna. Su carácter se construye sobre arena escurridiza. La abnegación y el dominio propio no han modelado sus caracteres. Han sido engreídos y complacidos hasta que se los echó a perder para la vida práctica. El amor del placer rige su mente y los hijos son lisonjeados y se los complace para su ruina (Health Reformer, diciembre de 1872).
Fortalézcanse a los hijos por medio de la oración y la fe. Habéis traído hijos al mundo sin que ellos tuvieran participación en el hecho de existir. Os habéis hecho responsables en gran medida de su felicidad futura, su bienestar eterno. La responsabilidad descansa sobre vosotros, ya sea que lo comprendáis o no, de preparar a esos hijos para Dios: de velar con celoso cuidado la primera aproximación del astuto enemigo y estar preparados para levantar una norma contra él. Edificad una fortaleza de oración y fe en torno de vuestros hijos y ejerced en ella diligente vigilancia. No estáis seguros un momento contra los ataques de Satanás. No tenéis tiempo para descansar de la labor vigilante y ferviente. No debéis dormir un momento en vuestro puesto. Esta es una contienda importantísima. Están implicadas consecuencias eternas. Se trata de vida o muerte para vosotros y vuestra familia (Testimonies, tomo 2, págs. 397, 398).
Tomad una actitud firme y decidida. Los padres confían generalmente demasiado en sus hijos; y sucede con frecuencia que, cuando los padres confían en ellos, estos hijos están sumidos en iniquidad oculta. Padres, velad sobre vuestros hijos con cuidado celoso. Exhortadlos, reprendedlos, aconsejadlos cuando os levantáis y cuando os sentáis; cuando salís y cuando entráis; "mandamiento tras mandamiento, . . . línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá" (Isa. 28: 10). Subyugad a vuestros hijos cuando son jóvenes. Muchos padres descuidan esto lamentablemente. No asumen una actitud tan firme y decidida como debieran asumirla con respecto a sus hijos (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 49).
Sembrad pacientemente la preciosa semilla. "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Padres, vuestra obra es ganar la confianza de vuestros hijos y sembrar con amor la preciosa semilla. Haced vuestra obra con contentamiento, sin quejaros nunca de las penalidades, del cuidado y del esfuerzo. Si mediante esfuerzos pacientes, bondadosos y semejantes a los de Cristo podéis presentar un alma perfecta en Cristo Jesús, vuestra vida no habrá sido en vano. Mantened vuestra propia alma llena de esperanza y paciencia. No se vea el desánimo en vuestros rasgos o actitud. Tenéis en vuestras manos la formación de un ser que, mediante la ayuda de Dios, podrá trabajar en la viña del Maestro y ganará muchas almas para Jesús. Animad siempre a vuestros hijos a que alcancen una elevada norma en todos sus hábitos y tendencias. Sed pacientes con sus imperfecciones, así como Dios es paciente con vosotros en vuestras imperfecciones, soportándoos, velando sobre vosotros, para que podáis dar fruto para su gloria. Animad a vuestros hijos a fin de que se esfuercen en añadir a sus logros las virtudes que les faltan (Manuscrito 136, 1898).
Enseñad sumisión a la ley. Padres y madres, sed razonables. Enseñad a vuestros hijos que deben estar subordinados a la ley (Manuscrito 49, 1901).
No significa misericordia ni bondad el permitir que un niño haga lo que quiera, el someterse a su capricho y descuidar la corrección argumentando que lo amáis demasiado para castigarlo. ¿Qué clase de amor es el que permite que vuestro hijo desarrolle rasgos de carácter que lo harán sufrir a él y a otros? ¡Perezca tal amor! El verdadero amor velará por el bien presente y eterno del alma (Review and Herald, 16-7-1895).
¿Qué derecho tienen los padres de traer hijos al mundo para descuidarlos y dejar que crezcan sin cultura y preparación cristiana?
Coordinad lo físico, mental y espiritual. Las facultades físicas, mentales y espirituales debieran desarrollarse de modo que formen un carácter debidamente equilibrado. Los hijos debieran ser vigilados, custodiados y disciplinados a fin de lograr esto con todo éxito (Testimonies, tomo 4, págs. 197, 198).
La constitución física de Jesús, tanto como su desarrollo espiritual se presentan delante de nosotros con estas palabras "El niño crecía" y "crecía . . . en estatura". Durante la niñez y la juventud debiera prestarse atención al desarrollo físico. Los padres debieran educar a sus hijos de tal forma en buenos hábitos de comida y bebida, de vestido y ejercicio, que pueda establecerse un sólido fundamento para la buena salud en los años venideros. El organismo debiera cuidarse de un modo especial a fin de que no se empequeñezcan las facultades físicas, sino que se desarrollen plenamente. Esto coloca a los niños y jóvenes en una posición favorable, de modo que, a semejanza de Cristo y con la debida educación religiosa, puedan crecer fuertes en espíritu (Youth's Instructor, 27-7-1893).
La salud se relaciona con el intelecto y la moral. A fin de despertar la sensibilidad moral de vuestros hijos a las demandas que Dios les hace, debéis imprimir en su mente y corazón la forma de obedecer las leyes de Dios en la estructura física de ellos; pues la salud tiene mucho que ver con su intelecto y su moral. Si gozan de salud y pureza de corazón, están mejor preparados para vivir y ser una bendición para el mundo. Equilibrar su mente en la dirección adecuada y en el momento adecuado es una obra importantísima, pues muchísimo depende de una decisión hecha en el momento crítico. Cuán importante es pues que la mente de los Padres esté libre en todo lo posible de la perplejidad y el cuidado anheloso de cosas innecesarias, para que puedan pensar y actuar con consideración tranquila, sabiduría y amor, haciendo de la salud física y moral de sus hijos el primero y más elevado objetivo (Health Reformer, diciembre de 1872).
Los padres se preguntan por qué sus hijos son mucho más difíciles de encauzar de lo que ellos fueron, cuando en la mayoría de los casos su propia dirección criminal los ha hecho así. La clase de alimento que ponen sobre la mesa y que instan a sus hijos a que coman, continuamente está excitando sus pasiones animales y debilitando las facultades morales e intelectuales (Pacific Health Journal, octubre de 1897).
El alimento puro es esencial para la mente. Educad las facultades y gustos de vuestros seres amados; procurad que su mente esté ocupada de antemano de modo que no haya lugar para pensamientos o complacencias de carácter bajo y degradante. La gracia de Cristo es el único antídoto o preventivo del mal. Si lo queréis, podéis elegir que la mente de vuestros hijos esté ocupada con pensamientos puros y límpidos o con los males que existen por doquiera: orgullo y olvido de su Redentor. La mente, a semejanza del cuerpo, necesita de alimento puro a fin de disfrutar de salud y fortaleza. Dad a vuestros hijos algo para pensar que esté fuera de ellos y por encima de ellos. La mente que vive en una atmósfera pura y santa no llegará a ser trivial, frívola, vana y egoísta (Carta 27, 1890).
Vivimos en un tiempo cuando todo lo que es falso y superficial se exalta por encima de lo real, lo natural y lo duradero. La mente debe estar exenta de todo lo que la lleve en una dirección equivocada. No debiera ser sobrecargada con relatos baladíes que no añaden fortaleza a las facultades mentales. Los pensamientos serán del mismo carácter del alimento que se proporciona a la mente (Testimonies, tomo 5, pág. 544).
No es suficiente un intelecto brillante. Quizá os complazca el intelecto brillante de vuestro hijo, pero a menos que esté dominado por un corazón santificado, obrará en dirección opuesta a Dios. Solamente la comprensión cabal de las demandas de Dios sobre nosotros nos puede dar la debida estabilidad de carácter, agudeza mental y profundidad de entendimiento esenciales para el éxito, tanto en este mundo como en el venidero (Review and Herald, 23-4-1889).
Tened propósitos elevados en el desarrollo del carácter. Si enseñamos a nuestros hijos que sean laboriosos, se habrá vencido la mitad del peligro, pues la ociosidad acarrea toda suerte de tentaciones al pecado. Eduquemos a nuestros hijos para que sean sencillos en sus maneras sin ser osados, que sean benévolos y abnegados sin ser derrochadores, que sean económicos sin convertirse en avaros. Y por encima de todo, enseñémosles las demandas que Dios tiene sobre ellos, que es su deber practicar la religión en todo aspecto de la vida, que debieran amar a Dios por sobre todas las cosas, y amar a sus prójimos sin descuidar las pequeñas cortesías de la vida que son esenciales para la felicidad (Pacific Health Journal, mayo de 1890).
Orad en procura de sabiduría celestial. Los padres debieran reflexionar y orar fervientemente a Dios en procura de sabiduría y ayuda divinas para educar debidamente a sus hijos a fin de que desarrollen caracteres que aprobará Dios. No debieran preocuparse por la forma de educar a sus hijos para que sean alabados y honrados por el mundo, sino por la forma en que puedan educarlos para formar caracteres bellos que Dios pueda aprobar. Se necesitan mucha oración y mucho estudio en procura de sabiduría celestial para conocer cómo tratar con las mentes juveniles, pues muchísimo depende de la dirección que los padres den a la mente y a la voluntad de sus hijos (Health Reformer, diciembre de 1872).
Debe impartirse dirección moral y espiritual. Los padres deben ser impresionados con su obligación de dar al mundo hijos que tengan caracteres bien desarrollados; hijos que tengan poder moral para resistir a la tentación y cuya vida sea un honor para Dios y una bendición para sus prójimos. Los que entren en la vida activa con principios firmes, estarán preparados para mantenerse límpidos en medio de la corrupción moral de este siglo corrupto (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 75).
Enseñad a los niños que elijan por sí mismos. Enséñese a los jóvenes y niños a escoger para sí la vestidura real tejida en el telar del cielo, el "lino fino blanco. . . . y puro" (Apoc. 19: 8) que usarán todos los santos de la tierra. Se ofrece gratuitamente a todo ser humano esta vestidura, el carácter inmaculado de Cristo. Pero todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí. Enséñese a los niños que, al abrir su mente a los pensamientos de pureza y amor, y ejecutar acciones útiles y amables, se visten con la hermosa vestidura del carácter de Cristo. Este traje los hará hermosos y amados aquí, y más adelante será su título de admisión al palacio del Rey (La Educación, pág. 243).
(La Conducción del Niño de E.G. de White)
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