El único tesoro que se lleva de este mundo.
Un carácter formado a la semejanza divina es el único tesoro que, podemos llevar de este mundo al venidero. Los que en este mundo andan de acuerdo con las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las mansiones celestiales toda adquisición divina. Y en el cielo mejoraremos continuamente. Cuán importante es, pues, el desarrollo del carácter en esta vida (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, pág. 303).
El carácter íntegro es una cualidad del alma.
La habilidad mental y el genio no son el carácter, porque a menudo son posesión de quienes tienen justamente lo opuesto a lo que es un buen carácter. La reputación no es el carácter. El verdadero carácter es una cualidad del alma que se manifiesta en la conducta (Youth's Instructor, 3-11-1886).
Un buen carácter es un capital de más valor que el oro o la plata. No lo afectan los pánicos ni los fracasos, y en aquel día en que serán barridas las posesiones terrenales, os producirá ricos dividendos.
La integridad, la firmeza y la perseverancia, son cualidades que todos deben procurar cultivar fervorosamente; porque invisten a su poseedor con un poder irresistible, un poder que lo hará fuerte para hacer el bien, fuerte para resistir el mal y para soportar la adversidad
(Consejos para los Maestros, pág. 174).
Sus dos elementos esenciales.
La fuerza de carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio propio. Muchos jóvenes consideran equivocadamente la pasión fuerte y sin control como fuerza de carácter; pero la verdad es que el que es dominado por sus pasiones es un hombre débil. La verdadera grandeza y nobleza del hombre se miden por su poder de subyugar sus sentimientos, y no por el poder que tienen sus sentimientos de subyugarle a él. El hombre más fuerte es aquel que, aunque sensible al maltrato, refrena sin embargo la pasión y perdona a sus enemigos (Id., pág. 171).
Más necesario que la ostentación.
Si se considerara tan importante que los jóvenes posean un carácter hermoso y una disposición amistosa, como se estima importante que imiten las modas del mundo en el vestir y el comportarse, veríamos a cientos, donde hoy vemos a uno, que suben al escenario de la vida activa preparados para ejercer una influencia ennoblecedora sobre la sociedad (Fundamentals of Christian Education, pág. 69).
Su desarrollo es la obra de toda la vida.
La formación del carácter es la obra de toda la vida, y es para la eternidad. Si todos comprendieran esto, si despertaran al pensamiento de que individualmente estamos decidiendo nuestro propio destino para la vida eterna o la ruina eterna, ¡qué cambio ocurriría! ¡En qué forma diferente ocuparíamos este tiempo de prueba, y qué caracteres diferentes llenarían nuestro mundo! (Youth's Instructor, 19-2-1903).
Desarrollo y crecimiento.
La germinación de la semilla representa el comienzo de la vida espiritual, y el desarrollo de la planta es una figura del desarrollo del carácter. No puede haber vida sin crecimiento. La planta crece, o muere. Del mismo modo que su crecimiento es silencioso, imperceptible pero continuo, así es también el crecimiento del carácter. En cualquier etapa del desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; sin embargo, si se cumple el Propósito de Dios para con nosotros, habrá un progreso constante.
(La Educación, págs. 101, 102).
Es la cosecha de la vida.
El carácter es la cosecha de la vida, y esto es lo que determina el destino, tanto para esta vida como para la venidera.
La cosecha es la reproducción de la semilla sembrada. Toda semilla da fruto "según su género". Lo mismo ocurre con los rasgos de carácter que fomentamos. El egoísmo, el amor propio, el engreimiento, la propia complacencia, se reproducen, y el final es desgracia y ruina. "Por qué el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas aquel que siembra para el espíritu segará vida eterna" (Gál. 6: 8). El amor, la simpatía y la bondad, dan fruto de bendición, una cosecha imperecedera
(Id., págs. 104, 105).
La mayor evidencia del cristianismo.
Si las madres cristianas presentaran a la sociedad niños con caracteres íntegros, con firmes principios y una moral sólida, habrían realizado la más importante de todas las labores misioneras. Sus hijos, cabalmente educados para ocupar sus lugares en la sociedad, constituyen la mayor evidencia del cristianismo que pueda darse al mundo (Pacific Health Journal, junio de 1890).
La influencia de un hijo debidamente educado.
No hay otra obra más elevada que haya sido encomendada a los mortales que la formación del carácter. Los hijos no sólo deben ser educados sino también formados; ¿y quién puede predecir el futuro de un niño o un joven? Ejerced el mayor cuidado sobre la formación de vuestros hijos. Un niño, debidamente disciplinado en los principios de la verdad, que tiene el amor y el temor de Dios entretejidos en su carácter, poseerá un poder para el bien en el mundo que no puede estimarse (Signs of the Times, 13-7-1888).
(La Conducción del Niño de E.G. de White)