Iniciad la tarea con espíritu reposado y corazón amante.
Hermana, ¿le ha conferido Dios las responsabilidades de madre?.... Necesita aprender los métodos correctos y adquirir tacto para la educación de sus pequeños, para que permanezcan en el camino del Señor. Necesita buscar constantemente la cultura más elevada de la mente y el alma, para poder encarar la educación y la preparación de sus 30 hijos con un espíritu reposado y un corazón amante; para poder imbuirlos de aspiraciones puras, y cultivar en ellos un amor por las cosas honradas, puras y santas. Como humilde hija de Dios, aprenda en la escuela de Cristo; busque constantemente mejorar sus facultades para que pueda realizar la obra más perfecta y cabal en el hogar, tanto por precepto como por ejemplo (Review and Herald, 15-9-1891).
El efecto de los modales reposados y suaves.
Pocos comprenden el efecto de los modales suaves pero firmes, aun en el cuidado de un bebé. La madre irritable e impaciente crea mal humor en el niño que tiene en sus brazos, mientras que los modales suaves tienden a aquietar la nerviosidad del pequeño (Pacific Health Journal, enero de 1890).
Hay que probar las teorías.
El estudio de los libros será de poco beneficio, a menos que las ideas obtenidas puedan ponerse en práctica. Y sin embargo, las sugestiones más valiosas de los demás deberían adaptarse con reflexión y discernimiento. Tal vez no se adapten igualmente a las circunstancias de cada madre, o a la disposición peculiar o el temperamento de cada niño de la familia. Que la madre estudie cuidadosamente la experiencia de otros, que advierta la diferencia existente entre sus métodos y los propios, y pruebe cuidadosamente aquello que realmente parece tener valor (Signs of the Times, 9-2-1882).
Métodos empleados en la antigüedad.
Desde los más remotos tiempos, los fieles de Israel prestaron mucha atención al asunto de la educación. El Señor había indicado que a los niños, aun desde sus primeros días, se les instruyera acerca de su bondad y grandeza, especialmente como se revelaba en su ley y en la historia de Israel. Mediante el canto, la oración y las lecciones de las Escrituras, las madres tenían que enseñar a sus hijos que la ley de 31 Dios es una expresión de su carácter y que a medida que recibiesen en el corazón los principios de esa ley, la imagen de Dios se delinearía en la mente y en el alma. En la escuela y en el hogar, gran parte de la enseñanza era oral, pero los jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos, y los rollos de pergamino de las Escrituras del Antiguo Testamento se abrían a su estudio. (La Educación Cristiana, pág. 386).
Enseñad con bondad y afecto.
Los padres y las madres tienen a su cargo la obra especial de enseñar a sus hijos con bondad y afecto. Deben demostrar que como padres son los que sujetan las riendas, que gobiernan, y que no son gobernados por sus hijos. Deben enseñar que de cada uno se requiere obediencia (Carta 104, 1897).
El espíritu inquieto se inclina naturalmente a la travesura; la mente activa, si no está ocupada con cosas mejores, prestará atención a lo que sugiere Satanás. Los niños necesitan . . . ser instruidos, ser guiados por las sendas seguras, ser mantenidos fuera del vicio, ser ganados por la bondad, y ser confirmados en el bien hacer (Carta 28, 1890).
Padres y madres, tenéis una obra solemne que realizar. La salvación eterna de vuestros hijos depende de vuestra conducta. ¿Cómo educaréis con éxito a vuestros hijos? No reprendiéndolos, porque no hará ningún bien. Hablad a vuestros hijos como si tuvierais confianza en su inteligencia. Tratadlos con bondad, ternura y amor. Decidles lo que Dios espera que hagan. Decidles que Dios desea que se eduquen y se preparen para ser obreros con él. Cuando hagáis vuestra parte, podéis confiar que el Señor hará su parte. (Manuscrito 33, 1909).
Dedicad tiempo a razonar.
Cada madre debería dedicar tiempo para razonar con sus hijos, para corregir 32 sus errores, y enseñarles pacientemente la conducta correcta (Testimonies, tomo 1, pág. 390).
Cambiad los métodos de instrucción. En la educación de los jóvenes, debe ejercerse el mayor cuidado y variar la instrucción, a fin de poner a contribución las altas y nobles facultades de la mente. . . Son pocos los que comprenden las necesidades esenciales de la mente, y cómo se ha de dirigir, el intelecto que se desarrolla, los crecientes pensamientos y sentimientos de la juventud (Consejos para los Maestros, pág. 59).
Enseñad las primeras lecciones al aire libre.
Madres, dejad a los pequeñuelos jugar al aire libre; dejadlos escuchar los cantos de las aves, y aprender del amor de Dios según se expresa en sus hermosas obras. Enseñadles lecciones sencillas del libro de la naturaleza y de las cosas que los rodean; y a medida que sus mentes se expandan podrán añadirse las lecciones de los libros, y grabarse firmemente en su memoria (Id. 112).
Por otra razón, el cultivo del suelo es un buen trabajo para los niños y jóvenes. Los pone en contacto directo con la naturaleza y el Dios de ella. Y para que tengan esta ventaja, debe haber, en cuanto sea posible, en relación con nuestras escuelas, grandes jardines y extensos terrenos para el cultivo.
Una educación recibida en tal ambiente está de acuerdo con las indicaciones que Dios ha dado para la instrucción de los jóvenes. . . Será especialmente valioso para los niños y los jóvenes nerviosos que hallan agotadoras y difíciles de recordar las lecciones de los libros. Hay salud y felicidad para ellos en el estudio de la naturaleza; y las impresiones hechas no se desvanecerán de su mente, porque quedarán asociadas con objetos que están continuamente delante de sus ojos (Id., págs. 144, 145). 33
Haced las lecciones cortas e interesantes.
Cuando los padres cumplan cabalmente su parte, presentando línea sobre línea y precepto sobre precepto, haciendo sus lecciones cortas e interesantes, y enseñando no sólo por precepto sino también por ejemplo, el Señor colaborará con sus esfuerzos y los convertirá en maestros eficientes. (Signs of the Times. 13-8-1896).
"Decidlo con sencillez; decidlo con frecuencia".
Los que instruyen a los niños deberían evitar observaciones tediosas. Las observaciones cortas y al punto tendrán una feliz influencia. Si debe decirse mucho, dígaselo brevemente pero con frecuencia. Unas pocas palabras interesantes, una vez y otra, serán de más beneficio que decirlas todas de una sola vez. Los discursos largos recargan la mente de capacidad reducida de los niños. El exceso de conversación los llevará a detestar aun la instrucción espiritual, del mismo modo como el comer en exceso recarga el estómago y debilita el apetito, conduciendo a rechazar el alimento. Las mentes de la gente pueden llegar a saturarse con demasiadas peroratas (Testimonies, tomo 2, pág. 420).
Estimúlese el pensamiento independiente.
De ese modo, al mismo tiempo que los niños y los jóvenes obtienen el conocimiento de los hechos por medio de los maestros y libros de texto, pueden aprender a sacar lecciones y descubrir verdades por sí mismos. Cuando trabajan en el jardín, interrogadles acerca de lo que aprenden del cuidado de sus plantas. Cuando contemplan un paisaje hermoso, preguntadles por qué vistió Dios los campos y los bosques con tonos tan encantadores y variados. ¿Por qué no es todo de un tinte pardo sombrío? Cuando recogen flores, inducidlos a pensar por qué conservó para nosotros la belleza de esos restos del Edén. Enseñadles a notar por todas partes, mediante las 34 evidencias que ofrece la naturaleza, el cuidado de Dios por nosotros, la maravillosa adaptación de todas las cosas a nuestras necesidades y felicidad (La Educación, pág. 115).
Diríjase la actividad infantil.
Los padres no necesitan pensar que es necesario reprimir la actividad de sus hijos, sino que deben comprender que es esencial guiarlos y prepararlos en las direcciones debidas. Estos impulsos activos son como los zarcillos, que, si no se los orienta, se prenderán de cualquier tronco y rama y se asirán de soportes bajos. Si no se enseña a los vástagos a afirmarse en los soportes debidos, desperdiciarán sus energías sin propósito alguno. Lo mismo acontece con los niños. Sus actividades deben orientarse en la dirección correcta. Dadles a sus manos y mentes actividades que los hagan progresar en realizaciones físicas y mentales (Signs of the Times, 13-8-1896).
Enseñadles a ser útiles en una edad temprana.
Muy temprano debe enseñarse al niño a ser útil. Tan pronto como su fuerza y su poder de razonar hayan adquirido cierto desarrollo, debe dársele algo que hacer en casa. Hay que animarle a tratar de ayudar a su padre y a su madre; a tener abnegación y dominio propio; a anteponer la felicidad ajena y los intereses del prójimo a los suyos propios, a alentar y ayudar a sus hermanos y a sus compañeros de juegos y a ser bondadoso con los ancianos, los enfermos y los infortunados. Cuanto más compenetre el hogar el verdadero espíritu servicial, tanto más plenamente se desarrollará en la vida de los niños. Así aprenderán a encontrar gozo en servir y sacrificarse por el bien de los demás (El Ministerio de Curación, págs. 311, 312).
Padres, ayudad a vuestros hijos a hacer la voluntad de Dios siendo fieles en la realización de los deberes que les corresponden como miembros de la 35 familia. Esto les proporcionará una experiencia de lo más valiosa. Les enseñará que no deben centrar sus pensamientos en sí mismos, ni hacer lo que a ellos les place o divertirse como gustan. Educadlos pacientemente para hacer su parte en el círculo familiar (Review and Herald, 17-11-1896).
Formad el carácter mediante pequeñas atenciones repetidas con frecuencia. Padres, al educar a vuestros hijos, estudiad las lecciones que Dios ha dado en la naturaleza. Si queréis cultivar un clavel, o una rosa, o un lirio, ¿cómo lo hacéis? Preguntad al jardinero por medio de qué proceso logra que prosperen gloriosamente toda rama y hoja y se desarrollen con simetría y hermosura. El os dirá que no es mediante un trato rudo ni un esfuerzo violento; porque eso no haría sino romper los delicados tallos. Es por medio de pequeñas atenciones repetidas con frecuencia. Riega el suelo y protege las crecientes plantas del viento impetuoso y del sol abrasador, y Dios las hace prosperar y florecer con hermosura. Al tratar con vuestros hijos, seguid el método del jardinero. Por toques suaves, por un ministerio amante, tratad de moldear su carácter según el carácter de Cristo.
(El Deseado de Todas las Gentes, pág. 475).
Prestad atención a las cosas pequeñas.
¡Qué gran error se comete en la educación de los niños y los jóvenes, al favorecerlos, complacerlos y halagarles! Se tornan egoístas e ineficaces, y carecen de energía para realizar las pequeñas cosas de la vida. No se los educa para adquirir fortaleza de carácter mediante la realización de los deberes diarios, aunque parezcan muy humildes. . . Nadie está calificado para cumplir una obra más grande e importante, a menos que haya sido fiel en la realización de los deberes menores. El carácter se forma por grados, y lo mismo ocurre con la 36 preparación del alma para producir esfuerzo y energía proporcionados a la tarea que debe cumplirse (Testimonies, tomo 3, págs. 46, 47).
Los niños talentosos requieren mayor cuidado.
Deberíamos impresionar las mentes de nuestros hijos con la idea de que no se pertenecen a sí mismos, para ir, venir, vestirse, y actuar como les plazca. . . . Si poseen atractivos personales y raras habilidades naturales, debería ejercerse mayor cuidado en su educación, no sea que esos dones se conviertan en una maldición, y sean utilizados para descalificarlos para enfrentar las serias realidades de esta vida, y queden incapacitados para una vida mejor debido a los halagos, la vanidad y el amor a la ostentación
(Signs of the Times, 9-12-1875).
Evítense los halagos indebidos.
No prestéis demasiada atención a los niños. Dejadlos que se entretengan por sí mismos. No los exhibáis ante las visitas como prodigios de inteligencia o sabiduría, sino que dejadlos tanto como sea posible en la sencillez de su infancia. Una buena razón por la cual tantos niños son tan atrevidos e impertinentes es que se les presta demasiada atención y se los alaba mucho, y sus dichos agudos son repetidos en su presencia. Esforzaos por no censurarlos indebidamente, pero tampoco los recarguéis con indebida alabanza y adulación. Satanás sembrará demasiado pronto semillas malas en tiernos corazones, y vosotros no debéis ayudarle en esa tarea (Id., 9-2-1882).
Leed para vuestros hijos.
Padres y madres, obtened toda la ayuda que podáis del estudio de nuestros libros y publicaciones. Tomad tiempo para leer a vuestros hijos. . . . Formad un círculo de lectura del hogar, en el cual cada miembro de la familia pondrá a un lado las ocupaciones del día y se unirá en el estudio. Los jóvenes que han estado acostumbrados a leer novelas y libros de cuentos 37 triviales recibirán especial beneficio por participar del estudio familiar vespertino (Consejos para los Maestros, págs. 106, 107).
"Instruya", no "diga".
A los padres se les encomienda la gran tarea de educar y enseñar a sus hijos para la vida futura e inmortal. Muchos padres y madres parecen pensar que si alimentan y visten a sus pequeños, y los educan de acuerdo con las normas del mundo, ya han cumplido su deber. Están demasiado ocupados con los negocios o el placer para hacer que la educación de sus hijos sea el objeto de estudio de sus vidas. No procuran educarlos para que empleen sus talentos para honra de su Redentor. Salomón no dijo: "Di al niño su camino, y aun cuando fuere viejo no se, apartará de él". Sino que dijo: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Review and Herald, 24-6-1890).
Educar para ejercer dominio propio.
Ninguna obra emprendida por los hombres requiere, mayor cuidado y habilidad que la preparación y la educación debidas de los jóvenes y los niños. No hay influencias tan potentes como las que nos rodean en nuestros primeros años de vida. . . .
La naturaleza del hombre es triple, y la educación recomendada por Salomón comprende el recto desarrollo de las facultades físicas, intelectuales y morales. A fin de realizar debidamente esta obra, los padres y los maestros deben comprender "cómo debe ser la manera de vivir del niño". Esto comprende más que un conocimiento de los libros o el aprendizaje en la escuela. Abarca la práctica de la temperancia, la bondad fraternal y la piedad; el cumplimiento de nuestro deber hacia nosotros, nuestros prójimos y Dios.
La enseñanza de los niños debe guiarse por principios diferentes de los que gobiernan la enseñanza 38 de los animales irracionales. La bestia debe únicamente acostumbrarse a someterse a su maestro, pero el niño debe aprender a controlarse a sí mismo. La voluntad debe enseñarse para que obedezca los dictados de la razón y la conciencia. Es posible disciplinar a un niño para que, como la bestia, no posea voluntad propia, al hundirse su individualidad en la de su maestro.
Esta enseñanza no es buena y tiene efectos desastrosos. Los niños que son educados en esta forma carecerán de firmeza y decisión. No se los enseña a obrar por principio; las facultades del razonamiento no se fortalecen por el ejercicio.
Hasta donde sea posible, cada niño debería ser enseñado a confiar en sí mismo. Al poner en ejercicio las diferentes facultades, aprenderá dónde es más fuerte y en qué es deficiente. Un instructor sabio dará atención especial al desarrollo de los rasgos más débiles, a fin de que el niño forme un carácter bien equilibrado y armonioso (Fundamentals of Christian Education, pág. 57). 39
(La Conducción del Niño de E.G.de White)
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