*CADA NIÑO DEBIERA
APRENDER ALGÚN OFICIO.
El descuido de los
padres al no proporcionar empleo a los niños de los que se han responsabilizado
por traerlos al mundo, ha resultado en incontables males, ya que ha puesto en
peligro la vida de muchos jóvenes y ha dañado grandemente su utilidad. Es un gran error permitir que los jóvenes
crezcan sin aprender algún oficio (Manuscrito 121, 1901).
Desde la columna de
nube, Jesús dio instrucciones a los hebreos por medio de Moisés de que ellos
debían educar a sus hijos para trabajar, que debían enseñarles oficios y que
ninguno debía estar ocioso (Manuscrito 24 b, 1894).
Debierais ayudar a
vuestros hijos para que adquieran un conocimiento que, si fuera necesario,
pudiera servirles para mantenerse con su propio trabajo. Debierais enseñarles a ser decididos en
seguir la voz del deber (Signs of the Times, 19-8-1875).
ENSÉÑESE EL USO DE
HERRAMIENTAS.
Cuando los niños
llegan a una edad adecuada, debiera dárseles herramientas. Si se hace interesante su trabajo, llegarán a
ser hábiles en el uso de las herramientas.
Si el padre es carpintero, debiera dar a sus hijos lecciones de
construcción de casas, usando siempre en sus instrucciones lecciones de la
Biblia, las palabras de las Escrituras en las cuales el Señor compara los seres
humanos con su edificio (Manuscrito 45, 1912).
PREPÁRENSE A LOS
MUCHACHOS EN AGRICULTURA.
Los padres debieran
preparar a sus hijos para que se ocupen con ellos en sus oficios y
empleos. Los agricultores no debieran
pensar que la agricultura es una ocupación que no es suficientemente elevada
para 334 sus hijos. La agricultura
debiera progresar mediante el conocimiento científico.
Se afirma que la
agricultura no es provechosa. La gente
dice que la tierra no recompensa el trabajo que se invierte en ella, y lamentan
la dura suerte de los que labran el terreno. . . . Pero si las personas de habilidad
adecuada emprendieran esta clase de trabajo e hicieran un estudio del terreno,
y aprendieran a plantar, a cultivar y a recoger la cosecha, se verían
resultados más animadores. Muchos dicen:
"Hemos probado la agricultura y sabemos lo que son sus resultados", y
sin embargo estos mismos necesitan saber cultivar el terreno y usar de la
ciencia en su trabajo. Sus arados
debieran producir surcos más profundos y más anchos, y necesitan aprender que
por labrar la tierra su personalidad no debe volverse vulgar y áspera. . . .
Aprendan a sembrar la semilla en la sazón debida, a prestar atención a la
vegetación y seguir el plan que Dios ha ideado (Signs of the Times, 13-8-1896).
UNA PREPARACIÓN DE
VALOR RESALTANTE.
Ningún ramo de
trabajo manual es de más valor que la agricultura. Se debería hacer mayor esfuerzo para crear y
alentar el interés en las tareas agrícolas.
Llame el maestro la atención hacia lo que la Biblia dice en cuanto a la
agricultura: que era el plan de Dios que el hombre labrase la tierra; que al
primer hombre, gobernante de todo el mundo, le fue dado un jardín para que lo
cultivara y que muchos de los más grandes hombres del mundo, su verdadera
nobleza, han sido cultivadores del suelo. . . . El que se gana la vida por
medio de la agricultura escapa a muchas tentaciones y goza de innumerables
bendiciones y privilegios negados a aquellos que trabajan en las grandes
ciudades.
Y en estos días de
grandes sindicatos y de competencia comercial pocos hay que gocen de una 335
independencia tan real y de tan grande seguridad de recibir la justa recompensa
de su trabajo, como el labrador de la tierra (La Educación, págs. 214, 215).
LOS PRODUCTOS FRESCOS
SON DE VALOR ESPECIAL.
Las familias y las
instituciones debieran aprender a aprovechar más del cultivo y el mejoramiento
de la tierra. Si la gente tan sólo
supiera del valor de los productos de la tierra, que ella da a la sazón debida,
se harían esfuerzos más diligentes para cultivar el terreno. Todos debieran estar familiarizados con el
valor especial de las frutas y verduras frescas de la quinta y la huerta
(Counsels on Diet and Foods, pág. 312).
LAS ESCUELAS DEBIERAN
DAR INSTRUCCIÓN EN OFICIOS ÚTILES.
La educación manual
merece más atención de la que se ha prestado.
Se deberían establecer escuelas que, además de la cultura mental y moral
superior, provean las mejores facilidades posibles para el desarrollo físico y
la educación industrial. Se debería
enseñar agricultura, industrias -tantos oficios útiles como sea posible-
economía doméstica, conocimientos culinarios, costura, confección de ropa
higiénica, tratamientos a enfermos y otras cosas parecidas. Se deberían proveer jardines, talleres y
salas de tratamientos, y la dirección del trabajo, en todos los ramos, debería
estar a cargo de personas entendidas.
El trabajo debería
tener un blanco definido y ser completo.
Aunque toda persona necesita conocer diferentes oficios, es
indispensable que sea versada a lo menos en uno. Todo joven al salir de la escuela debe haber
adquirido el conocimiento de algún oficio o alguna ocupación con que, si fuera
necesario, se pudiese ganar la vida (La Educación, págs. 214, 215).
UNA PREPARACIÓN DE
VALOR DOBLE.
Relacionados con las
escuelas debe haber establecimientos para la ejecución de ciertas ramas del
trabajo, que proporcionen 336 a los alumnos empleo y ejercicio necesario fuera
de las horas de estudio. . . . Entonces podrían ellos haber adquirido un
conocimiento práctico de los negocios mientras adquirían su educación literaria
(Consejos para los Maestros, pág. 67).
EL CONOCIMIENTO
PRÁCTICO ES MÁS VALIOSO QUE EL CIENTÍFICO.
Debiera haber habido
maestras experimentadas para dar lecciones de arte culinario a las niñas. Se debiera haber instruido a las jovencitas
en corte, confección y remiendo de vestidos, siendo así educadas para los
deberes prácticos de la vida.
Para los jóvenes
debiera haber establecimientos donde pudieran aprender diferentes oficios con
los que ejercitaran tanto los músculos como las facultades mentales. Si los jóvenes tuvieran que recibir una sola
clase de educación, lo que es un asunto de consecuencias importantísimas, y
tuvieran que elegir entre un conocimiento de las ciencias con todas las
desventajas para la salud y la vida, o un conocimiento del trabajo para la vida
práctica, sin vacilar contestaría, elíjase lo último. Si algo debe descuidarse, sea el estudio de
los libros (Testimonies, tomo 3, pág. 156).
Quizá haya quienes
han tenido una preparación equivocada y los que tienen ideas erróneas en cuanto
a la educación de los niños. Esos niños
y jóvenes sienten la falta de una mejor preparación, y vosotros debéis adecuar
el trabajo físico junto con el mental: los dos debieran ir juntos (Manuscrito
19, 1887).
FUJESÚSE UN EJEMPLO
DE LABORIOSIDAD FELIZ.
Se requiere mucho más
gracia y seria disciplina del carácter para trabajar para Dios como mecánico,
comerciante, abogado o agricultor, que practica los preceptos del cristianismo
en los negocios de la vida, que trabajar como misionero profesional en el campo
de labor, donde la posición de uno es entendida y la mitad de sus dificultades
son obviadas por ese mismo 337 hecho. Se
necesitan nervios y músculos espirituales vigorosos para llevar la religión al
taller y a la oficina, santificando los detalles de la vida diaria y sujetando
cada transacción mundanal a las normas de un cristiano bíblico.
Jesús, en sus treinta
años de reclusión en Nazaret, trabajó arduamente y descansó, comió y durmió,
semana tras semana y año tras año, al igual que sus humildes
contemporáneos. No llamó la atención a
sí mismo como a un personaje notable; sin embargo, era el Redentor del mundo,
el Adorado de los ángeles, que cumplía todo el tiempo la obra de su Padre,
viviendo una lección que debiera permanecer para que la copiara la humanidad
hasta el fin del tiempo.
Esta lección esencial
de laboriosidad feliz en los deberes necesarios de la vida, aunque sean
humildes, ha de ser aprendida todavía por la mayor parte de los seguidores de
Cristo. Si no hay un ojo humano que
critique nuestro trabajo, ni una voz que lo alabe o condene, debiera ser hecho
tan bien como si el Ser Infinito estuviera personalmente para
inspeccionarnos. Debiéramos ser tan
fieles en los detalles menores de nuestras ocupaciones como lo seríamos en los
negocios mayores de la vida (The Health Reformer, octubre de 1876). 338
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