MARAVILLAS DEL CUERPO
HUMANO.
Somos hechura de Dios
y su Palabra declara que somos "asombrosa y maravillosamente"
formados. Ha preparado esta habitación
viviente para la mente; la ha "entretejido maestramente" como un
templo que el Señor mismo ha preparado para la morada de su Espíritu Santo. La
mente rige a todo el hombre. Todos nuestros
hechos, buenos o malos, tienen su origen en la mente. Es ella la que adora a Dios y nos une con los
seres celestiales. Sin embargo, muchos
pasan toda su vida sin adquirir inteligencia en cuanto al estuche [el cuerpo
humano] que contiene este tesoro.
Todos los órganos
físicos son los siervos de la mente y los nervios los mensajeros que transmiten
sus órdenes a cada parte del cuerpo guiando los movimientos de la maquinaria
viviente (Fundamentals of Christian Education, 425, 426).
Al estudiarse el
mecanismo del cuerpo, se debería dirigir la atención a su maravillosa
adaptación de los medios al fin, a la armoniosa acción y dependencia de los
diferentes órganos. Una vez que se ha
despertado el interés del estudiante y se le ha hecho ver la importancia de la
cultura física, el maestro puede hacer mucho para obtener el debido desarrollo
y hábitos correctos.
(La Educación, pág. 194).
HA DE PRESERVARSE LA
SALUD.
Puesto que la mente y
el alma hallan expresión por medio del cuerpo, tanto el vigor mental como el
espiritual dependen en gran parte de la fuerza y la actividad físicas; todo lo
que promueva la salud física, promueve el desarrollo de una mente fuerte y un
carácter equilibrado. Sin salud, nadie
puede comprender distintamente ni cumplir completamente sus obligaciones para
consigo 339 mismo, con sus semejantes o con su Creador. Debiera cuidarse por lo tanto tan fielmente
la salud como el carácter. El
conocimiento de la fisiología y de la higiene debería ser la base de todo
esfuerzo educativo (Id., pág. 191).
MUCHOS NO ESTÁN
DISPUESTOS A ESTUDIAR LAS LEYES DE LA SALUD.
Muchos no están
dispuestos a realizar un esfuerzo necesario para obtener un conocimiento de las
leyes de la vida y de los medios sencillos que se deben emplear para la
restauración de la salud. No se colocan
en la debida relación con la vida.
Cuando la enfermedad es el resultado de su transgresión de las leyes
naturales, no procuran corregir sus errores y luego piden la bendición de Dios. (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 112, 113).
Debiéramos educarnos
no sólo para vivir en armonía con las leyes de la salud, sino para enseñar a
otros el camino mejor. Muchos, aun entre
los que profesan creer las verdades especiales para este tiempo, están en una
ignorancia lamentable respecto a la salud y a la temperancia.
Necesitan ser educados, línea sobre línea,
precepto sobre precepto. El tema debe
ser mantenido fresco delante de ellos.
Este asunto no debe ser pasado por alto como no esencial, pues casi cada
familia necesita ser alertada en cuanto a esta cuestión. Debe despertarse la conciencia al deber de
practicar los principios de la verdadera reforma (Id., pág. 117).
Se debería prestar
mucho mayor atención de la que comúnmente se concede a los principios de
higiene que se aplican al régimen alimentario, al ejercicio, al cuidado de los
niños, al tratamiento de los enfermos, y a muchos asuntos semejantes.
(La
Educación, págs. 192, 193).
ESTUDIAR MEDIDAS
PREVENTIVAS.
Poca, muy poca
consideración se da a las causas que determinan la 340 mortandad, la enfermedad
y la degeneración, que existe hoy aun en los países más civilizados y
favorecidos. La raza humana está
decayendo.... La mayor parte de los males que acarrean miseria y ruina a la
raza humana podrían evitarse, y el poder de luchar contra ellos descansa en
sumo grado en los padres.
(El Ministerio de Curación, pág. 294).
ENSEÑAD A LOS NIÑOS A
RAZONAR DE CAUSA A EFECTO.
Enseñad a vuestros
hijos a razonar de causa a efecto.
Mostradles que si violan las leyes de su ser, tendrán que pagar la
penalidad en sufrimientos. Si no podéis
ver progresos tan rápidos como deseáis, no los desalentéis, sino instruidlos
pacientemente y seguid adelante hasta ganar la victoria.
(Consejos para los
Maestros, pág. 97).
Los que estudian y
practican los principios del sano vivir, recibirán grandes bendiciones tanto
física como espiritualmente. El
comprender la filosofía de la salud es una salvaguardia contra muchos de los
males que van de continuo en aumento (Id., pág. 106).
HACED QUE LA
INSTRUCCIÓN SEA PROGRESIVA.
Mediante lecciones
sencillas y fáciles se deberían enseñar desde sus primeros años a los niños los
rudimentos de la fisiología y la higiene.
Esta obra debería empezar por la madre en el hogar y continuar fielmente
en la escuela. A medida que la edad de
los alumnos aumenta, se debería seguir instruyéndolos en este ramo, hasta que
estén capacitados para cuidar de la casa en la cual viven.
Deberían comprender la importancia que tiene
el evitar las enfermedades mediante el mantenimiento del vigor de cada órgano,
y también se les debería enseñar cómo deben desempeñarse en caso de
enfermedades comunes y de accidentes (La Educación, pág. 192).
NO ES SUFICIENTE EL
CONOCIMIENTO DE LOS HECHOS.
El estudiante de
fisiología debería aprender que el 341 objeto de su estudio no es meramente la
obtención de un conocimiento de hechos y principios. Este sólo daría poco beneficio. Puede ser que comprenda la importancia de la
ventilación; su pieza puede tener aire puro, pero a menos que llene debidamente
sus pulmones, sufrirá los resultados de una respiración imperfecta. Debe comprenderse, pues, la necesidad de la
limpieza, y proveerse las facilidades necesarias, pero todo será inútil a menos
que sea puesto en práctica. El gran
requisito en la enseñanza de estos principios, es impresionar al alumno con su
importancia, de modo que los ponga escrupulosamente en práctica (Id., pág 196).
ES NECESARIO UN
CONOCIMIENTO DE LAS LEYES DE LA NATURALEZA.
En el estudio de la
fisiología, no se incluyen por lo general algunos asuntos que deberían
considerarse, asuntos que son de mayor valor para el estudiante que muchos de
los detalles técnicos comúnmente enseñados bajo ese título. Como principio fundamental de toda la
educación correspondiente a este ramo, se debería enseñar a los jóvenes que las
leyes de la naturaleza son las leyes de Dios, tan ciertamente divinas como los
preceptos del Decálogo. Dios ha escrito
en cada nervio, músculo y fibra del cuerpo las leyes que gobiernan nuestro
organismo. Toda violación descuidada o premeditada de estas leyes es un pecado
contra nuestro Creador. ¡Cuán necesario es, pues, que se imparta un
conocimiento completo de estas leyes! (Id., pág. 192).
REGULARIDAD AL COMER
Y DORMIR.
No se debería pasar
por alto la importancia de la regularidad de las horas para comer y
dormir. Puesto que la obra de reparar el
cuerpo se efectúa durante las horas de descanso, es esencial, especialmente,
para los jóvenes, que el sueño sea metódico y abundante (Id., pág. 201). 342
Al regular las horas
de sueño, no deben dejarse las cosas libradas al azar. Los estudiantes no deben adquirir el hábito
de estudiar a medianoche y dedicar las horas del día para dormir. Si se han acostumbrado a hacer esto en casa,
deben corregirse yendo a la cama a una hora razonable.
Se levantarán entonces por la mañana,
refrigerados para los deberes del día.
(Consejos para los Maestros, pág. 226).
INSÍSTASE EN
CORRECTOS HÁBITOS DE SALUD.
Debe insistirse en
los debidos hábitos respecto al comer, al beber y al vestir. Los malos hábitos hacen a los jóvenes menos
susceptibles a la instrucción bíblica.
Los niños deben ser protegidos contra la complacencia del apetito, y
especialmente contra el uso de estimulantes y narcóticos. Las mesas de los padres cristianos no deben
cargarse con alimentos que contengan condimentos y especias. (Id., pág. 97).
No hemos de consentir
en ningún hábito que debilite la fortaleza física y mental o deteriore nuestras
facultades en alguna forma. Hemos de
hacer todo lo que podemos para preservar la salud, a fin de que podamos tener
dulzura de carácter, claridad mental y podamos distinguir entre lo sagrado y lo
común y honrar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu que son suyos.
(Youth's Intructor, 24-8-1893).
LA IMPORTANCIA DE LA
POSTURA CORRECTA.
Entre las primeras
cosas que se debería tratar de lograr, figura la postura correcta, tanto cuando
se está sentado como de pie. Dios hizo
al hombre erguido y desea que posea no sólo beneficio físico, sino mental y
moral; la gracia, la dignidad, el aplomo, el valor y la confianza en sí mismo
que tiende a producir un porte erguido.
Enseñe esto el maestro por precepto y por ejemplo. Muéstrese en qué
consiste una postura 343 erguida e insístase en que se mantenga. (La Educación,
pág. 194).
LA RESPIRACIÓN Y LA
CULTURA VOCAL.
Siguen en importancia
a la postura correcta la respiración y la cultura vocal. Es más probable que respire correctamente
aquel que se mantiene erguido cuando está sentado o de pie. Pero el maestro debería inculcar en los
alumnos la importancia de la respiración profunda. Muéstrese cómo la acción sana de los órganos
respiratorios, que ayuda a la circulación de la sangre, vigoriza todo el
organismo, excita el apetito, promueve la digestión, produce un sueño sano y
dulce y de ese modo no sólo hace descansar el cuerpo, sino que calma y suaviza
la mente. Al mismo tiempo que se muestra
la importancia de la respiración profunda, debería insistirse en que se la
practique. Háganse ejercicios que la provoquen y al mismo tiempo trátese de
formar el hábito.
La cultura de la voz
tiene una parte importante en la cultura física, puesto que tiende a dilatar y
fortalecer los pulmones, y así aleja la enfermedad. Para conseguir una formación correcta tanto
en la lectura como en la conversación, cuídese de que los músculos abdominales
tengan libertad de movimientos al respirar y que los órganos respiratorios no
estén oprimidos. La tensión debería
recaer sobre los músculos del abdomen más bien que sobre los de la
garganta. De ese modo se evitará un gran
cansancio y una grave enfermedad a la garganta.
Debe darse cuidadosa atención al logro de una articulación distinta,
tonos suaves y bien modulados y una pronunciación no muy rápida. Esto no sólo estimulará la salud sino que
contribuirá en gran medida a que sea más agradable y eficaz el trabajo del
estudiante (Id., págs. 194, 195).
TRES FACTORES
ESENCIALES PARA LA FELICIDAD DE LA FAMILIA.
En el estudio de la
higiene, el maestro atento 344 aprovechará toda oportunidad para mostrar la
necesidad de una perfecta limpieza, tanto de las costumbres personales como del
ambiente en que uno vive. Debería darse
énfasis al valor del baño diario como estimulante para la salud y la acción
mental. También debería prestarse
atención a la luz solar y a la ventilación, a la higiene del dormitorio y de la
cocina. Enséñese a los alumnos que un
dormitorio que reúna todas las condiciones higiénicas, una cocina limpia y una
mesa arreglada con gusto y saludablemente provista lograrán más para la
obtención de la felicidad de la familia y la consideración de cualquier
visitante sensato, que cualquier conjunto de muebles costosos que adornen la
sala. No es menos necesaria ahora que
cuando fue enseñada hace mil ochocientos años, por el Maestro divino, la
lección: "La vida más es que la comida, y el cuerpo que el vestido"
(Id., págs. 195, 196).
PROCURAD COMPRENDER
LOS REMEDIOS DE LA NATURALEZA.
El aire puro, el sol,
la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimentario conveniente,
el agua y la confianza en el poder divino son los verdaderos remedios. Todos debieran conocer los agentes que la
naturaleza provee como remedios, y saber aplicarlos. Es de suma importancia darse cuenta exacta de
los principios implicados en el tratamiento de los enfermos, y recibir una
instrucción práctica que le habilite a uno para hacer uso correcto de estos
conocimientos.
El empleo de los
remedios naturales requiere más cuidados y esfuerzos de lo que muchos quieren
prestar. El proceso natural de curación
y reconstitución es gradual y les parece lento a los impacientes. El renunciar a la satisfacción dañina de los
apetitos impone sacrificios. Pero al fin
se verá que, si no se le pone trabas, la naturaleza desempeña su obra con
acierto y los que perseveren en la obediencia a sus 345 leyes encontrarán
recompensa en la salud del cuerpo y del espíritu (El Ministerio de Curación,
pág. 89).
UN CÓDIGO ABARCANTE.
En lo que atañe a lo
que podemos hacer por nosotros mismos, hay un punto que requiere cuidadosa y
meditada consideración. Debo conocerme a
mí mismo. Siempre debo aprender la forma
de cuidar de este edificio, el cuerpo que Dios me ha dado, para que pueda
preservarlo en la mejor condición de salud.
Debo comer aquellas cosas que serán para mi mejor bien físico, y debo
cuidar especialmente mi ropa de modo que favorezca una saludable circulación de
la sangre. No debo privarme del
ejercicio y del aire. Debo recibir toda
la luz solar que me sea posible. Debo
tener sabiduría para ser un fiel guardián de mi cuerpo.
Haría una insensatez
muy grande si entrara en una habitación fría habiendo transpirado; sería un
mayordomo insensato si me sentara en una corriente de aire, y así me expusiera
a resfriarme. Sería insensato si me sentara
con los pies y los miembros fríos y así congestionara el cerebro y los otros
órganos internos con la sangre de las extremidades. Siempre debiera proteger mis pies en tiempo
húmedo. Debiera comer regularmente de
los alimentos más saludables que me proporcionarán la mejor calidad de sangre,
y no debiera trabajar con intemperancia, si es que puedo evitarlo. Y cuando viole las leyes que Dios ha
establecido en mi ser, debo arrepentirme y reformarme, y colocarme en la
condición más favorable bajo el cuidado de los médicos que Dios ha provisto: el
aire puro, el agua pura y la preciosa y curativa luz solar (Medical Ministry,
pág. 230).
SOMOS INDIVIDUALMENTE
RESPONSABLES ANTE DIOS. Nuestro cuerpo es
propiedad de Cristo, comprada por él mismo, y no es lícito hacer de ese cuerpo
lo que nos plazca. Cuantos entienden las
leyes de la salud, implantadas en ellos por Dios, deben sentirse obligados 346
a obedecerlas.
La obediencia a las leyes
de la higiene es una obligación personal.
A nosotros mismos nos toca sufrir las consecuencias de la violación de
esas leyes. Cada cual tendrá que
responder ante Dios por sus hábitos y prácticas. Por tanto, la pregunta que nos incumbe no es:
"¿Cuál es la costumbre del mundo?" sino "¿Cómo debo conservar la
habitación que Dios me dio?"
(El Ministerio de Curación, pág. 239). 347
(La Conducción del Niño de E.G. de White)
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