Dos Caminos Y Su Fin. Hay
dos formas de tratar a los niños: completamente diferentes en su
principio y resultados. La fidelidad y el amor, unidos con la sabiduría
y la firmeza, de acuerdo con las enseñanzas de la Palabra de Dios,
proporcionarán felicidad en esta vida y en la venidera. El descuido del
deber, la complacencia necia, la negligencia al restringir o corregir
las necedades de la juventud, darán como resultado la desgracia y la
ruina final de los hijos, y el desengaño y angustia de los padres
(Review and Herald, 30-8-1881).
El amor tiene un hermano gemelo que es el deber.
El amor y el deber se encuentran lado a lado. El amor puesto en
ejercicio mientras se descuida el deber, hará a los hijos testarudos,
voluntariosos, perversos, egoístas y desobedientes. Si se emplea el
severo deber solo, sin que el amor lo suavice y domine, tendrá un
resultado similar.
El deber y el amor deben fusionarse a fin de que los niños sean
debidamente disciplinados. (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 325).
Las faltas no corregidas provocan la desgracia.
Siempre que parezca necesario negar los deseos u oponerse a la voluntad
de un hijo, debiera impresionárselo seriamente con el pensamiento de que
no se hace para la complacencia de los padres ni para ejercer una
autoridad arbitraria, sino para su propio bien. Debiera enseñársela que
cada falta no corregida le acarreará desgracia y desagradará a Dios.
Bajo una disciplina tal, los hijos encontrarán su mayor felicidad en
someter su voluntad a la voluntad de su Padre celestial (Fundamentals of Christian Education, pág. 68).
Los
jóvenes que siguen sus propios impulsos e inclinaciones no pueden tener
verdadera felicidad en esta vida y al fin perderán la vida eterna.
(Review and Herald, 27-6-1899).
La Bondad Debe Ser La Ley Del Hogar.
El
método de gobernar que tiene Dios, es un ejemplo de cómo se han de
educar a los niños. No hay opresión en el servicio del Señor, y no ha
de haber opresión en el hogar ni en la escuela. Ni los padres ni los
maestros deben permitir que se desprecie su palabra y no se le preste
atención. Si ellos no corrigen a los niños por haber hecho mal, Dios
los tendrá por responsables de su negligencia. Pero no deben abusar de
la censura. Sea la bondad la ley del hogar y de la escuela. Enséñese a
los niños a guardar la ley del hogar y de la escuela. Enséñese a los
niños a guardar la ley de Dios, y por una influencia firme y amante,
apárteselos del mal (Consejos para los Maestros, págs. 119, 120).
Tened consideración por la ignorancia pueril.
Padres y madres, en el hogar debéis representar el carácter de Dios.
Habéis de requerir obediencia no con una tormenta de palabras, sino en
una forma bondadosa y amante. Debéis estar tan llenos de compasión que
vuestros hijos sean atraídos a vosotros (Manuscrito 79, 1901).
Sed amables en el hogar.
Restringid cada palabra que pudiera despertar una mala reacción. La
orden divina es: "Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos".
Recordad que vuestros hijos son jóvenes en años y experiencia. Al
dirigirlos y disciplinarlos, sed firmes pero también bondadosos (Review
and Herald, 21-4-1904).
Los
hijos no siempre disciernen lo correcto de lo erróneo, y cuando se
equivocan, con frecuencia son tratados ásperamente en vez de ser
instruidos bondadosamente (Manuscrito 12, 1898).
En
la Palabra de Dios no se autoriza la severidad paternal ni la opresión,
así como tampoco la desobediencia filial. En la vida familiar y en el
gobierno de las naciones, la ley de Dios fluye de un corazón de infinito
amor (Carta 8 a, 1896).
Simpatía Por Un Niño No Promisorio.
Los padres necesitan tratar a sus hijos descarriados con la sabiduría de
Cristo… Los no promisorios necesitan mayor paciencia y bondad, la más
tierna simpatía. Pero muchos padres revelan un espíritu frío y cruel,
que nunca inducirá a los descarriados al arrepentimiento. Sea suavizado
el corazón de los padres por la gracia de Cristo, y su amor llegará al
corazón (Manuscrito 22, 1890).
La Regla del Salvador: "Como
quisierais que los hombres hicieren con vosotros, haced vosotros
también de la misma manera con ellos" (San Lucas 6: 31), debería ser
adoptada por todos los que emprenden la educación de los niños y
jóvenes. Son ellos los miembros más jóvenes de la familia del Señor,
herederos, como nosotros, de la gracia de la vida. Se debería observar
sagradamente la regla del Señor en el trato con los más torpes, los más
jóvenes, los más desatinados, y hasta para con los extraviados y
rebeldes. (La Educación, pág. 284).
Ayudad A Los Niños Para Que Venzan.
Dios tiene una tierna consideración por los niños. Quiere que obtengan
victorias cada día. Esforcémonos para ayudar a los niños a fin de que
sean vencedores. No sean ofendidos por los mismos miembros de su propia
familia. No permitáis que vuestras acciones y palabras sean de una
naturaleza tal que vuestros hijos sean provocados a ira. Sin embargo,
deben ser fielmente disciplinados, corregidos, cuando yerran (Manuscrito 47, 1908).
Alabad Siempre En Posible.
Alabad
a los niños cuando se portan bien, pues una alabanza juiciosa les es
tan útil a ellos como lo es para los que son maduros en años y
entendimiento. Nunca seáis intratables en el santuario del hogar. Sed
bondadosos y tiernos de corazón, mostrando la amabilidad cristiana,
agradeciendo y alabando a vuestros hijos por la ayuda que os dan
(Manuscrito 14, 1905).
Sed Agradables. Nunca vociferéis ni habléis con ira. Al
disciplinar y refrenar a vuestros hijos, sed firmes pero también
bondadosos. Animadlos para que cumplan con su deber como miembros de la
sociedad familiar. Expresad vuestro aprecio por los esfuerzos que
despliegan para refrenar su inclinación a hacer lo malo (Manuscrito 22, 1904).
Sed
justamente lo que queréis que sean vuestros hijos cuando tengan a cargo
su propia familia. Hablad como quisierais que ellos hablaran
(Manuscrito 42, 1903).
Vigilad El Tono De La Voz.
Hablad siempre con una voz tranquila y ferviente en la cual no haya
ningún rastro de ira. La ira no es necesaria para conseguir una pronta
obediencia (Carta 69, 1896).
Padres Y Madres, Sois Responsables Por Vuestros Hijos.
Sed cuidadosos de las influencias bajo las cuales los colocáis. No
perdáis vuestra influencia para bien regañándolos o retándolos. Habéis
de guiarlos, y no agitar las pasiones de su mente. No importa cuál sea
la provocación que sufrís, estad seguros de que el tono de vuestra voz
no denota irritación. No permitáis que vean en vosotros una
manifestación del espíritu de Satanás. Esto no os ayudará a preparar y
educar a vuestros hijos para la vida inmortal futura (Manuscrito 47,
1908).
Ha De Mezclarse La Justicia Con La Misericordia.
Dios es nuestro Dador de la ley y nuestro Rey, y los
padres han de colocarse bajo su gobierno.
Esta regla prohíbe toda presión de los padres y toda desobediencia de
los hijos.
El Señor está lleno de amante bondad, misericordia y verdad. Su ley es
santa, justa y buena y debe ser obedecida por los padres y los hijos.
Las reglas que debieran regir la vida de los padres y los hijos manan de
un corazón de infinito amor, y las ricas bendiciones de Dios
descansarán sobre aquellos padres que imparten la ley de Dios en sus
hogares, y sobre los hijos que obedecen esa ley. Ha de sentirse la
influencia combinada de la misericordia y de la justicia. "La
misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se
besaron". Los hogares que estén bajo esta disciplina caminarán en los
senderos del Señor haciendo justicia y juicio (Signs of the Times, 23-8-1899).
Los padres que permiten que su dirección se convierta en un despotismo están cometiendo una terrible equivocación.
Se hacen daño a sí mismos y no sólo a sus hijos; apagan en el joven
corazón de ellos el amor que fluiría en actos y palabras de afecto. Se
reflejarán sobre los padres la bondad, la tolerancia y el amor
manifestados a los hijos. Lo que siembren, eso también segarán…
Al procurar administrar justicia, recordad que ella tiene una gemela que
es la misericordia. Las dos están lado a lado y no debieran ser
separadas (Review and Herald, 30-8-1881).
La Severidad Despierta El Espíritu Combativo.
Consejo para los padres severos. La severidad y la justicia, cuando no
están mezcladas con el amor, no guiarán a vuestros hijos a hacer lo
correcto. Advertid cuán prestamente se despierta en ellos el espíritu
combativo. Hay una mejor forma de manejarlos que la mera compulsión.
La justicia tiene un hermano gemelo que es el amor. Dense las manos el
amor y la justicia en todo vuestro trato, y con seguridad tendréis la
ayuda de Dios para cooperar con vuestros esfuerzos. El Señor, vuestro
generoso Redentor, quiere bendeciros y daros su mente, su gracia y su
salvación para que tengáis un carácter que Dios pueda aprobar (Carta 19 a, 1891).
La Autoridad De Los Padres Debiera Ser Absoluta.
Sin embargo, no ha de abusarse de este poder. El padre no debiera ser
gobernado por el capricho al dirigir a sus hijos, sino por la norma de
la Biblia. Cuando permite que rijan sus propios ásperos rasgos de
carácter, se convierte en un déspota (Review and Herald, 30-8-1881).
Reprochad, Pero Con Afectuosa Ternura.
No hay duda de que encontraréis faltas y descarríos en vuestros hijos.
Algunos padres os dirán que ellos hablan con sus hijos y los castigan,
pero que no ven que eso les haga verdadero bien. Tales padres sigan
nuevos métodos. Mezclen la bondad y el afecto y el amor en el gobierno
de su familia, y sin embargo sean tan firmes como una roca en los
principios correctos
(Manuscrito 38, 1895).
(Manuscrito 38, 1895).
Los
que tratan con los jóvenes no debieran ser de corazón duro, sino
afectuosos, tiernos, compasivos, corteses, atrayentes, sociables. Sin
embargo, debieran saber que se debe reprochar, y que se debe reprochar
firmemente para cortar de raíz algún mal proceder (Manuscrito 68, 1897).
Se me ha instruido que diga a los padres: Elevad las normas del comportamiento en vuestro propio hogar.
Enseñad a vuestros hijos que obedezcan. Dirigidlos con la influencia
combinada del afecto y una autoridad como la de Cristo. Sean vuestras
vidas de tal naturaleza que se os puedan aplicar las palabras de
alabanza referentes a Cornelio, de quien se dice que era "temeroso de
Dios con toda su casa" (Review and Herald, 21-4-1904).
No Seáis Severos Ni Tampoco Excesivamente Indulgentes.
No aprobamos aquella disciplina que desanime a los hijos mediante
ásperas censuras, o los irrite con una corrección airada y luego, cuando
cambia el impulso, trate de suavizarlos con besos, o dañarlos con una
complacencia malsana.
Deben evitarse tanto la indulgencia excesiva como la indebida severidad.
Al paso que son indispensables la vigilancia y la firmeza, así también
lo son la simpatía y la ternura.
Padres, recordad que tratáis con niños que están luchando con la
tentación y que para ellos esos malos estallidos son tan difíciles de
resistir como lo son aquellos que asaltan a las personas de edad madura.
Los niños que realmente desean hacer lo correcto, quizá fracasen vez
tras vez y frecuentemente necesitan ser animados para que sean enérgicos
y perseverantes. Con solicitud y oración, observad cómo proceden esas
jóvenes mentes. Fortaleced cada buen impulso, animad cada noble acción
(Signs of the Times, 24-11-1881).
Mantened Una Firmeza Uniforme, Un Control Ecuánime.
Los niños tienen naturalezas sensitivas y amantes.
Son fácilmente complacidos y fácilmente disgustados. Las madres pueden
ganar el afecto de sus hijos mediante una suave disciplina y palabras y
actos amantes.
Se necesitan firmeza uniforme y control ecuánime para la disciplina de
cada familia. Decid lo que queráis decir tranquilamente, proceded con
consideración, y cumplid lo que decís sin desviaciones.
Da resultados buenos el manifestar afecto en vuestra asociación con
vuestros hijos. No los alejéis por vuestra falta de simpatía en sus
juegos infantiles, sus goces y sus dolores. Nunca frunzáis el ceño ni
se escape de vuestros labios una palabra áspera.
(Testimonies, tomo 3, pág. 532).
Aun La Bondad Debe Tener Sus Límites.
La autoridad debe ser sostenida por una firme severidad, o será
recibida por muchos con burlas y desprecios. La falsa ternura, las
súplicas y la indulgencia empleadas con los jóvenes por padres y tutores
son el peor mal que pueda hacérseles. En cada familia son esenciales
la firmeza, la decisión, los requisitos positivos
(Id., tomo 5, pág. 45).
(Id., tomo 5, pág. 45).
Recordad Vuestras Propias Faltas.
Recuerden el padre y la madre que ellos no son sino
niños crecidos. Aunque ha brillado sobre su senda una gran luz y han
tenido una larga experiencia, sin embargo, cuán fácilmente se dejan
agitar por la envidia, los celos y las malas conjeturas. Debido a sus
propias faltas y errores, debieran aprender a tratar suavemente con sus
hijos descarriados (Manuscrito 53, sin fecha).
Quizá os sintáis molestos a veces porque vuestros hijos hacen lo contrario de lo que les ordenáis.
¿Pero habéis pensando en las muchas veces que desobedecéis lo que Dios os ha ordenado hacer? (Manuscrito 45, 1911).
Cómo Ganar El Amor Y La Confianza.
Existe el peligro de que tanto los padres como los maestros manden y
dicten demasiado, y no entren suficientemente en relaciones sociales con
sus hijos o alumnos. Con frecuencia se mantienen demasiado reservados,
y ejercen su autoridad de una manera fría, carente de simpatía, que no
puede ganar los corazones de los niños. Si tan sólo quieren conseguir
que éstos se acerquen a ellos, demostrándoles que los aman y
manifestando interés en todos sus esfuerzos, y aun en sus juegos, siendo
a veces hasta niños entre ellos, harán a los niños muy felices, y
conquistarán su amor y confianza. Y los niños aprenderán más
rápidamente a respetar y amar la autoridad de sus padres y maestros (Consejos para los Maestros, págs. 61, 62).
Procurad Imitar A Cristo.
El [Cristo] se identificaba con los humildes, los
necesitados y los afligidos. Tomaba a los niñitos en sus brazos y
descendía al nivel de los jóvenes. Su gran corazón de amor podía
comprender sus pruebas y necesidades y disfrutaba con sus motivos de
alegría. Su espíritu, cansado con el bullicio y la confusión de la
ciudad atestada, cansado de asociarse con hombres astutos e hipócritas,
encontraba descanso y paz en la compañía de los niños inocentes. Su
presencia nunca los repelía. La Majestad del cielo condescendía en
contestar a sus preguntas y simplificaba sus importantes lecciones para
amoldarse a su pueril entendimiento. Plantaba en sus mentes jóvenes y
en desarrollo las semillas de la verdad que brotarían y producirían una
abundante cosecha en sus años más maduros
(Testimonies, tomo 4, pág. 141).
(Testimonies, tomo 4, pág. 141).
Un Joven Descarriado Que Necesitaba Simpatía.
He leído sus cartas con interés y simpatía. Diría que su hijo necesita
ahora un padre como nunca lo ha necesitado antes. Se ha equivocado; Ud.
lo sabe, y él sabe que Ud. lo sabe; y las palabras que, en su
inocencia, Ud. le hubiera dicho con seguridad y que no le hubieran
producido ningún mal resultado, ahora parecerían tan despiadadas y
cortantes como un cuchillo… Sé que los padres sienten la vergüenza de
los descarríos de un hijo que los ha deshonrado mucho, pero
¿El descarriado hiere y lastima el corazón del padre terrenal más de lo
que nosotros, como hijos de Dios, lastimamos a nuestro Padre celestial,
que nos ha dado y sigue todavía dándonos su amor, invitándonos a volver y
arrepentirnos de nuestros pecados e iniquidades, y él perdonará
nuestras transgresiones?
No retraiga su amor ahora. Ese amor y simpatía se necesitan ahora como
nunca antes. Cuando otros consideran con frialdad y dan la peor
interpretación a los descarríos de su hijo,
¿No debieran el padre y la madre, con ternura compasiva, procurar guiar
sus pasos por la senda segura?
No conozco el carácter de los pecados de su hijo, pero me siento segura
al decir que, cualesquiera sean, ningún comentario de labios humanos,
ninguna presión de las acciones humanas, de los que piensan que están
haciendo justicia, debiera guiar a Ud. a seguir un curso de acción que
pueda ser interpretado por su hijo como que Ud. se siente demasiado
mortificado y deshonrado para siquiera devolverle su confianza y olvidar
sus transgresiones. No haya nada que le haga perder la esperanza, nada
que corte de raíz su amor y ternura por el descarriado. Él lo necesita
precisamente porque está descarriado, y necesita un padre y una madre
que lo ayuden a escapar de la trampa de Satanás. Reténgalo firmemente
con fe y amor y aférrelo al Redentor compasivo, recordando que él cuenta
con Alguien que tiene un interés en él aun mayor que el suyo. . .
No hable de desánimo y falta de esperanza. Hable de ánimo. Dígale que
puede redimirse, que Uds., su padre y madre, le ayudarán a aferrarse de
lo alto, a plantar sus pies en la sólida Roca, Cristo Jesús, a encontrar
un sostén seguro y fuerza infaltable en Jesús. Si sus faltas llegan a
ser muy graves, no curará a su hijo el decirle esto constantemente. Se
necesita una conducta correcta para salvar a un alma de la muerte y para
evitar que un alma cometa una multitud de pecados (Carta 18, 1890).
Buscad La Ayuda Divina Para Vencer La Impaciencia.
Deseo decir a cada padre y madre: si sois impacientes,
buscad la ayuda de Dios para vencer. Cuando sois provocados a la
impaciencia, id a vuestra cámara y arrodillaos y pedid a Dios que os
ayude a fin de que podáis tener una correcta influencia sobre vuestros
hijos (Manuscrito 33, 1909).
Madres,
cuando os rendís a la impaciencia y tratáis a vuestros hijos
ásperamente, no estáis aprendiendo de Cristo, sino de otro maestro.
Jesús dice: "Llevad mi yugo sobre vosotros. y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga".
Cuando os parezca que vuestro trabajo es rudo, cuando os quejéis de
dificultades y pruebas, cuando digáis que no tenéis fortaleza para
resistir a la tentación, que no podéis vencer la impaciencia y que la
vida cristiana es una tarea penosa, estad seguras de que no estáis
llevando el yugo de Cristo; estáis llevando el yugo de otro maestro.
(Signs of the Times, 22-7-1889).
El Reflejo De La Imagen Divina.
La iglesia necesita hombres de un espíritu manso y
tranquilo, que sean tolerantes y pacientes. Aprendan ellos esos
atributos en su trato con sus familias. Piensen los padres muchísimo más en los intereses eternos de sus hijos de lo que piensan en su comodidad presente. Consideren
a sus hijos como miembros menores de la familia del Señor, y edúquenlos
y disciplínenlos de tal manera que los induzcan a reflejar la imagen
divina (Review and Herald, 16-7-1895).
(La Conducción del Niño de E.G. de White)
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