Familias Bien Ordenadas Y Bien Disciplinadas.
El deber de los que pretenden ser cristianos es presentar ante el mundo
familias bien ordenadas y bien disciplinadas, familias que demuestren el
poder del verdadero cristianismo.
(Review and Herald, 13-4-1897).
No Es Fácil Educar Y Preparar A Los Hijos Sabiamente.
Se
levantarán dificultades cuando los padres traten de mantener el juicio y
el temor de Dios delante de ellos, los hijos revelarán la perversidad
albergada en su corazón.
Muestran amor por la necedad, la independencia y odio por la restricción
y la disciplina. Practican el engaño y expresan falsedades.
Demasiados padres, en vez de castigar a sus hijos por esas faltas, los
ciegan a fin de que no vean debajo de la superficie, ni disciernan el
verdadero significado de estas cosas. Por lo tanto, los hijos continúan
en sus prácticas engañosas formando caracteres que Dios no puede
aprobar.
La
norma fijada por la Palabra de Dios es puesta a un lado por los padres a
los que no les gusta la camisa de fuerza, como algunos la llaman, para
emplearla en la educación de sus hijos. Muchos
padres tienen un disgusto arraigado en contra de los santos principios
de la Palabra de Dios, porque esos principios colocan demasiada
responsabilidad sobre ellos.
Pero la cuenta inevitable, que todos los padres están obligados a pagar,
muestra que los caminos de Dios son los mejores y que el único sendero
de seguridad y felicidad se halla en la obediencia a su voluntad
(Id.,
30-3-1897).
La Restricción De Los Hijos No Es Una Tarea Fácil.
Dentro del actual estado de cosas de la sociedad, no es una tarea fácil
que los padres restrinjan a sus hijos y los instruyan de acuerdo con los
principios bíblicos. Cuando educan a sus hijos en armonía con los
preceptos de la Palabra de Dios y, como el Abrahán de la antigüedad,
guían a su casa tras sí, los hijos piensan que sus padres son exagerados
e innecesariamente exigentes. (Signs of the Times, 17- 4-1884).
Falsas Ideas En Cuanto A La Restricción.
Padres.
Si queréis la bendición de Dios, proceded como procedió Abrahán.
Reprimid el mal y fomentad el bien. Será necesario dar algunas órdenes
en lugar de consultar las inclinaciones y gustos de los hijos (Carta 53,
1887). Dejar
a un niño que siga sus impulsos naturales, es permitirle que su
carácter se deteriore y se haga eficiente en el mal. Los padres sabios
no dirán a sus hijos: "Sigue tu propia elección; ve adonde quieras, y
haz lo que quieras"; sino: "Escucha la instrucción del Señor". A fin de
que no se eche a perder la belleza de la vida del hogar, deben hacerse y
aplicarse reglas sabias en él (Consejos para los Maestros, págs. 86,
87).
Por Qué Pereció La Familia De Acán.
¿Habéis pensado por qué fueron sometidos al castigo de Dios todos los
que estaban relacionados con Acán? Fue porque no habían sido preparados
y educados de acuerdo con las direcciones dadas en la gran norma de la
ley de Dios.
Los padres de Acán lo habían educado en tal forma, que se sentía libre
para desobedecer la Palabra del Señor.
Los principios inculcados en su vida lo indujeron a tratar a sus hijos
en tal forma que ellos también se corrompieron. La mente actúa sobre
otra mente y recibe su influencia, y el castigo que incluyó a los
familiares de Acán revela el hecho de que todos estaban implicados en la
transgresión (Manuscrito 67, 1894).
El Ciego Afecto Paternal Es El Más Grande Obstáculo En La Enseñanza.
El
pecado del descuido paternal es casi universal. Con demasiada
frecuencia existe un ciego afecto hacia los que están relacionados con
nosotros por vínculos naturales. Ese afecto se lleva al extremo; no
está equilibrado por la sabiduría ni por el temor de Dios. El ciego
afecto paternal es el mayor obstáculo en el sendero de la debida
educación de los hijos. Impide la disciplina y la educación que
requiere el Señor. Debido a ese afecto, a veces los padres parecen
estar desprovistos de razón. Es como las tiernas misericordias de los
impíos, cruelmente disfrazadas con el atavío de un falso amor. Esta
peligrosa contracorriente es la que lleva a los hijos a la ruina (Review and Herald 6-4-1897).
Los
padres están en constante peligro de fomentar los afectos naturales a
expensas de la obediencia a la ley de Dios. Para agradar a sus hijos,
muchos padres permiten lo que Dios prohíbe
(Id., 29-1-1901).
Los Padres Son Responsables Por Lo Que Sus Hijos Podrían Haber Sido.
Si el padre y la madre, como maestros del hogar, permiten que sus hijos
dominen la situación y se descarríen, son responsables por lo que esos
hijos podrían haber sido de otra manera (Id., 15-9-1904).
Los
que siguen sus propias inclinaciones, en su afecto ciego por sus hijos,
y, permitiéndoles que satisfagan sus deseos egoístas, no les hacen
sentir el peso de la autoridad de Dios para reprender el pecado y
corregir el mal, ponen de manifiesto que honran a sus hijos impíos más
que a Dios. Sienten más anhelo por escudar la reputación de ellos que
por glorificar a Dios; y tienen más deseo de complacer a sus hijos que
de agradar al Señor... Aquellos que no tienen suficiente valor para
reprender el mal, o que por indolencia o falta de interés no hacen
esfuerzos fervientes para purificar la familia o la iglesia de Dios, son
considerados responsables del mal que resulte de su descuido del deber.
Somos tan responsables de los males que hubiéramos podido impedir en
otros por el ejercicio de la autoridad paternal o pastoral, como si
hubiésemos cometido los tales hechos nosotros mismos (Patriarcas y
Profetas, págs. 624, 625).
Se Debe Ser Imparcial.
Es muy natural que haya favoritismo en los padres en cuanto a sus hijos.
Especialmente si los padres creen que ellos mismos poseen una
capacidad superior, considerarán que sus hijos son superiores a otros
niños. Por lo tanto, mucho de lo que censurarían severamente en otros,
lo pasan por alto en sus hijos como una muestra de inteligencia. Si
bien es cierto que esta parcialidad es natural, no es justa ni
cristiana. Se hace un gran daño a nuestros hijos cuando les permitimos
que sus faltas no sean corregidas. (Signs of the Times, 24-11-1881).
No Consintáis El Mal.
Se
debería explicar que el gobierno de Dios no reconoce transigencias con
el mal.
Ni en el hogar ni en la escuela se debería tolerar la desobediencia.
Ningún padre ni maestro que desee sinceramente el bienestar de los que
están a su cuidado, transigirá con la voluntad terca que desafíe a la
autoridad o recurra al subterfugio o la evasiva a fin de esquivar la
obediencia. No es el amor, sino el sentimentalismo el que se complace
con el mal, trata de obtener obediencia por medio de ruegos o sobornos y
finalmente acepta algún sustituto en vez de lo que exigía (La
Educación, pág. 282).
Existe
hoy en muchísimas familias mucha complacencia propia y desobediencia
que pasan sin ser corregidas, o por el contrario se manifiesta un
espíritu despótico que crea los peores males en el carácter de los
hijos. Los padres los corrigen a veces con tal desconsideración que les
amargan la vida, y los hijos pierden el respeto por sus padres y
hermanos (Carta 75, 1898).
Los Padres No Comprenden Los Principios Correctos.
Apena el corazón ver la necedad de los padres en el ejercicio de la
autoridad que Dios les ha dado. Hombres que en todo lo demás son
consecuentes e inteligentes fracasan en la comprensión de los principios
que debieran emplear en la educación de sus hijos pequeños. No les dan
la instrucción correcta en el tiempo cuando ella, un ejemplo piadoso y
una firme decisión son indispensables para guiar correctamente la mente
inexperta que ignora las influencias engañosas y peligrosas a las que
tendrá que hacer frente por doquiera (Manuscrito 119, 1899).
El
mayor sufrimiento ha sobrevenido a la familia humana porque los padres
se han apartado del plan divino para seguir su propio criterio y sus
ideas imperfectas.
Muchos padres obedecen a sus impulsos. Se olvidan que el bien presente y futuro de sus hijos requiere disciplina inteligente (Manuscrito 49, 1901).
Dios No Acepta Excusas.
Con demasiada frecuencia, se crea un estado de rebelión en el corazón de
los hijos debido a la disciplina errónea de los padres, cuando los
hijos habrían formado buenos y armoniosos caracteres si se hubiera
seguido un curso de acción adecuado
(Testimonies, tomo 3, págs. 532,
533).
Mientras los padres tengan la facultad de disciplinar, educar y preparar a sus hijos, ejerzan esa facultad para Dios.
Él les requiere una obediencia pura, impecable y recta. No tolerará
ninguna otra cosa. No excusará la mala dirección de los hijos (Review
and Herald, 13-4-1897).
Hay Que Vencer El Espíritu Natural De Obstinación.
Algunos niños son naturalmente más obstinados que otros y no aceptan la
disciplina, en consecuencia se vuelven muy antipáticos y desagradables.
Si la madre no tiene suficiente visión para tratar con este aspecto del
carácter, se formará un estado de cosas muy desgraciado, pues tales
niños seguirán sus caprichos para su propia destrucción. Pero
cuán terrible es que un hijo fomente un espíritu de obstinación no sólo
en la niñez, sino en años de mayor madurez, y debido a una falta de
comprensión en la niñez, alimente amargura y maldad en la edad adulta
hacia la madre que no supo dirigir a sus hijos (Manuscrito 18, 1891).
Nunca Digáis A Un Niño: "No Puedo Tolerarte".
Nunca digáis a vuestros hijos: "no puedo tolerarte". Mientras tengamos
acceso al trono de Dios, como padres debiéramos avergonzarnos de
pronunciar tales palabras. Clamad a Jesús y él os ayudará a conducir a
vuestros pequeños a Dios (Review and Herald, 16-7-1895).
Debe estudiarse diligentemente el manejo de la familia.
He oído a algunas madres que decían que no tenían la
habilidad para dirigir que tienen otras, que es un talento que no
poseen. Las que comprenden su deficiencia en esto, debieran estudiar
muy diligentemente el tema de la dirección de la familia. Y sin
embargo, las más valiosas sugestiones de otras no debieran ser adoptadas
impensadamente y sin discriminación. Quizá no se adapten igualmente a
las circunstancias de cada madre, o a la disposición y temperamento
peculiares de cada hijo de la familia. Estudie la madre cuidadosamente
la experiencia de otras, note la diferencia entre sus métodos y los de
ella y pruebe cuidadosamente aquéllos que puedan ser de verdadero valor.
Si una clase de disciplina no produce los resultados deseados,
inténtese otro plan y obsérvense cuidadosamente los resultados.
Las madres, más que otras personas, debieran acostumbrarse a pensar e
investigar. Si perseveran en esto, hallarán que están adquiriendo la
facultad que pensaban que no tenían, que están aprendiendo a formar
correctamente el carácter de sus hijos. El resultado de la labor y
pensamiento dados a esta obra se verá en la obediencia de los hijos, en
su sencillez, su modestia y pureza, y esto recompensará ricamente todo
esfuerzo hecho (Signs of the Times, 11-3-1886).
Los Padres Deben Unirse En La Disciplina.
La madre siempre debiera tener la cooperación del
padre en sus esfuerzos para establecer el fundamento de un buen carácter
cristiano en sus hijos. Un padre excesivamente cariñoso no debiera
cerrar los ojos a las faltas de sus hijos porque le resulte desagradable
corregirlos
(Testimonies, tomo 1, págs. 546, 547).
Debieran inculcarse en la mente de los niños los principios correctos. Si
los padres se unen en esta obra de disciplina, los niños entenderán lo
que se requiere de ellos. Pero si el padre, por palabra o apariencia,
muestra que no aprueba la disciplina que da la madre, si cree que ella
es demasiado estricta y piensa que él debe compensar la rigurosidad con
mimos y condescendencias, se arruinarán los hijos. Los padres
complacientes recurrirán a engaños, y los hijos pronto sabrán que pueden
hacer lo que les plazca. Los padres que cometen este pecado contra sus
hijos son responsables por la pérdida de sus almas
(Manuscrito 58,
1899).
La Influencia Combinada Del Afecto Y La Autoridad.
Irradie de vuestro carácter la luz de la gracia celestial para que haya
luz de sol en el hogar. Haya paz, palabras agradables y semblantes
alegres. Esto no es un afecto ciego, no es esa ternura que fomenta el
pecado debido a una necia indulgencia y que es la mismísima crueldad, no
es ese falso amor que permite que los hijos gobiernen y conviertan a
sus padres en esclavos de sus caprichos. No debiera haber parcialidad
paternal, ni opresión; la influencia combinada del afecto y la autoridad
darán el molde adecuado a la familia (Review and Herald, 15-9-1891).
Represéntese El Carácter De Dios En La Disciplina.
Sed firmes, sed decididos en poner en práctica la
instrucción de la Biblia, pero liberaos de toda pasión. Recordad que
cuando sois ásperos e irrazonables ante vuestros pequeños, les enseñáis a
ser lo mismo. Dios os requiere que eduquéis a vuestros hijos, usando
en vuestra disciplina toda la táctica de un sabio maestro que está
regido por Dios. Si el poder de Dios que convierte se ejerce en vuestro
hogar, vosotros mismos aprenderéis constantemente. Representaréis el
carácter de Cristo y agradarán a Dios vuestros esfuerzos en este
sentido. Nunca descuidéis la obra que debiera hacerse para los miembros
menores de la familia del Señor. Padres, vosotros sois la luz de
vuestro hogar. Brille pues vuestra luz en forma de palabras amables, en
sedantes tonos de voz.
Quitad de ellas el aguijón mediante la oración a Dios en procura de
dominio propio. Y los ángeles estarán en vuestro hogar, pues ellos
observarán vuestra luz. La disciplina que deis a vuestros hijos
proseguirá en forma de corrientes fuertes y claras, que llegan hasta el
mundo saliendo de vuestro hogar correctamente conducido.
(Manuscrito
142, 1898).
No Haya Desviación De Los Principios Correctos.
Antiguamente, la autoridad paterna era respetada: los
hijos estaban entonces sujetos a sus padres, y los temían y
reverenciaban; pero en estos últimos días el orden ha sido invertido.
Algunos padres están sujetos a sus hijos.
Temen contrariar su voluntad, y por lo tanto
ceden a lo que les exigen.
Pero mientras que los hijos están bajo el techo de sus padres, y
dependen de ellos,
deben estar sujetos a su voluntad.
Los padres deben obrar con decisión, requiriendo que se acate lo que
ellos consideran correcto.
(Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 76).
Tómense Medidas Extremas Si La Desobediencia Obstinada No Es Reprimida.
Algunos padres indulgentes que aman la comodidad temen
ejercer una autoridad sana sobre sus hijos indisciplinados para que
ellos no huyan del hogar. Sería mejor que algunos hicieran eso antes
que permanecer en el hogar viviendo a expensas de la generosidad de sus
padres y al mismo tiempo hollando toda autoridad tanto humana como
divina. Sería muy provechoso que tales hijos tuvieran la plena
independencia que se imaginan que es tan deseable, que aprendieran que
se necesita esforzarse para vivir. Digan
los padres al muchacho que amenaza con escaparse del hogar:
"Hijo mío, si estás determinado a irte del hogar antes que someterte a
reglas justas y debidas, no te lo impediremos. Si piensas que el mundo
es más amistoso. Que los padres que te han cuidado desde la infancia,
deberás descubrir tu error por ti mismo. Serás bienvenido cuando desees
volver a la casa de tu padre para ser sometido a su autoridad.
Las obligaciones son mutuas. Al paso que tú tienes alimento, vestido y
cuidado paternal, a tu vez estás en la obligación de someterte a las
reglas del hogar y a la sana disciplina. Mi casa no puede ser
mancillada con el hedor del tabaco, con palabras viles o embriaguez.
Deseo que los ángeles de Dios estén en mi hogar. Si estás plenamente
determinado a servir a Satanás, mejor estarás con aquellos cuya compañía
amas, de lo que estarías en tu hogar".
Un proceder tal frenaría la degradación de millares. Pero
con demasiada frecuencia los hijos saben que pueden hacer lo peor y,
sin embargo, una madre poco prudente intercederá por ellos y ocultará
sus transgresiones.
Más de un hijo rebelde se jacta porque sus padres no han tenido valor
para reprimirlo... No lo fuerzan a obedecer. Tales padres fomentan en
sus hijos la disipación y están deshonrando a Dios por su necia
indulgencia. Son estos jóvenes rebeldes y corruptos los que constituyen
el elemento más difícil de dominar en las escuelas y colegios.
(Review and Herald, 13-6-1882).
No Os Canséis En El Bien Hacer.
La obra de los padres es continua. No debiera cumplirse vigorosamente
un día para descuidarse al siguiente. Muchos están listos para comenzar
la obra, pero no están dispuestos a perseverar en ella. Anhelan hacer
grandes cosas, algún gran sacrificio; pero se retraen del cuidado
incesante y del esfuerzo en las cosas pequeñas de la vida diaria, el
continuo podar y educar las tendencias torcidas, la obra de dar
instrucción especial, reprochar o animar, poco a poco, tal como fuera
necesario. Quieren que sus hijos corrijan sus errores y formen
caracteres correctos de golpe, alcanzando la cima de un salto y no
mediante pasos sucesivos, y se descorazonan porque sus esperanzas no se
realizan inmediatamente. Anímense tales personas al recordar las
palabras del apóstol: "No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su
tiempo segaremos, si no desmayamos" (Signs of the Times, 24-11-1881).
Puede
suceder que los niños observadores del sábado se impacienten por las
restricciones y piensen que sus padres son demasiado estrictos; y hasta
puede suceder que se susciten en sus corazones sentimientos duros y
lleguen a alimentar pensamientos de descontento y pesar contra aquellos
que obran para su bien presente, futuro y eterno. Pero si llegan a
vivir algunos años más, bendecirán a sus padres por el cuidado estricto y
la vigilancia fiel que ejercieron sobre ellos en sus años de
inexperiencia (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 150).
Leed Admoniciones De La Palabra De Dios.
Cuando yerran los niños, los padres debieran darse tiempo para leerles
tiernamente de la Palabra de Dios aquellas admoniciones que sean
especialmente aplicables a su caso. Cuando son probados, tentados o
desanimados, citadles las preciosas palabras de consuelo y guiadlos
suavemente a depositar su confianza en Jesús. Así se podrá dirigir la
mente juvenil a lo que es puro y ennoblecedor. Y a medida que los
grandes problemas de la vida, y el trato de Dios con la raza humana, se
despliegan ante el entendimiento, se ejercitan las facultades del
razonamiento y también el juicio, al paso que se imprimen en el corazón
las lecciones de la verdad divina. Así los padres pueden modelar
diariamente el carácter de sus hijos, a fin de que puedan ser aptos para
la vida futura. (Review and Herald, 13-6-1882).
(La Conducción del Niño de E.G. de White)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu Comentario