UNA PREPARACIÓN BIEN EQUILIBRADA.
La instrucción debiera darse como Dios la ha dirigido. Los niños debieran ser preparados paciente, cuidadosa, diligente y misericordiosamente. Sobre todos los padres descansa la obligación de dar a sus hijos una instrucción física, mental y espiritual. Es esencial mantener siempre delante de los hijos las demandas de Dios.
La preparación física, el desarrollo del cuerpo, se da con mucho mayor facilidad que la preparación espiritual. . . .
La cultura del alma, que da pureza y elevación a los pensamientos y fragancia a las palabras y a los actos, requiere esfuerzos más penosos. Se necesita paciencia para mantener desarraigado todo mal del jardín del corazón.
En ningún caso debiera descuidarse la preparación espiritual. Enseñemos a nuestros hijos las bellas lecciones de la Palabra de Dios, para que mediante ellas puedan ganar un conocimiento de Dios. Comprendan que no deben hacer nada que no sea correcto. Enseñadles a hacer justicia y juicio. Decidles que no podéis permitirles que sigan un sendero equivocado. En el nombre del Señor Jesucristo, presentadlos a Dios ante el trono de la gracia. Hacedles conocer que Jesús vive para interceder por ellos. Animadlos a formar caracteres modelados de acuerdo con el dechado divino. (Review and Herald, 15-9-1904),
ES FUNDAMENTAL EL CONOCIMIENTO DE DIOS
Y DE CRISTO.
En ningún caso debe descuidarse la preparación espiritual; porque "el principio de la sabiduría es el temor de Jehová" (Sal. 111:10). 467
Algunos colocan la educación después de la religión, pero la verdadera educación es religión. (Consejos para los Maestros, pág. 84).
DEFINID LA EXPERIENCIA RELIGIOSA PRÁCTICA.
Los padres cristianos debieran estar preparados para dar a sus hijos instrucción práctica en la experiencia religiosa. Dios requiere esto de vosotros y descuidáis vuestro deber si dejáis de realizar esta obra. Instruid a vuestros hijos en cuanto a los métodos elegidos por Dios para la disciplina y las condiciones de éxito en la vida cristiana. Enseñadles que no pueden servir a Dios mientras sus mentes estén absorbidas demasiado por los cuidados de esta vida; pero no permitáis que acaricien el pensamiento de que no necesitan esforzarse y pueden pasar sus momentos libres en la pereza (Testimonies, tomo 5, pág. 42).
ENSEÑAD EL CONOCIMIENTO DE DIOS.
Conocer a Dios es vida eterna. ¿Estáis enseñando esto a vuestros hijos, o les estáis enseñando a conformarse con las normas del mundo? ¿Os estáis preparando para el hogar que Dios prepara para vosotros? . . . Enseñad a vuestros hijos acerca de la vida, muerte y resurrección del Salvador. Enseñadles a estudiar la Biblia. . . . Enseñadles a formar caracteres que vivirán por los siglos eternos. Debemos orar como nunca lo hemos hecho antes para que Dios preserve y bendiga a nuestros hijos. (Manuscrito 16, 1895).
ENSEÑAD EL ARREPENTIMIENTO DIARIO Y EL PERDÓN.
No es esencial que todos puedan especificar con certeza cuándo fueron perdonados sus pecados. La lección que se debe enseñar a los niños es que sus errores y faltas han de ser presentados a Jesús en la misma niñez de su vida. Enseñadles a pedir perdón diariamente por cualquier error que hayan cometido y que Jesús oye la oración sencilla del 468 corazón arrepentido, y los perdonará y recibirá así como recibió a los niños que le eran llevados cuando estuvo en la tierra. (Manuscrito 5, 1896).
ENSEÑAD SANA DOCTRINA.
Los que han visto la verdad y han sentido su importancia, y han experimentado las cosas de Dios, han de enseñar sana doctrina a sus hijos. Deben familiarizarlos con las grandes columnas de nuestra fe, las razones por las cuales somos adventistas del séptimo día. Por qué somos llamados, como lo fueron los hijos de Israel, a ser pueblo peculiar, una nación santa, separada y distinta de todos los otros pueblos de la faz de la tierra. Estas cosas debieran ser explicadas a los niños en lenguaje sencillo, fácil de entender, Y a medida que crezcan en años, las lecciones impartidas debieran ser adecuadas a su capacidad creciente, hasta que los fundamentos de la verdad hayan sido establecidos amplia y profundamente (Testimonies, tomo 5, pág. 330).
INSTRUID BREVE Y FRECUENTEMENTE.
Los que instruyen a los niños y jóvenes deben evitar las observaciones tediosas. Las alocuciones cortas y directas tendrán una influencia feliz. Si hay mucho que decir, súplase la brevedad con la frecuencia. Unas pocas observaciones interesantes, hechas a menudo, serán más provechosas que el dar toda la instrucción a la vez. Los discursos largos cansan la mente de los jóvenes. El hablar demasiado los induce hasta a sentir repugnancia por la instrucción espiritual, así como el comer demasiado recarga el estómago, reduce el apetito y crea repugnancia por la comida
(Obreros Evangélicos, pág. 221).
LAS NOCHES SON UNA OCASIÓN PRECIOSA.
El hogar debe convertirse en una escuela de instrucción, más bien que en un lugar de monótona e ingrata faena, Las primeras horas de la noche deberían 469 ser consideradas como momentos preciosos para ser dedicados a la instrucción de los niños en el camino de la rectitud.
(Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabática, pág. 52).
REPASAD LAS PROMESAS DE DIOS.
Necesitarnos reconocer al Espíritu Santo como nuestro iluminador. Este Espíritu se deleita en dirigirse a los niños, y en descubrirles los tesoros y las bellezas de la Palabra. Las promesas hechas por el gran Maestro cautivarán los sentidos y animarán el alma del niño con un poder espiritual divino. Crecerá en la mente receptiva una familiaridad con las cosas divinas, que será una barricada contra las tentaciones del enemigo (Consejos para los Maestros. págs. 131, 132).
HACED AGRADABLE LA INSTRUCCIÓN RELIGIOSA.
Debe darse instrucción religiosa a los niños desde sus más tiernos años. Debe serles dada no con espíritu de condenación, sino con un espíritu alegre y feliz. Las madres necesitan estar en guardia constantemente, no sea que la tentación llegue a los niños en forma que no la reconozcan. Los padres han de proteger a sus hijos con instrucciones sabias y placenteras. Como los mejores amigos de estos seres inexpertos, deben ayudarles en la obra de vencer, porque para ellos el ser victoriosos significa todo. Deben considerar que sus amados hijos que están tratando de hacer lo recto son miembros más jóvenes de la familia del Señor, y deben sentir intenso interés por ayudarles a andar rectamente en el camino real de la obediencia. Con amante interés, deben enseñarles día tras día lo que significa ser hijos de Dios y entregar la voluntad en obediencia a él. Enseñadles que la obediencia a Dios entraña obediencia a los padres. Esta debe ser una obra de cada día y hora. Padres, velad, velad, y orad, y haced de vuestros hijos 470 vuestros compañeros.
(Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 391, 392).
ENSEÑAD LECCIONES ESPIRITUALES
DE LAS TAREAS HOGAREÑAS.
Dios confió a los padres y maestros la tarea de educar a los niños y jóvenes en estas direcciones, y de cada acto de la vida se les puede enseñar lecciones espirituales. Al inculcarles hábitos de limpieza física, debemos enseñarles que Dios quiere que sean limpios tanto en su corazón como en su cuerpo. Al barrer una habitación pueden aprender cómo el Señor purifica el corazón. No les bastaría cerrar puertas y ventanas después de poner en la pieza alguna sustancia purificadora, sino que abrirían las puertas y las ventanas de par en par y con esfuerzo diligente eliminarían todo el polvo. Del mismo modo las ventanas de los impulsos y sentimientos han de abrirse hacia el cielo y se debe expulsar el polvo del egoísmo y de la vanidad mundana. La gracia de Dios ha de barrer las cámaras de la mente y todo elemento de la naturaleza ha de ser purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios. El desorden y el desaliño en los deberes diarios llevarán al olvido de Dios y a observar una forma de piedad en la profesión de la fe, pero sin la realidad de ella. Tenemos que velar y orar; de otra suerte estaremos asiéndonos de la sombra y perderemos la sustancia.
Como hebras de oro, una fe viva debe entretejerse con la experiencia cotidiana en el cumplimiento de las pequeñas obligaciones.
(Id., págs. 436, 437).
LA EDUCACIÓN DEL CORAZÓN EN CONTRASTE CON EL CONOCIMIENTO LIBRESCO.
Es correcto que los jóvenes sientan que deben alcanzar el más elevado desarrollo de sus facultades mentales. No restringiríamos la educación para la cual el Señor no ha fijado límites. Pero lo que alcancemos no tendrá valor si no lo usamos para la honra de Dios y el bien de la humanidad. A menos que nuestro conocimiento sea un 471 peldaño para alcanzar los más elevados propósitos, no tiene valor. . . .
La educación del corazón es de mayor importancia que la que se obtiene de los libros. Es bueno, aun esencial, obtener un conocimiento del mundo en que vivimos. Pero si no tomamos en cuenta la eternidad, sufriremos un fracaso del que no podremos recuperarnos.
(Testimonies, tomo 8, pág. 311).
BENEFICIOS MUTUOS.
Nuestros hijos son propiedad del Señor; han sido comprados por precio. Este pensamiento debiera ser el manantial principal de nuestras labores para ellos. Los métodos más eficaces para asegurar su salvación y para preservarlos de la tentación consisten en instruirlos constantemente con la Palabra de Dios. Y si los padres se convierten en estudiantes junto con sus hijos, hallarán que su propio crecimiento en el conocimiento de la verdad es más rápido. Desaparecerá la incredulidad; aumentarán la fe y la actividad; la seguridad y la confianza se profundizarán al proseguir ellos en el conocimiento del Señor (Review and Herald, 6-5-1909).
LA FORMA EN QUE LOS PADRES PUEDEN SER PIEDRAS DE TROPIEZO.
¿Qué ejemplo dais a vuestros hijos? ¿Qué orden tenéis en casa? Debéis enseñar a vuestros hijos a ser bondadosos, serviciales, accesibles a las súplicas y, sobre todo lo demás, respetuosos de las rosas religiosas, y deben sentir la importancia de los requerimientos de Dios.
(Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 133, 134).
Los muchachos y las niñas pueden revelar precozmente una profunda y simétrica piedad, si se sigue en el temor y el amor de Dios el medio que él ha ordenado para la conducción de cada familia. Ellos demostrarán el valor de la preparación y disciplina correctas. Pero la impresión hecha en la mente de los niños por las palabras del maestro de la verdad es contrarrestada con frecuencia por las 472 palabras y acciones de los padres. El sensible corazón de los hijos también está propenso a descarriarse y con frecuencia es impresionado por la verdad, pero a menudo las tentaciones llegan a él a través del padre o la madre, y caen como una presa en las maquinaciones de Satanás. Es casi imposible colocar los pies de los niños en sendas seguras cuando los padres no cooperan. Los malos sentimientos, emanados de los labios de padres poco juiciosos, son el principal estorbo para la conversión genuina de sus hijos.
(Manuscrito 49, 1901).
VIVID EN ARMONÍA CON VUESTRAS ORACIONES.
"Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho". Presentad esta promesa cuando oráis. Tenemos el privilegio de ir ante Dios con santa osadía. Si le pedimos con sinceridad que haga brillar su luz sobre nosotros, nos oirá y contestará. Pero debemos vivir en armonía con nuestras oraciones. No tienen valor si caminamos en dirección opuesta a ellas. He visto a un padre que, después de leer un pasaje de las Escrituras y orar, con frecuencia, casi tan pronto como se levantaba de sus rodillas, comenzaba a regañar a sus hijos. ¿Cómo podía contestar Dios la oración que se había ofrecido? Y si después de haber increpado a sus hijos, un padre ora, ¿beneficia esa oración a los hijos? No, a menos que sea una oración de confesión a Dios (Manuscrito 114, 1903).
CUÁNDO ESTÁN LISTOS LOS NIÑOS PARA EL BAUTISMO.
No permitáis nunca que vuestros hijos supongan que no son hijos de Dios hasta que tengan suficiente edad para ser bautizados. El bautismo no transforma en cristianos a los niños, ni los convierte. Es tan sólo un signo externo que muestra que comprenden que debieran ser hijos de Dios reconociendo que 473 creen en Jesucristo como su Salvador y que por lo tanto vivirán para Cristo (Manuscrito 5, 1896).
Los padres cuyos hijos deben ser bautizados tienen una obra que hacer, tanto en lo que se refiere a examinarse a sí mismos como en cuanto a dar instrucciones fieles a sus hijos. El bautismo es un rito muy sagrado e importante, y su significado debe comprenderse cabalmente. Significa arrepentirse del pecado e iniciar una nueva vida en Cristo Jesús. No debe haber indebido apresuramiento para recibir este rito. Calculen el costo tanto los padres como los hijos. Al consentir en que sus hijos sean bautizados, los padres se comprometen solemnemente a ser fieles mayordomos para con estos hijos, a guiarlos en la edificación de su carácter. Se comprometen a cuidar con interés especial estos corderos del rebaño, a fin de que no deshonren la fe que profesan. . . .
Cuando llega el período más feliz de su vida, y en su corazón aman a Jesús y desean ser bautizados, obrad fielmente con ellos. Antes que reciban el rito, preguntadles si es su primer propósito en la vida trabajar para Dios. Entonces explicadles cómo principiar. Las primeras lecciones significan mucho. Con sencillez, enseñadles a prestar su primer servicio a Dios. Presentadles esta obra de la manera que haga más fácil su comprensión. Explicadles lo que significa darse al Señor, haced exactamente lo que su Palabra indica, bajo el consejo de padres cristianos (Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 391, 392).
EL DEBER DE LOS PADRES DESPUÉS DEL BAUTISMO.
Después de trabajar fielmente, si estáis convencidos de que vuestros hijos comprenden el significado de la conversión y el bautismo, y de que son verdaderamente convertidos, sean bautizados. Pero, repito, ante todo preparaos a vosotros mismos a fin de actuar como fieles pastores para guiar sus pies inexpertos 474 por la senda estrecha de la obediencia. Dios debe obrar en los padres para que ellos puedan dar a sus hijos un buen ejemplo de amor, cortesía y humildad cristiana, y así de una entrega completa del yo a Cristo. Si consentís en el bautismo de vuestros hijos y luego los dejáis hacer como quieren, no sintiendo el deber especial de mantener sus pies en la senda recta, vosotros mismos sois responsables si pierden la fe, el valor y el interés en la verdad. (Id., pág. 392).
Dios os insta a enseñarles para que se preparen y sean miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Cooperad con Dios trabajando diligentemente para su salvación. Si yerran, no los regañéis. Nunca los vilipendiéis haciéndoles notar que son bautizados y sin embargo cometen errores. Recordad que tienen mucho que aprender acerca de los deberes de un hijo de Dios (Manuscrito 80, 1901).
PREPARACIÓN PARA CONVOCACIONES ESPECIALES.
Esta es una obra en que deben ocuparse las familias antes de presentarse en nuestras santas convocaciones. Considérese como un asunto secundario la preparación de la comida y el vestido, pero comience en el hogar un profundo escudriñamiento del corazón. Orad tres veces al día y sed importunos como Jacob. El hogar es el lugar donde encontrar a Jesús, luego llevadlo con vosotros a la reunión, y cuán preciosas serán las horas que allí se pasen. ¿Pero cómo esperáis sentir la presencia del Señor y ver la demostración de su poder, cuando se ha descuidado la obra individual de preparación para esa oportunidad?
Por el bien de vuestra alma, por Cristo y por el bien de otros, obrad en casa. Orad como no estáis acostumbrados a orar. Quebrántese el corazón delante de Dios. Poned en orden vuestra casa. Preparad a vuestros hijos para la ocasión. Enseñadles que no es de tanta importancia que se presenten con vestidos finos como que aparezcan delante de Dios 475 con manos limpias y corazones puros. Quitad cada obstáculo que pueda haber en su camino: todas las diferencias que puedan haber existido entre ellos mismos o entre vosotros y ellos. Al hacer esto, invitaréis la presencia del Señor en vuestro hogar y santos ángeles os ayudarán cuando vayáis a la reunión, y su luz y su presencia rechazarán las tinieblas de los malos ángeles. (Testimonies, tomo 5, págs. 164, 165).
SEMBRAD LAS SEMILLAS DE VERDAD EN LA FE.
La obra del sembrador es una obra de fe. No puede comprender el misterio de la germinación y del crecimiento de la semilla, pero tiene confianza en los agentes por los cuales Dios hace producir la vegetación. Echa la semilla, con la esperanza de recogerla multiplicada en una cosecha abundante. Del mismo modo deben trabajar los padres y maestros, con la esperanza de recoger una cosecha de la semilla que siembran (La Edificación, pág. 101).
Debiéramos pedir la bendición de Dios sobre la semilla sembrada, y la convicción del Espíritu Santo se posesionará aun de los pequeños. Si ejercemos fe en Dios, seremos capacitados para guiarlos hasta el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Esta es una obra de la máxima consecuencia para los miembros más jóvenes de la familia del Señor (Testimonies, tomo 6, pág. 105). 477
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