domingo, 5 de octubre de 2014

(XII) EL DESARROLLO DE LAS FACULTADES MENTALES: 56. “La Preparación En El Colegio Y En Un Curso Superior”


Muchos se descarrían en las instituciones mundanas. Es una realidad terrible, que debiera estremecer el corazón de los padres, el que en tantas escuelas y colegios adonde se manda a la juventud para recibir cultura y disciplina intelectual, prevalezcan influencias que deforman el carácter, distraen el espíritu del objeto verdadero de la vida y pervierten la moralidad. Mediante el trato con personas sin religión, amigas de los placeres y depravadas, muchos jóvenes pierden su sencillez y pureza, su fe en Dios, y el espíritu de abnegación que padres y madres cristianos fomentaron y conservaron en ellos por medio de instrucciones cuidadosas y fervorosas oraciones. Muchos de los que entran en la escuela con propósito de prepararse para desempeñar algún servicio abnegado, concluyen por absorberse en estudios profanos. Se despierta en ellos la ambición de descollar entre sus compañeros y de adquirir puestos y honores en el mundo. Pronto llegan a perder de vista el objeto que los llevara a la escuela, y se entregan a la persecución de fines egoístas y mundanos. Y a menudo contraen hábitos que arruinan su vida para este mundo y para el venidero (El Ministerio de Curación, págs. 313, 314).

 Se destruyen las influencias religiosas del hogar. Oráis: "No nos metas en tentación". No consintáis pues que vuestros hijos estén donde harán frente innecesariamente a la tentación. No los enviéis a colegios donde se relacionarán con influencias que serán como malezas sembradas en el campo de su corazón. En la escuela del hogar, durante sus primeros años, educad y disciplinad a vuestros hijos en el temor de Dios. Y luego sed cuidadosos de no colocarlos donde las impresiones religiosas que han recibido sean destruidas y sea quitado el amor de Dios de su corazón. Que la atracción de sueldos elevados o de grandes ventajas educativas indudables no os induzcan a enviar a vuestros hijos lejos de vuestra influencia, a lugares donde estarán expuestos a grandes tentaciones. "¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mar. 8: 36, 37) (Manuscrito 30, 1904). 

Nuestras instituciones superiores de educación son ordenadas por Dios. Cuando el ángel de Dios me mostró que se debía establecer una institución para la educación de nuestros jóvenes, vi que sería uno de los medios más grandes ordenados por Dios para la salvación de las almas. . . . Si la influencia de nuestro colegio es lo que debiera ser, los jóvenes que son educados allí quedarán capacitados para percibir a Dios y glorificarlo en todas sus obras; y mientras se ocupen en cultivar las facultades que Dios les ha dado, se estarán preparando para rendir a Dios un servicio más eficiente (Testimonies, tomo 4, págs. 419-422). 

Debe animarse a los jóvenes que asistan a nuestros colegios, los cuales debieran ser más y más como las escuelas de los profetas. Nuestros colegios han sido establecidos por el Señor.
(Fundamentals of Christian Education, pág. 489). 

Las ventajas del internado. En gran medida, los niños que han de recibir una educación en nuestras escuelas lograrán progresos mucho más permanentes si están separados del círculo familiar donde han recibido una educación errónea. Quizá sea necesario que algunas familias se ubiquen donde puedan vivir con sus hijos y ahorrar gastos, pero en muchos casos esto resultará en un estorbo más que en una bendición para sus hijos.
 (Id., pág. 313). 

Un internado para una hija descarriada. El enemigo ha logrado su propósito con su hija hasta el punto de que con sus esfuerzos la ha atado como con coyundas de acero, y se requerirá un esfuerzo vigoroso y perseverante para salvar su alma. Si Ud. quiere lograr éxito en este caso, no podrá hacer una obra a medias. No se pueden romper fácilmente los hábitos de años. Ella debiera ser colocada donde se ejerza una influencia constante, firme y permanente. Le aconsejaría que la pusiera en el colegio de -------; experimente ella la disciplina del internado. Allí es donde debiera haber estado desde hace años. El internado está sometido a un plan que lo convierte en un buen hogar. Este hogar quizá no se adapte a las inclinaciones de algunas, pero es porque han sido educadas de acuerdo con falsas teorías, en la complacencia propia y en todos sus hábitos y costumbres han estado en la senda equivocada. Pero, mi querida hermana, nos estamos acercando al fin del tiempo y no debemos conformarnos ahora con las inclinaciones y prácticas del mundo sino con los deseos de Dios, debemos ver lo que dicen las Escrituras y luego caminar de acuerdo con la luz que Dios nos ha dado. Nuestras inclinaciones, nuestras costumbres y prácticas no han de tener la preferencia. La Palabra de Dios es nuestra norma (Testimonies, tomo 5, pág. 506). 

Alumnos externos. Parece que algunos docentes piensan que ninguno de los niños y jóvenes cuyos padres viven en el vecindario de un colegio debiera participar de los privilegios escolares a menos que vivan con sus profesores en el internado. Esto es para mí una idea nueva y extraña. Hay jóvenes cuyas influencias hogareñas han sido tales, que les sería una gran ventaja vivir por un tiempo en un internado escolar bien reglamentado. Y los internados escolares son una gran bendición para los que viven en lugares donde necesariamente deben dejar sus propios hogares para disfrutar de los privilegios escolares. Pero el hogar paternal donde se teme y obedece a Dios es, y siempre debe ser, el mejor lugar para los niños menores, donde bajo la debida educación de sus padres pueden disfrutar del cuidado y la disciplina de una familia religiosa, regida por sus propios padres. . . . En cuanto a los jóvenes que están en una edad conveniente para asistir a un internado escolar, evitemos hacer reglamentos innecesarios y arbitrarios que los separen de sus padres que viven en la proximidad de nuestros colegios. . . . 

A menos que los padres estén convencidos que será para el mejor provecho de sus hijos el colocarlos en un internado escolar, debiera permitírseles que los tengan bajo su propio control todo lo que sea posible. En algunos lugares, los padres que viven cerca del colegio quizá crean que sus hijos se beneficiarán al vivir en el internado escolar, donde pueden recibir ciertas instrucciones que nunca recibirían tan bien en su propio hogar. Pero no debe ser una regla inflexible que en todos los casos los hijos deben ser separados de sus padres a fin de disfrutar de las ventajas de cualquiera de nuestros colegios. . . . 

Los padres son los tutores naturales de sus hijos y tienen la solemne responsabilidad de supervigilar su educación y preparación. ¿No podemos entender que los padres, que han velado durante años el desarrollo de sus hijos, debieran conocer mejor la clase de preparación y dirección que deben tener a fin de desarrollar y cultivar los mejores rasgos de carácter en ellos? Debo aconsejar que los hijos de hogares que están a dos o tres millas [entre tres y cinco kilómetros] de un colegio debieran poder asistir a la institución mientras viven en su hogar y tienen los beneficios de la influencia paternal. Hasta donde sea posible, manténgase unida la familia (Carta 60, 1910). 

Todos los niños deben tener ventajas educativas. La iglesia está dormida y no comprende la magnitud de este asunto de educar a los niños y a los jóvenes. Alguno dice: "¿Qué necesidad hay de ser tan exigentes en la educación de nuestros jóvenes? Me parece a mí que si nos ocupamos de unos pocos que han decidido seguir una profesión liberal o alguna otra vocación que requiere cierta disciplina, y les prestamos la debida atención, eso es todo lo que se necesita. No es preciso que el conjunto pleno de nuestros jóvenes esté tan bien preparado. ¿No se cumplen así todos los requisitos esenciales?" Respondo: No, decididamente no. . . . Debiera procurarse que todos nuestros jóvenes reciban las bendiciones y oportunidades de una educación en nuestros colegios, para que reciban la inspiración de llegar a ser colaboradores con Dios. Todos necesitan una educación que los capacite para ser útiles, y calificados para ocupar lugares de responsabilidad tanto en la vida privada como en la vida pública. 
(Review and Herald, 13-2-1913). 

Un programa escolar equilibrado. Las facultades mentales necesitan ser cultivadas a fin de que puedan ejercerse para la gloria de Dios. Debiera prestarse cuidadosa atención al cultivo del intelecto a fin de que los diversos órganos de la mente sean igualmente robustos al ejercitarse cada uno en su papel individual. Si los padres permiten que sus hijos sigan sus propias inclinaciones y gustos, descuidando el deber, sus caracteres se formarán de acuerdo con ese modelo y no serán competentes para ningún puesto de responsabilidad en la vida. Los deseos e inclinaciones de los jóvenes debieran ser restringidos, debieran fortalecerse los puntos débiles de su carácter y reprimirse sus tendencias exageradas. Si alguna facultad sufre por quedar dormida, o se la desvía de su curso debido, no se cumple el propósito de Dios. Todas las facultades debieran desarrollarse bien. A cada una debiera prestarse atención, pues cada una tiene influencia sobre las otras, y todas deben ejercitarse a fin de que la mente esté bien equilibrada. Si se cultivan uno o dos órganos y se los mantiene continuamente en uso porque la elección de vuestros hijos es enfocar el vigor de la mente en cierta dirección descuidando las otras facultades mentales, llegarán a la madurez con una mente desequilibrada y un carácter que no es armónico. Serán aptos y fuertes en una dirección, pero grandemente deficientes en otras que son también importantes. No serán hombres y mujeres competentes. Sus deficiencias serán notables y malograrán todo el carácter.
 (Testimonies, tomo 3, pág. 26). 

Los males de un estudio constante que dure todo el año. Muchos padres mantienen a sus hijos en la escuela casi todo el año. Estos niños se someten mecánicamente a la rutina del estudio, pero no retienen lo que aprenden. Muchos de estos estudiantes constantes parecen casi desprovistos de vida intelectual. La monotonía del estudio continuo cansa la mente, y ellos se interesan poco en sus lecciones; y para muchos llega a ser penosa la aplicación a los libros. No tienen amor íntimo por la reflexión, ni ambición por adquirir conocimiento. No estimulan en sí mismos hábitos de reflexión e investigación. . . . Son pocos los que razonan detenidamente y piensan con lógica, porque falsas influencias han detenido el desarrollo del intelecto. La suposición que hacen padres y maestros de que el estudio continuo fortalece el intelecto, es errónea; porque en muchos casos ha tenido el efecto opuesto (Consejos para los Maestros, págs. 67, 68). 

La censura con frecuencia sólo pertenece a los padres. Pero no debe exigirse que los maestros hagan la parte de los padres. Muchos padres han manifestado una terrible negligencia en su deber. Como Elí, no ejercen la debida restricción; y luego mandan sus hijos indisciplinados al colegio, para recibir la preparación que ellos debieran haberles dado en la casa. Los maestros tienen una tarea que pocos aprecian. Si logran reformar a estos jóvenes díscolos, reciben poco crédito. Si éstos prefieren la sociedad de los dispuestos al mal y van de mal en peor, entonces se censura a los maestros y se acusa a la escuela. En muchos casos, la censura tocaría en justicia a los padres. Ellos tuvieron la primera y más favorable oportunidad de controlar y educar a sus hijos, cuando su espíritu era susceptible de enseñanza, y su mente y corazón podían recibir fácilmente las impresiones. Pero por pereza dejan los padres que sus hijos sigan su voluntad propia hasta endurecerse en la mala conducta (Id., págs. 72, 73). 

Los padres han de sostener la autoridad de los docentes. Una de las mayores dificultades a las cuales deben hacer frente los maestros es el fracaso de parte de los padres de cooperar en la administración de la disciplina del colegio. Si los padres lealmente sostuvieran la autoridad de los profesores, se evitarían muchas insubordinaciones, faltas y desenfrenos. Los padres debieran requerir que sus hijos respeten y obedezcan la debida autoridad. Debieran trabajar con cuidado incansable y diligencia para instruir, guiar y reprimir a sus hijos hasta que se establezcan firmemente hábitos correctos. Con una educación tal, los jóvenes estarían sometidos a las instituciones de la sociedad y a las restricciones generales de la obligación moral (Testimonies, tomo 5, pág. 89). 

No incumbe a los hijos juzgar si la disciplina del colegio es razonable o no. Si los padres tienen suficiente confianza en los profesores y en el sistema de educación adoptado en el colegio al enviar allí a sus hijos, muestren ser sensatos y tener fibra moral al sostener a los docentes en la aplicación de la disciplina. . . . Los padres prudentes sentirán que deben estar agradecidos porque hay colegios donde no se tolera ninguna forma de indisciplina y donde sus hijos serán preparados para obedecer antes que para la complacencia propia y donde se ejercerán buenas influencias sobre ellos. Hay algunos padres que a propósito envían al colegio a sus hijos echados a perder porque son incorregibles en el hogar. ¿Sostendrán esos padres a los docentes en su obra de disciplina, o estarán listos para creer cualquier informe falso? (Manuscrito 119, 1899). 

Debieran sostener la disciplina escolar. Algunos padres que han enviado a sus hijos a ---------- les han dicho que si se requiere de ellos alguna cosa irrazonable, no se sometan a ella, no importa quién se los pida. ¡Qué lección se ha dado a esos hijos! En su inexperiencia, ¿cómo pueden juzgar entre lo que es razonable e irrazonable? Quizá quisieran salir de noche, sin que nadie sepa dónde, y si los maestros o tutores les piden que den cuenta de eso, llamarán a esto irrazonable y un atropello de sus derechos. Piensan que su independencia no debe sufrir interferencias. ¿Qué poder puede existir sobre estos jóvenes o qué autoridad, mientras consideren que cualquier disciplina es una restricción irrazonable de su libertad? En muchos casos, esos jóvenes han quedado en el colegio sólo por poco tiempo, habiendo vuelto a su hogar sin terminar su educación para seguir con libertad la tendencia de sus deseos no educados e indisciplinados que no podían cumplir en el colegio. Las lecciones de complacencia que les fueron enseñadas por un padre o madre poco sabios han realizado su obra para el tiempo y la eternidad, y la pérdida de estas almas será cargada a su cuenta (Manuscrito 119, 1899). 

Una educación fuera del plan del colegio. Los niños y jóvenes debieran cultivar el hábito de hacer las cosas cabalmente en lo que atañe a la educación. El curso del colegio no abarca toda la educación que han de recibir. Pueden estar aprendiendo constantemente lecciones de las cosas que ven y oyen. Pueden estudiar de causa a efecto de lo que los rodea y de las circunstancias de la vida. Pueden aprender cada día algo que deben evitar, y algo que pueden practicar que los elevará y ennoblecerá, dando solidez al carácter y fortaleciéndoles en aquellos principios que son el fundamento de una madurez noble. Si enfocan su educación con propósitos descuidados, contentándose con seguir de largo sin ningún esfuerzo especial de su parte, entonces no alcanzarán la norma que Dios quiere que obtengan (Youth's Instructor. 21-4-1886). 

La Conducción del Niño de E.G. de White

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu Comentario