Cómo se establecen los hábitos.
Cualquier acto, bueno o malo, no forma el carácter; pero los pensamientos y sentimientos acariciados preparan el camino para los actos y hechos de la misma clase (Youth's Instructor, 15-12-1886).
Por la repetición de los actos se establecen los hábitos y se confirma el carácter
(Signs of the Times, 6-8-1912).
El tiempo para establecer buenos hábitos.
En gran medida, el carácter se forma en los primeros años de la vida. Los hábitos que entonces se establecen tienen más influencia que cualquier don natural para que los hombres se conviertan en gigantes o enanos intelectualmente, pues por el mal uso de los hábitos, los mejores talentos pueden torcerse y debilitarse. Mientras más precozmente se practiquen hábitos dañinos, más firmemente sujetarán a su víctima en la esclavitud, y más ciertamente rebajarán su norma de espiritualidad. Por otro lado, si se forman hábitos correctos y virtuosos durante la juventud, por regla general determinarán el proceder de su dueño durante la vida. En la mayoría de los casos, se encontrará que los que en los años maduros de la vida reverencian a Dios y honran lo recto, aprendieron esa lección antes de que hubiera tiempo para que el mundo sellara su imagen de pecado en el alma. Las personas de edad madura, por regla general, son tan insensibles a las nuevas impresiones como lo es la roca endurecida, pero la juventud es impresionable
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 45).
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 45).
Los hábitos se pueden modificar, pero rara vez se cambian.
Lo que el niño ve y oye está trazando profundas líneas en la tierna mente, que ninguna circunstancia posterior de la vida podrá borrar del todo. Entonces el intelecto está tomando forma y los afectos están recibiendo dirección y fortaleza. Los actos repetidos en cierto sentido se convierten en hábitos. Estos se pueden modificar mediante una severa educación, en la vida posterior, pero rara vez se cambian (Good Heatlh, enero de 1880).
Una vez que se ha formado un hábito, se impresiona más y más firmemente en el carácter. El intelecto recibe continuamente su molde por las oportunidades y ventajas mal o bien aprovechadas. Día tras día formamos caracteres que colocan a los estudiantes, como soldados bien disciplinados, bajo el estandarte del príncipe Emanuel, o como rebeldes bajo el estandarte del príncipe de las tinieblas. ¿Cuál será? (Manuscrito 69, 1897).
El esfuerzo perseverante es necesario.
Lo que nos atrevimos a hacer una vez, estamos más inclinados a hacer otra vez. Los hábitos de sobriedad, dominio propio, economía, celosa aplicación, de conversaciones sanas y sensatas, de paciencia y verdadera cortesía, no se ganan sin una diligente y celosa vigilancia del yo. Es mucho más fácil desmolarizarse y depravarse que vencer los defectos, mantener el dominio propio y cultivar las verdaderas virtudes. Se requerirán esfuerzos perseverantes, si se quiere que alguna vez se perfeccionen las gracias cristianas en nuestra vida (Testimonies, tomo 4, pág. 452).
Los niños corrompidos ponen en peligro a otros.
Los padres temerosos de Dios deliberarán y harán planes para decidir la forma de educar a sus hijos dentro de buenos hábitos. Elegirán compañeros para sus hijos, en vez de permitirles que, en su inexperiencia, los elijan por sí mismos
(Review and Herald, 24-6-1890).
Los hijos formarán hábitos erróneos, si en su temprana niñez no son paciente y perseverantemente educados en la debida forma. Esos hábitos se desarrollarán en su vida futura y corromperán a otros. Aquellos cuya mente ha recibido un molde indigno, que se ha deteriorado por erróneas influencias del hogar, por prácticas engañosas, llevan consigo sus hábitos erróneos durante toda la vida. Si hacen una profesión de religión, esos hábitos se revelarán en su vida religiosa (Review and Herald. 30-3-1897).
El rey Saúl es un triste ejemplo.
La historia del primer rey de Israel representa un triste ejemplo del poder de los malos hábitos adquiridos durante la primera parte de la vida. En su juventud, Saúl no había amado ni temido a Dios; y su espíritu impetuoso, que no había aprendido a someterse en temprana edad, estaba siempre dispuesto a rebelarse contra la autoridad divina. Los que en su juventud manifiestan una sagrada consideración por la voluntad de Dios y cumplen fielmente los deberes de su cargo, quedarán preparados para los servicios más elevados de la otra vida. Pero los hombres no pueden pervertir durante años las facultades que Dios les ha dado y luego, cuando decidan cambiar de conducta, encontrar estas facultades frescas y libres para seguir un camino opuesto
(Patriarcas y Profetas, pág. 674).
(Patriarcas y Profetas, pág. 674).
Un niño puede recibir sana instrucción religiosa, pero si los padres, los maestros o los tutores permiten que su carácter se tuerza debido a un mal hábito, ese hábito, si no es vencido, se convertirá en un poder predominante, y el niño está perdido
(Testimonies, tomo 5, pág. 53).
Las acciones pequeñas son importantes.
Todo curso de acción tiene un doble carácter e importancia. Es virtuoso o malo, correcto o erróneo, de acuerdo con el motivo que lo impela. La frecuente repetición de un hábito erróneo deja una impresión permanente en la mente del que lo ejecuta y también en la mente de los que están relacionados con él de alguna manera, ya sea espiritual o temporal. Los padres o maestros que no prestan atención a las pequeñas acciones que no son correctas, establecen esos hábitos en los jóvenes (Review and Herald, 17-5-1898).
Los padres deben obrar fielmente con las almas que les han sido confiadas. No deben estimular en sus hijos el orgullo, el despilfarro y el amor a la ostentación. No deben enseñarles ni permitir que aprendan pequeñas gracias que parecen vivezas en los niños, pero que después tienen que desaprenderse, y que tendrán que corregirse cuando sean mayores
(Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 146).
Las pequeñas travesuras y los errores pueden parecer divertidos cuando el niño es muy pequeño, y quizá se permitan y fomenten, pero a medida que crece el niño, se hacen repulsivos y ofensivos (Carta 1, 1877).
Los malos hábitos se forman más fácilmente que los buenos.
Todo el conocimiento que puedan adquirir no contrarrestará los malos resultados de una disciplina laxa en la niñez. La frecuente repetición de un descuido forma un hábito. Un acto erróneo prepara el camino para otro. Los malos hábitos se forman más fácilmente que los buenos y se renuncia a ellos con más dificultad (Review and Herald, 5-12-1899).
Si se los deja a su capricho, los tiernos niños aprenden lo malo más fácilmente que lo bueno. Los malos hábitos se acogen más fácilmente en el corazón natural, y las cosas que se ven y oyen en la infancia y en la niñez se imprimen profundamente en la mente
(Pacific Health Journal, septiembre de 1897).
(Pacific Health Journal, septiembre de 1897).
Los hábitos precoces deciden la futura victoria o derrota.
Seremos individualmente, para el tiempo y la eternidad, lo que nos hacen nuestros hábitos. Las vidas de los que desarrollan hábitos correctos y son fieles en la realización de cada deber, serán como luces brillantes que esparcen resplandecientes rayos sobre el sendero de otros: pero si se consiente que hay hábitos de infidelidad, si se permite que se fortalezcan hábitos de relajamiento, indolencia y descuido, una nube más oscura que la medianoche se posará sobre las perspectivas de esta vida y para siempre privará al individuo de la vida futura (Testimonies, tomo 4, pág. 452).
En la niñez y la juventud es cuando el carácter es más impresionable. Entonces es cuando debe adquirirse la facultad del dominio propio. En el hogar y la familia, se ejercen influencias cuyos resultados son tan duraderos como la eternidad. Más que cualquier dote natural, los hábitos formados en los primeros años deciden si un hombre vencerá o será vencido en la batalla de la vida
(El Deseado de Todas las Gentes. pág. 75).
(El Deseado de Todas las Gentes. pág. 75).
(La Conducción del Niño de E.G. de White)
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