Una comisión divina dada a los padres.
Dios ha señalado a los padres su obra, la cual consiste en formar los caracteres de sus hijos según el Modelo divino. Por su gracia pueden realizar esta tarea; pero requerirá un esfuerzo paciente y cuidadoso, y además firmeza y decisión, para guiar la voluntad y refrenar las pasiones. Un campo abandonado produce únicamente espinos y cardos. El que quiera obtener una cosecha útil o hermosa, primero debe preparar la tierra y sembrar la semilla, luego cavar alrededor de los jóvenes tallos, removiendo las malezas y ablandando la tierra, y así las preciosas plantas florecerán y pagarán ricamente el cuidado y el trabajo empleados (Signs of the Times, 24-11-1881).
La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su estudio diligente tan importante como ahora. Ninguna generación anterior fue llamada a hacer frente a problemas tan importantes; nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros tan grandes como los que tienen que arrostrar hoy (La Educación, pág. 221).
Esta es vuestra obra, padres: desarrollar los caracteres de vuestros hijos en armonía con los preceptos de la Palabra de Dios. Esta obra debería ocupar el primer lugar, porque implica intereses eternos. La edificación del carácter de vuestros hijos es de más importancia que el cultivo de vuestras granjas, más esencial que la edificación de casas para vivir, o la ocupación en cualquier negocio o industria (Signs of the Times, 10-9-1894).
El hogar es el mejor lugar para la edificación del carácter.
Ni la escuela de iglesia ni el colegio proporcionan, como el hogar, las oportunidades para asentar el carácter de un niño sobre el debido fundamento (C.Maestros, pág. 125).
Enderécense los caracteres torcidos.
Los que no enderezan el carácter torcido de su vida, no pueden tener parte en la vida inmortal futura. Cuán importante es que los jóvenes sigan siempre la rectitud. Los padres desempeñan una parte importante en esto. Sobre ellos reposa la sagrada responsabilidad de enseñar a sus hijos para Dios. A ellos se les ha dado la obra de ayudar a sus pequeños a formar caracteres que les proporcionen entrada en las cortes celestiales (Carta 78, 1901).
Padres, no os equivoquéis en esto.
Padres, por amor de Cristo, no os equivoquéis en vuestra obra más importante, la de modelar los caracteres de vuestros hijos para el tiempo y la eternidad. Un error de vuestra parte al descuidar la fiel instrucción, o al complacer ese afecto imprudente que os ciega para no ver los defectos y que os impide refrenarlos debidamente, resultará en la ruina para ellos. Vuestra conducta puede dar una dirección equivocada a toda su carrera futura. Vosotros determináis para ellos lo que serán y lo que harán por Cristo, por los hombres, y por sus propias almas. Tratad honrada y fielmente con vuestros hijos. Trabajad valerosa y pacientemente. No temáis las cruces, no economicéis tiempo o trabajo, preocupaciones o sufrimientos. El futuro de vuestros hijos testificará del carácter de vuestra obra. La fidelidad a Cristo de vuestra parte puede manifestarse mejor en el carácter simétrico de vuestros hijos que en cualquiera otra forma. Son la propiedad de Cristo, comprada por él con su sangre. Si su influencia está plenamente del lado de Cristo, son sus colaboradores, ayudando a otros a encontrar el camino de la vida. Si descuidáis la obra que Dios os ha dado, vuestra imprudente conducta en lo que atañe a su disciplina los coloca entre la clase que se aleja de Cristo y fortalece el reino de las tinieblas (Testim. tomo 5, págs. 39, 40).
Una casa limpia, pero niños no educados.
He visto a una madre cuyo ojo crítico podía advertir cualquier imperfección en el enmaderamiento de su casa, y que tenía mucho cuidado de tener su casa cabalmente limpia y ordenada a la hora precisa que había establecido, y que hacía esto frecuentemente a expensas de su salud física y espiritual, mientras les permitía a sus hijos correr en la calle y captar una educación callejera. Esos hijos crecían toscos, egoístas, rudos y desobedientes. La madre, aunque había contratado a una mucama, estaba tan preocupada de los quehaceres domésticos, que no disponía de tiempo para educar debidamente a sus hijos. Los dejaba crecer con caracteres deformados, indisciplinados y no educados. No pudimos menos que pensar que el fino gusto de la madre no se empleaba en la dirección debida. De lo contrario, hubiera visto la necesidad de modelar la mente y los modales de sus hijos y de educarlos para que tuvieran caracteres simétricos y disposiciones agradables.
Si la madre hubiera relegado a un segundo plano aquellas cosas que reclamaban en primer término su atención, hubiera considerado la educación física, mental y moral de sus hijos de una importancia casi infinita. Las que tienen la responsabilidad de madres deberían sentirse bajo la más solemne obligación frente a Dios y sus hijos de educarlos de tal modo que tengan disposiciones amistosas y afectuosas, y que posean principios morales puros, que sean refinados en gusto y de carácter agradable (Signs of the Times, 5-8-1875).
Solamente por el Espíritu de Dios.
¿Consideraremos que somos capaces de preparar nuestra vida y carácter para entrar por los portales de gloria? No podemos hacerlo. A cada momento dependemos del Espíritu de Dios que obra sobre nosotros y nuestros hijos (Manuscrito 12, 1895).
Si los padres quieren ver un estado de cosas diferente en su familia, que se consagren plenamente a Dios y el Señor proporcionará caminos y medios mediante los cuales pueda ocurrir una transformación en sus hogares (Manuscrito 151, 1897).
La parte de Dios y la vuestra.
Padres cristianos, os ruego que despertéis. . . . Si descuidáis vuestro deber y dejáis de lado vuestra responsabilidad, esperando que el Señor haga vuestra obra, quedaréis chasqueados. Cuando habéis realizado fielmente todo lo que podéis hacer, traed a vuestros hijos a Jesús; y entonces, con una fe ferviente y perseverante interceded por ellos. El Señor será vuestro ayudador; él trabajará con vuestros esfuerzos; ganaréis la victoria con su poder. . . . Cuando los padres manifiesten tal interés por sus hijos como Dios desea que tengan, escuchará sus oraciones y trabajará con sus esfuerzos; pero Dios no se propone hacer la obra que ha encomendado a los padres (Review and Herald, 13-9-1881).
El Creador os ayudará.
Madres, recordad que en vuestro trabajo el Creador del universo os ayudará. En su poder, y mediante su nombre, podéis conducir a vuestros hijos hasta que sean vencedores. Enseñadles a volverse a Dios en busca de ayuda. Decidles que él escucha sus oraciones. Enseñadles a vencer el mal con el bien. Enseñadles a ejercer una influencia que es elevadora y ennoblecedora. Conducidlos para que se unan con Dios, y luego tendrán poder para resistir las tentaciones más fuertes. Entonces recibirán la recompensa del vencedor (Id., 9-7-1901).
Vuestro compasivo Redentor os contempla con amor y simpatía, y está listo para escuchar vuestras oraciones y concederos la ayuda que necesitáis para la obra de vuestra vida. El amor, el gozo, la paz, la paciencia, la suavidad, la fe y la caridad son los elementos que constituyen el carácter cristiano. Estas preciosas gracias son los frutos del Espíritu. Son la corona y el escudo del cristiano (Pacific Health Journal, septiembre de 1890).
Una palabra de ánimo para los que han errado.
Los que han estado enseñando erróneamente a sus hijos, no necesitan desesperarse; conviértanse a Dios y busquen el verdadero espíritu de obediencia, y serán capacitados para realizar reformas cabales. Al conformar vuestras propias costumbres a los principios salvadores de la santa ley de Dios, ejerceréis una influencia sobre vuestros hijos (Signs of the Times, 17-9-1894).
Algunos hijos rehusarán obedecer el consejo de los padres.
Los padres deben hacer todo lo posible por dar a sus hijos todo privilegio e instrucción, posibles, a fin de que entreguen su corazón a Dios. Sin embargo por su conducta impía, los hijos pueden rehusar andar en la luz y perjudicar a sus padres que los aman, y cuyo corazón anhela su salvación.
Es Satanás quien tienta a los hijos a seguir una conducta pecaminosa y desobediente. . . . Si rehúsan andar en la luz, si rehúsan someter su voluntad y, su camino a Dios, y persisten en seguir una conducta pecaminosa por su impenitencia, la luz y los privilegios que han tenido, se levantarán para juzgarlos, porque no anduvieron en la luz, y no supieron a dónde iban. Satanás los está guiando, y el mundo advierte su proceder. La gente dirá: "¡Miren a esos niños! Sus padres son muy religiosos, pero ellos son peores que mis hijos, y yo no profeso ser cristiano". En esta forma, los niños que reciben una buena instrucción y que no prestan atención, arrojan un baldón sobre sus padres, los deshonran y los avergüenzan ante un mundo impío. También arrojan un baldón sobre la religión de Jesucristo a causa de su conducta impía (Youth's Instructor, 10-8-1893).
Padres, ésta es vuestra obra.
Padres, vuestra obra consiste en desarrollar la paciencia, la constancia y el amor genuino en vuestros hijos. Al tratar correctamente con los hijos que Dios os ha dado, los ayudáis a colocar el fundamento para tener caracteres puros y equilibrados. Estáis poniendo en su mente principios que un día seguirán en sus propias familias. El efecto de vuestros esfuerzos bien dirigidos se verá cuando ellos gobiernen a sus familias conforme a las ordenanzas del Señor (Review and Herald. 6-6-1899).
(La Conducción del Niño de E.G. de White)
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