domingo, 27 de noviembre de 2011

(IV) LA OBEDIENCIA ES LA LECCIÓN MAS IMPORTANTE: 11. “Enseñado Desde la Infancia”


Comenzad a enseñar a una edad temprana.
La obediencia a la autoridad paternal debería inculcarse en la infancia y cultivarse en la juventud (Review and Herald, 13-3-1894). 
Algunos padres piensan que pueden dejar a sus pequeños que hagan como les plazca en su infancia y que cuando sean mayores podrán razonar con ellos, pero esto es sin error. Comenzad en la infancia a enseñar la obediencia. . . . Requerid obediencia en la escuela de vuestro hogar (Carta 74, 1898).

"Los niños, desde su más tierna infancia, deberían ser ensañados a obedecer a sus padres, a respetar su palabra y a reverenciar su autoridad"
(Review and Herald, 16-7-1895)

Antes de que se desarrolle  la razón.
Una de las primeras lecciones que necesita aprender el niño es la de la obediencia.  Se le debe enseñar a obedecer antes que tenga edad suficiente para razonar (La Educación 279).
La obra de la madre debería comenzar con el Infante. Debería subyugar la voluntad obstinada y el mal genio del niño y someter su genio. Enseñadle a obedecer y a medida que, el niño crezca, no aflojéis la mano (Signs of the Times. 26-2-1880).

Antes de que se afiance la obstinación.
Pocos padres comienzan suficientemente temprano a enseñar la obediencia a sus hijos. Generalmente se permite que el niño tome la delantera en dos o tres años a sus padres, quienes se abstienen de disciplinarlo, pensando que es demasiado joven para aprender a obedecer. Pero durante todo este tiempo el yo se va fortaleciendo en el pequeño ser, y cada día torna más difícil la tarea de los padres de dominar  al niño. Los niños, a una edad muy temprana, pueden comprender lo que es más sencillo y fácil para ellos, y, mediante métodos juiciosos, puede enseñárseles a obedecer. . . .

La madre no debería permitir que el niño la aventaje ni una sola vez. A fin de mantener su autoridad, no es necesario recurrir a medidas duras; una mano firme y constante y una bondad que, convence al niño de vuestro amor cumplirán este propósito. Pero si se permite que el egoísmo, la ira y la obstinación se posesionen del niño durante los tres primeros años de su vida, resultará muy difícil someterlo a una disciplina conveniente. Su genio se ha tornado displicente; se complace, en hacer su propia voluntad; el control paternal le resulta desagradable. Estas tendencias negativas se desarrollan con el crecimiento del niño, hasta que, en la adultez, el egoísmo supremo y la falta de dominio propio lo colocan a merced de los males desenfrenados de nuestra sociedad (Pacific Health Journal, abril de 1890).

"Nunca debe permitírseles que manifiesten falta de respeto hacia sus padres. Nunca la terquedad se debe dejar sin reprensión. El futuro bienestar del niño requiere una disciplina bondadosa, amante, pero firme" 
(Consejos para los Maestros, pág. 86).

La obediencia a los padres conduce a la obediencia a Dios.
Los jóvenes y los niños que tienen padres que oran han recibido un gran privilegio, porque tienen la oportunidad de conocer y amar a Dios. Al respetar y obedecer a sus padres, pueden aprender a respetar y obedecer a su Padre celestial. Si andan como hijos de luz, serán bondadosos y corteses, amantes y respetuosos de sus padres, a quienes han visto, y  así estarán mejor calificados para amar a Dios a quien no han visto. Si son fieles representantes de sus padres, y practican la verdad con la ayuda que Dios les concede, entonces por precepto y ejemplo reconocen  su dependencia de Dios y lo honran mediante una vida ordenada y un comportamiento piadoso (Youth's Instructor, 15-6-1893).

Sólo los obedientes entrarán en el cielo.
Que los padres y los maestros impriman en la mente de los niños la verdad de que el Señor los está probando en esta vida, para ver si lo obedecerán con amor y reverencia. Aquellos que no quieren obedecer a Cristo aquí, no lo obedecerían en el mundo eterno (Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabática, pág. 87).

"Si los padres o los hijos reciben alguna vez la bienvenida en las mansiones celestiales, será porque en este mundo han aprendido a obedecer los mandamientos de Dios" 
(Manuscrito 60, 1903).

(La Conducción del Niño de E.G. de White)

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