miércoles, 8 de febrero de 2012

(V) OTRAS LECCIONES BÁSICAS: 19. “La Pureza, Instruid En Los Principios De La Pureza”


Madres cristianas, otra madre os ruega que comprendáis la responsabilidad que descansa sobre vosotras. Enseñad a vuestros hijos desde la cuna a practicar la abnegación y el dominio propio. Criadlos para que tengan organismos fuertes y hábitos morales sanos. Impresionad su mente con la verdad de que Dios no se propone que vivamos únicamente para nuestra complacencia en el momento presente, sino para nuestro bien final. Estas lecciones serán como semillas sembradas en tierra fértil, y darán un fruto que alegrará vuestro corazón (Manuscritos 44, 1900).
A fin de proteger a sus hijos contra las influencias contaminadoras, los padres deben instruirlo en los principios de la pureza. Los niños que en el hogar adquieren hábitos de obediencia y de dominio propio, tendrían poca dificultad en su vida escolar, y escaparán a muchas de las tentaciones que asedian a los jóvenes. Los padres deben enseñar a sus hijos a ser fieles a Dios en todas las circunstancias y lugares. Deben rodearlos de influencias que tenderán a fortalecer el carácter. Con una educación tal, los niños, cuando vayan a la escuela, no serán causa de perturbación y ansiedad. Apoyarán a sus maestros, y serán un ejemplo y estímulo para sus condiscípulos (Consejos para los Maestros, pág. 116).

Ejerced una vigilancia incesante.
Los padres y los guardianes deben mantener ellos mismos pureza de corazón y de vida si quieren que sus hijos sean puros. Deben dar la instrucción necesaria, y además deben ejercer una vigilancia incesante. Cada día surgen nuevos pensamientos en la mente de los jóvenes, nuevas impresiones en su corazón. Las asociaciones que forman, los libros que leen, los 106 hábitos que practican, todos deben ser vigilados (Signs of the Times, 25-5-1882).

Mantened el hogar puro y atrayente.
El hogar debe mantenerse puro y limpio. Los rincones descuidados y sucios de la casa tenderán a formar rincones impuros y descuidados en el alma. Madres, sois la educadoras de vuestros hijos, y podéis hacer mucho si comenzáis tempranamente a inculcarles pensamientos puros al mantener sus cuartos limpios y agradables (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 142, 143).

Cuidad las compañías.
Si los padres desean que sus hijos sean puros, deben rodearlos con compañías puras que Dios pueda aprobar (Id., pág. 142).
¡Con cuánto cuidado deberían proteger los padres a sus hijos contra los hábitos descuidados, relajados y desmoralizadores! Padres y madres, ¿comprendéis la importancia de la responsabilidad que reposa sobre vosotros? ¿Permitís que vuestros niños se asocien con otros niños sin estar presentes para saber qué clase de educación están recibiendo? No les permitáis estar solos con otros niños. Dadles un cuidado especial. Sabed cada tarde dónde están y que están haciendo. ¿Son puros en todos sus hábitos? ¿Los habéis instruido en los principios de la pureza moral? Si habéis descuidado en enseñarles línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poquito allá, no dejéis pasar un día más sin confesarles vuestro descuido, y sin remediarlo. Decidles entonces que tenéis la intención de realizar la obra que Dios os ha encomendado. Pedidles que colaboren con vosotros en la reforma (Manuscrito 119, 1901).
Puede ser que los vecinos permitan que sus hijos vayan a vuestra casa a pasar la tarde y la noche con vuestros hijos. Aquí hay una prueba y una elección para vosotros: correr el riesgo de ofender  a vuestros vecinos enviando a sus hijos de vuelta a sus hogares, o complacerlos y permitirles que duerman con vuestros hijos y exponerlos así a ser instruidos en ese conocimiento que será una maldición durante toda la vida para ellos. A fin de salvar a mis hijos de ser corrompidos, no les he permitido dormir en la misma cama o en la misma habitación con otros niños, y cuando la ocasión lo ha requerido, mientras les he hecho una cama provisoria en el suelo, antes que dejarlos dormir con otros. He procurado impedir que se asocien con muchachos rudos e incultos, y les he presentado atractivos a fin de hacer alegres y agradable su estada en el hogar. Al mantener su mente y sus manos ocupadas, han tenido poco tiempo o disposición para jugar en la calle con otros niños y captar así una educación callejera (Solemn Appeal. pág. 56).

Erigid barreras contra la sensualidad.
Los que están a cargo de la propiedad de Dios en las almas y cuerpos formados a su imagen deberían erigir barreras contra la complacencia sensual de este siglo, que esta arruinando física y moralmente la salud de miles. Si muchos de los crímenes de este tiempo se rastrearan hasta encontrar su verdadera causa, se vería que son imputables a la ignorancia de padres y madres, que son a este tema. La salud y la vida misma estaría siendo sacrificadas a esta lamentable ignorancia.
Padres, si falláis en dar a vuestros hijos la educación que Dios ha hecho vuestro deber darles, tendréis que rendirle cuenta por los resultados. Estos resultados no quedarán confinados únicamente a vuestros hijos. Así como el abrojo que se permite crecer en el campo produce una cosecha según su especie, también los pecados resultantes de vuestro descuido obrarán para arruinar a todos los que  entren en la esfera de su influencia (Review and Herald, 27-6-1899).

Llenad la mente con imágenes puras.
La vida cristiana es una vida de constante abnegación y dominio propio. Estas son las lecciones que deben enseñarse a los niños desde su infancia. Enseñadles a apreciar la temperancia, la pureza de pensamiento, corazón y acción, que pertenecen a Dios porque han sido comprados por precio, es decir con la sangre preciosa de su Hijo amado (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 145).
Si las mentes de los niños, en sus tiernos años son llenadas con imágenes agradables de verdad, pureza y bondad, se creará el gusto por aquello que es puro y elevador, y su imaginación no se corromperá fácilmente ni contaminará. Si se sigue una conducta opuesta, si la mente de los padres está esparciéndose continuamente en escenas bajas, si su conversación se espacia en características objetables del carácter, si forman el hábito de hablar quejándose de una conducta que han seguido otros, los pequeños aprenderán lecciones de las palabras y expresiones de desagrado y seguirán ese ejemplo pernicioso. Esa impresión maligna, como la mancha de la lepra, se pegará a ellos en el más allá.
La semilla sembrada en la infancia por la madre cuidadosa y temerosa de Dios, producirá árboles de justicia, que florecerán y llevarán fruto; y las lecciones dadas por un padre temeroso de Dios por el precepto y el ejemplo, como en el caso de José, producirán con el tiempo una abundante cosecha (Good Health, enero de 1880).

(La Conducción del Niño de E.G. de White)

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